Cuando todo un tótem como Sir Alex Ferguson decía adiós al banquillo del Manchester United, tras 26 años de gobierno, en la sucesión sonaron nombres como Carlo Ancelotti y Pep Guardiola. Pero fue el veterano técnico escocés quien apuntó en su compatriota David Moyes al heredero del trono más preciado de Europa. Diez años de solvente trabajo para convertir al Everton en uno de los huesos más duros del campeonato, bien merecían la oportunidad. El mal arranque de los «diablos rojos» consumió la proverbial paciencia en los proyectos largos atribuida al viejo fútbol inglés, y la era de Moyes sólo fue un paréntesis breve.

Moyes, a sus 51 años, busca ahora en la Real Sociedad el club que vuelva a prestigiar su carrera. Y los donostiarras recuperar la personalidad británica que les ha distinguido en muchas etapas felices, como en las últimas tardes del viejo Atocha, un fortín en el que el barro, la arquitectura de la grada, las órdenes de John Toshack y los goles de Aldridge emanaban un genuino aroma de «kick and rush». La llegada de Moyes evidencia que el fútbol inglés, tras importar muchos técnicos foráneos en las últimas dos décadas, vuelve a exportar entrenadores a España, una costumbre prácticamente extinguida desde la temporada en la que Bobby Robson regentó el Barcelona.

¿Qué quiere aplicar Moyes a la Real Sociedad? Una década al frente del Everton deja varios sellos de equipo reconocible y fiable, persistente en una manera de entender el juego. A su cargo, los «toffees» se mostraban como un conjunto muy seguro en defensa, con un rigor táctico muy trabajado y al que era muy difícil sorprender por su buen posicionamiento.

Balón parado, banda y cantera

En medio de ese orden, los equipos de Moyes aprovechan la efectividad a balón parado. Fellaini y Cahill se prodigaron en goles de cabeza en jugadas de estrategia. El fútbol directo repercute en el número de segundas ocasiones desde la frontal, con remates de centrocampistas con llegada. Un rol que en el Everton ejecutaba Arteta y que en la Real Sociedad se ajusta al liderazgo de Xabi Prieto. Un estilo en el que la actividad de los laterales (Leighton Baines en Goodison Park) es continua, pero que se deberá aclimatar a las condiciones técnicas de la Liga española, pero que en Inglaterra le sirvió para ser siempre competitivo en las citas con los equipos grandes.

En consonancia con la cultura del club donostiarra, Moyes no se arruga a la hora de dar oportunidades a los jóvenes. En el Everton dio la alternativa a los Barkley, Rodwell o Anichebe, y en su corto periplo en el United aceleró la renovación generacional de la defensa, al dar más papel a Smalling, Jones y Evans, aparte de introducir a la gran sensación de Old Trafford el pasado curso, el belga Januzaj.

Esa disciplina se imprime desde el trabajo diario en el que destaca un carácter recto, en el que se nota que él es el jefe. La exigencia la complementa con una buena capacidad de motivación en el trato directo con el futbolista. Aunque no se le pueda considerar un técnico que siga esa tradición británica de los entrenadores ingeniosos de cara a la prensa, como Brian Clough o Bill Shankly, ya sorprende con gestos de complicidad al entorno. En un encuentro de Copa ante el Villarreal, se sentó en la grada tras ser expulsado y pidió permiso para picar palomitas a los aficionados que tenía al lado. En la cena de Navidad con los periodistas, regaló botellas de whisky añejo.

Mister Lowe jugó con 48 años en Mestalla

El primer técnico británico que tuvo éxito en la Real Sociedad fue Harry Lowe, en los años 30 del pasado siglo, en una época en la que el fútbol español se nutría de los métodos más avanzados de otros países, como Inglaterra o la República Checa, en la que este deporte ya tenía más recorrido histórico. Lowe recordó su década como jugador del Tottenham cuando, el 24 de marzo de 1935, con 48 años, tuvo que calzarse las botas de nuevo para jugar con su equipo (llamado Donostia en tiempo republicano) en Mestalla. Sólo contaba con 11 jugadores —no había aún sustituciones— y uno de ellos enfermó en el largo camino por carretera hasta Valencia. Lowe no pudo evitar la goleada valencianista por 7-1, pero a cambio inscribió su nombre como el jugador más longevo de toda la historia de Primera. Un récord habitualmente atribuido al exportero de Osasuna, Ricardo.