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Off the record

Lorenzo tenía razón

Lorenzo tenía razón

Recuerdo con nitidez la primera vez que escuché su nombre. Todavía era un adolescente, pero en su agencia de representación nadie tenía dudas. Reunía todas las aptitudes para llegar al primer equipo. Lorenzo Toldrá, hombre de escasas palabras, poco dado a los elogios gratuitos y siempre reticente a compadreos con la prensa, me hablo de él durante el descanso de un partido que el Mestalla jugaba en el Mini „en aquella época aún no se llamaba Antonio Puchades„ de la Ciudad Deportiva de Paterna: «tienes que ver a Gayà. En unos años, primer equipo. Seguro». Es curioso cómo funciona a veces el cerebro. La premonición del que hoy sigue siendo su representante me sacudió el sábado mientras ambos equipos esperaban para saltar al verde.

Dentro de ese túnel opulento e interminable en el que un muro separa dos mundos „y en el que, por cierto, el árbitro salió al terreno de juego por la misma escalera que el Real Madrid-, esperaba José Luis. No se acercó a la verja para saludar, posiblemente porque al otro lado del telón de mármol no había nadie de su quinta. 25 de mayo de 1995. Aún no ha cumplido los veinte. Isco y James, rookies del once inicial por el que apostó Ancelotti, ya tienen veintitrés.

No han sido unos meses sencillos para Gayà. Ampliaciones de contrato como la suya se convierten en cuestión de estado por estas flamígeras latitudes. Más aún si la sombra alargada de Florentino irrumpe en escena. La partida de ajedrez ha sido larga, tediosa. Con maniobras torticeras en según qué casos y varias torpezas estratégicas que únicamente han perjudicado al futbolista. Hay que tener el coco muy bien amueblado „y estar rodeado de las personas adecuadas„ para digerir ciertos comentarios que sólo se entienden desde la irreflexión. O, lo que es peor, desde la servidumbre. Pero el único pecado de este chaval de 19 años ha sido esperar, optar por la prudencia, ser dueño de sus silencios. Posiblemente, porque él y sólo él sabía que su momento iba a llegar. Antes o después. Como lo sabía Lorenzo Toldrá cuando José Luis apenas era un cadete que subía y bajaba la banda izquierda de esos campos anexos de Paterna como una exhalación.

Uno de los secretos del éxito de Gayà reside en su capacidad para mantener la esencia. Como ocurre con Paco Alcácer. Ha pasado el tiempo, pero sigue jugando con el mismo espíritu, con la misma inteligencia, con la misma generosidad en el esfuerzo, con ese descaro que se lleva en el ADN y que diferencia a los grandes de los buenos jugadores. El que ya tenía en categorías inferiores. En aquellos terrenos de juego de la Ciudad Deportiva, entonces con gradas para unos cien espectadores, muchas veces no quedaba otra que ver los partidos de pie. Hoy es Mestalla quien se pone en pie ante su irrupción incontestable y sus centros milimétricos. Será interesante seguir la evolución de la cifra de goles que genera la sociedad Gayà-Alcácer a lo largo de los años. Se entienden como si fueran siameses. El 0-1 del sábado se une a la lista de éxitos que ambos iniciaron esta temporada en el partido contra el Málaga.

La ampliación de contrato del lateral de Pedreguer genera diferentes lecturas, todas ellas muy positivas para el club y su entorno. La primera es indiscutible: Gayà ha apostado por el Valencia. Su decisión fue seguir en casa desde el primer momento. Y ese tipo de actitudes hay que ponerlas en conocimiento de los seguidores. Sobre todo de aquellos que en las horas posteriores a la «congelación» de las negociaciones dudaron de su compromiso. Pierde dinero „además del Real Madrid, equipos como el Manchester City o PSG le ofrecían cifras mareantes„, pero se gana el corazón de una afición hastiada de tránsfugas. La A-3 no es de sentido único. Y luego está Peter Lim y su equipo de ejecutivos, que con este movimiento demuestran sagacidad. Además de otorgar la importancia que merece a la planificación deportiva. La ampliación hasta 2020, con su correspondiente mejora de contrato, blinda al jugador con una cláusula prohibitiva y, de paso, lanza un aviso de fortaleza económica a los grandes transatlánticos del fútbol continental.

Segundos antes de saltar al terreno de juego el sábado, Sergio Ramos y Negredo se saludaron de forma afectuosa a pie de escalera. Dos jugadores referencia. De los que uno ficha en la Play Station para ganarlo todo. Dos estrellas. José Luis observaba desde la cuarta fila. Solo. En silencio. «Lo he conseguido»-debió pensar para sus adentros-. Hasta hace poco tiempo, tenía que conformarse con ver partidos como el del Bernabéu por la tele.

Ahora, los peques que duermen entre sábanas del Valencia y piden la Senyera para su cumple sueñan con ser Gayà.

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