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Off the record

La camiseta de Claudio

"Ahí sigue, en casa, con ese número 7 que era sinónimo de goles gritados al viento"

La camiseta de Claudio

La compré mucho antes de que el Piojo rompiera en estrella. Mucho antes de Van Gaal y el 6-0 a San Marino. Mucho antes de la Lazio y el segundo gran desengaño. Mucho antes de la goleada al Mallorca para el primer pasaporte al cielo de la Champions y de las lágrimas en la Avenida de Suecia porque otro Claudio, Ranieri, se marchaba. Ahí sigue, en casa, levemente deshilachada en las costuras, con su logo de Ford y un número 7 que era sinónimo de vértigo y goles gritados al viento. Ha sobrevivido al paso de las mudanzas y los cambios de temporada. Preside una caja rectangular de plástico transparente llena de recuerdos. Un cofre del tesoro en el que descansan otras camisetas que pertenecieron a jugadores de aquel Valencia de leyenda: Albelda, Aimar, Mendieta, Ayala€ Todas ellas fueron testigo privilegiado de aquellos maravillosos años. Una etapa de inocencia y locuras. De colas que daban la vuelta a Mestalla y viajes interminables a Málaga o Milán en furgoneta. La caja en cuestión se mantiene en una zona preferente del armario, siempre visible, porque tengo tendencia a la nostalgia y, sobre todo, porque un día se la enseñaré a mis hij@s, como parte del legado de un sentimiento que se hereda y al que no se renuncia. A ellos les contaré cómo lloraba y no podía ni hablar con su abuelo cuando llamé a casa desde La Rosaleda para contar que por fin éramos campeones. A ellos les contaré qué hacía en primera fila del balcón de la plaza del Ayuntamiento con una peluca naranja, micrófono en ristre, mientras Carboni ponía a prueba la garganta de media ciudad. A ellos les contaré cómo, algunos años después, sufriendo lo indecible en Almería, el Valencia volvió a la Champions gracias a un gol de Paco Alcácer.

Para toda una generación de sufridores, como lo fue la mía, el partido del sábado en el estadio de los Juegos del Mediterráneo supuso su particular Valencia-Mallorca. Aquella calurosa tarde de junio del 99 en la que una carambola clasificó al Valencia para la máxima competición continental por primera vez. Sucedió unos días antes de Sevilla, el probe Miguel y la obra de arte que Mendieta convirtió en el gol de nuestras vidas. Pocos imaginaban que el Atlético de Madrid, finalista de Copa aunque decimotercero en Liga, iba a ganar en Balaídos. Pero lo hizo. Un gol de Solari desató el delirio en Mestalla. Como esta temporada, hubo que esperar hasta el último suspiro. Como esta temporada, tercero, cuarto y quinto (Mallorca, Valencia y Celta) acabaron separados por un punto. Como esta temporada, habrá que jugar una previa. 180 minutos que nunca llegan, que condicionan la planificación deportiva durante el verano y que llenarán de «y si€» los tres próximos meses. Tampoco hay que desquiciarse. Posiblemente, el rival en la eliminatoria del próximo mes de agosto sea superior a aquel Hapoel Haifa contra el que jugamos con una horrenda equipación que parecía un pijama. Pero, analizando el nivel de los equipos que no serán cabezas de serie en el sorteo, el problema lo tienen ellos. No hay motivos para modificar el bloque que tan bien ha funcionado en este primer año de la «era Lim». A falta de conocer si Otamendi prioriza la lealtad a un club y una afición entregados o hace como el Piojo, el favorito será el Valencia.

Ha habido justicia. Es innegable la gran temporada que han realizado Atlético de Madrid y Sevilla. Han disputado muchos más partidos, alguno de ellos de tremenda exigencia, tanto en Champions como en Europa League o Copa del Rey. Llegan al epílogo con más kilómetros y horas de avión en las piernas. Pero su puntaje da más valor si cabe al que ha conseguido el Valencia, al que por cierto no han conseguido ganar ninguno de los dos. El equipo ha hecho una buena temporada, que será muy buena si supera el último escollo pendiente. Han sido casi nueve meses en los que los aspectos positivos „objetivo cumplido, evolución en el juego de la primera a la segunda vuelta, solidez defensiva, recuperación del nivel competitivo ante los grandes„ priman sobre los negativos „eliminación en Copa, bajo rendimiento de fichajes muy costosos„. Este enorme espaldarazo debería servir para que Peter Lim apuntale la plantilla con algunos refuerzos que generen una segunda unidad de garantías. Un lateral derecho de corte defensivo, uno o dos centrales (en función de la decisión que tome Otamendi), un mediocentro más físico que el que aporta la sociedad Parejo-André, un extremo zurdo y un delantero que proporcione descansos a Paco Alcácer y compita con Negredo por tener minutos.

Pueden parecer demasiadas incorporaciones, pero no son tantas. Sobre todo si tenemos en cuenta que la plantilla había quedado corta en enero y, fundamentalmente, que nos espera una temporada en la que el equipo tendrá muchas semanas con tres partidos. Hacen falta varios fichajes. Nuevos jugadores que, junto a los actuales, ilusionarán a esa generación a la que ahora le toca vivir el fútbol desde la pasión. Nombres estampados en esas senyeras que el Valencia paseará por Europa. Yo ya he reservado una, aunque no es para mí. Ya va siendo hora de bajar la caja de plástico del armario y dejar que otr@s la vayan llenando con sus recuerdos y su inocencia. Es ley de vida.

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