El derbi fue un fiel dibujo de la temporada de Valencia y Levante UD. Los blanquinegros se adjudicaron un duelo en el que fueron muy superiores, prolongando el idilio en el que se ha convertido cada uno de sus partidos en Mestalla con su afición. El equipo de Nuno, sin forzar en exceso, se divirtió a costa de un Levante UD que sólo se rebeló con avisos aislados a su inferior capacidad. El Valencia vuelve a acosar al Atlético por la tercera plaza al tiempo que sigue sin difuminarse el sufrimiento de un Levante UD cuya salvación dependerá, sobre todo, de lo que pueda hacer fuera de casa.

El Levante UD sabía que muchas de sus opciones pasaban por sorprender al Valencia de inicio, antes de que el conjunto de Nuno y la grada entraran en calor. De ese modo se vio atrevidos a los azulgranas, sin miedo ni al rival ni al escenario, bien movidos por un tipo descarado como José Mari. A los dos minutos Ivanschitz buscó un cabezazo al palo largo, con toda la intención. Unos cinco minutos duró el letargo local, el sueño de un oasis granota, en los que al Valencia no le duraba la pelota, errando hasta las entregas más sencillas. Pero si lograba morder, iba a ser con peligro. Los blanquinegros necesitaron de una ocasión para superar el bache y coger definitivamente el mando. Iba a ser con una fórmula conocida, la del centro lateral hacia el desmarque al primer palo de Paco Alcácer. El que primero lo vio fue Rodrigo, pero donde se percutiría con más insistencia sería por la derecha, muy animada con Feghouli y un Cancelo que fue la sorpresa de Nuno en el once, quizás para compensar el perfil más defensivo de Orban por la izquierda.

En el minuto 9, Feghouli, ganó la espalda a Toño y regaló el gol, a puerta vacía a Alcácer. Iglesias Villanueva anuló el tanto, legal a todas luces, y provocó la reacción iracunda de Mestalla, a quien le duraba el disgusto de la polémica en San Mamés. En todo caso, el lance dio más coraje al Valencia, volcado sobre la puerta de Mariño sin encontrar oposición en la banda derecha rival. Por ese flanco se animó a descolgarse Parejo, que en el minuto 15 sirvió con escuadra y cartabón un centro al primer palo, donde siempre manda Alcácer. El torrentino marcó los tiempos para girar la cabeza y mandar el balón al palo contrario. Qué delantero mayúsculo es Alcácer, con una picardía que es de perro viejo o, con su edad, de jugadores tocados con una varita, como Papin y Romario.

En los minutos siguientes el Valencia llegó a agradarse mientras que el estadio silenciaba los gritos ofensivos contra el Levante UD, que se mantenía en pie como solo lo hacen los boxeadores tocados. Tambaleándose, pero reservándose un golpe furtivo que puede ser letal. Así, Mustafi cortó un pase que iba a dejar solo a Ivanschitz ante Alves. Luego, rebasada ya la media hora, el central alemán se relajó en un pase raso lateral y Barral, en un ángulo franco, disparó con toda su alma, pero alto.

Resonaba todavía el «uy!» de los 700 seguidores levantinistas cuando el Valencia armó rápido el ataque. Orban recibió en fuera de juego y la mandó al remate de cabeza de Feghouli, que hacía el segundo. El tanto encarrilaba el partido. En el Valencia parecía que sus jugadores bajaban el pistón, pero Alcácer no es de esos. Perseguía pelotas imposibles hasta complicar la vida a Mariño y Vyntra.

Tras el descanso Alcaraz sacó a Iván López, que en su primera acción lanzó un disparo lejano que lamió el larguero de Alves. El técnico levantinista no tardó en sacar a Uche y el partido, definitivamente, fue de ida y vuelta. Jaleadas llegadas en tromba del Valencia y avisos aislados levantinistas, como la estirada de Alves a disparo de José Mari.

Al derbi, la fiesta mayor del fútbol, la única religión sin ateos como escribiera el maestro Galeano, no le quedaba más emoción que las ovaciones que Mestalla tenía guardadas para Feghouli y Alcácer. Y para el voleón de Negredo en el tercero, metáfora de la exhibición local.