Noche de frustración en Mestalla. Si el duelo de anoche ante la Roma debe leerse como un ensayo previo para medirse al Mónaco „con las expectativas de todo un año en juego„, las conclusiones son desalentadoras. A lo máximo a lo que se puede agarrar el Valencia es a la actitud, irreprochable, y a sus rachas de fútbol torrencial con las que mantiene siempre vivos los encuentros. Pero en el fútbol las intenciones no son suficientes. En estas instancias son necesarias la clarividencia, la pausa, las dosis diferenciales de calidad. Con esas virtudes, la Roma del gran Francesco Totti, aplaudido por la grada, retrató todas las limitaciones del Valencia. La ineficacia local acabó degenerando en crispación y señales preocupantes.

Desde el inicio el Valencia trató de hacer lo que mejor sabe. Agitó el partido con una salida impetuosa, con una presión adelantada, robos y aperturas a banda que generaban ataques en tromba que obligaron a la Roma a encerrarse y achicar agua. Al furioso juego valencianista sólo le faltaba una mayor templanza y pulsaciones menos aceleradas a la hora de elegir el último pase y definir en las numerosas ocasiones de gol que se dispusieron. Las llegadas eran frecuentes por la banda, sobre todo la derecha, en la que desde muy pronto se vio que Feghouli estaba ante una de sus inspiradas noches felices que lo convierten en el mejor valencianista.

Ante ese entusiasmo, la Roma respondió con sutileza y calidad. La que conserva un mito viviente como Francesco Totti. Se acerca a los 40, su trote es lento y tiene las rodillas cosidas a cicatrices, pero la velocidad de su mente continúa intacta. Le bastaron dos toques para poner el partido muy cuesta arriba para el Valencia. En el minuto 7 con un pase de primeras rasgó a toda la defensa local y habilitó al habilidoso Gervinho para que encarara a Ryan. El australiano aguantó bien y se alió con el poste, pero el rebote fue a parar a Salah, que empujó a la red en su debut romanista.

En el minuto 24, tras una conducción de Gervinho a la contra era Totti quien definía con maestría para el 0-2. Como todo genio, el 10 giallorroso no pierde atención a los detalles fetichistas. Todos sus goles en Mestalla, en 2003, 2006 y 2015 han sido en la misma portería.

Antes y después, lo que se vio fue un Valencia superior en motivación e intenciones. Los dos reveses no amilanaron a los de Nuno, que continuaron volcados sobre la portería de Szczesny. Pero se chocaba una y otra vez con la puntería. Feghouli no llegaba a remates en el segundo palo, o a Paco Alcácer le faltaban escasos centímetros para rematar de primeras envíos de Rodrigo o Mustafi. Los centrales „Otamendi calmó los silbidos de minutos antes en la presentación„ también se sumaban al ataque. Cancelo, tras una dejada magistral de Feghouli, cruzaba en exceso, De Paul estrellaba la pelota en la cruceta „segundos antes del gol de Totti„ y una volea de Rodrigo pegó en la parte exterior de la red, con el portero rival a su merced.

Parejo y Feghouli dominaban la escena y el gol acabó llegando, por pura justicia. Soso, un dolor de muelas para su marcador Torosidis, sí acertó a finalizar una contra.

La segunda parte alterada con la lesión de De Rossi, el eterno lugarteniente de Totti. Keita entró en su lugar y volvió a pisar Mestalla, donde dejó huella en apenas seis meses. La tónica no cambió en exceso. De Paul (la mejor réplica de André Gomes en la plantilla), sirvió un pase picado a Paco Alcácer, que arrancó en fuera de juego por lo que quedó invalidado el remate final de Feghouli. La historia se repitió y, de nuevo, la Roma tiró de calidad para poner tierra de por medio. Gervinho desbordó a Mustafi y batió a Ryan de suave chut cruzado. Mateu Lahoz volvería a anular un tanto, esta vez al apreciar una leve falta de Cancelo sobre Torosidis, antes de dar el pase final a Rodrigo.

El Valencia se vio, entonces, atacado por los nervios, con una trifulca entre Gayà y Florenzi o un penalti muy claro en una patada salvaje de Otamendi a Gervinho. Fue entonces cuando Nuno y García movieron el banquillo. Demasiado tarde para solucionar una velada que manda otro aviso para la reflexión. Sobran ganas y falta fútbol.