Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Entrevista | Mario Alberto Kempes

"Mi ´senyera´ era de algodón del duro, pero si pesaba era porque llevaba en la espalda a toda mi hinchada"

"Mi ´senyera´ era de algodón del duro, pero si pesaba era porque llevaba en la espalda a toda mi hinchada"

Valencia, el mes de agosto, un Trofeo Naranja. Cuántos recuerdos...

Mi primer partido acá, en este club, fue en un torneo Naranja. Fue agradable porque debutaba, pero no fue agradable por cómo salieron las cosas. Pero de alguna manera sirvió para ir conociendo a la gente, al club. A veces se juzga precipitadamente, sin saber lo que puede pasar después. Pero bueno, del murmullito que se escuchó en esos primeros encuentros se pasó a una alegría que no se esperaba nadie. Ni yo mismo.

Llegó a ese primer partido con jet-lag, apenas aterrizado, estaba sin entrenar con Rosario Central... Así era complicado rendir...

No forcé mi salida de Central. Allá hicieron un referéndum, salió que sí. Yo seguía entrenando pero no jugaba, no me dejaban. El jet-lag en aquella época no era una excusa. Estaba con el sueño cambiado en aquel partido. Los primeros días me quedaba dormido después de entrenar, estaba despierto de noche. Eso se reflejó contra el CSKA.

Dicen que los inicios nunca son fáciles...

Yo no conocía casi nada del Valencia, aparte de lo poco que me había hablado del club y la ciudad Pasieguito. Aparte de eso, yo de Europa no conocía nada. Al día siguiente de llegar me llevaron a firmar el contrato a las oficinas, que estaban en la misma cancha, y Gomar, el gerente, me hablaba en valenciano. Me quedé de piedra. «¿Adónde me metí?», pensé. Yo creía que acá se hablaba en castellano. Son de esas pequeñas anécdotas cuando aterrizas en otro lugar.

¿Ya entiende el valenciano?

Nunca llegué a aprenderlo bien, pero sí lo comprendo.

¿Cómo fue lo del perdigón?

Unas perdices, en Motilla del Palancar. Fue algo cómico. Los médicos me preguntaron qué me pasaba en el estómago, tras la revisión. «Qué me va a pasar, nada». Me enseñaron unas imágenes con un punto negro en la panza, y me asusté. Al final me preguntaron si había comido algo raro. Dije que perdices. Aaaaah, amigo. Era eso. Lo único que me pasaba es que no había ido al baño.

Fue marcar contra el Celta, en la primera jornada de Liga, y acabarse el maleficio...

Sí. Jugué el Naranja contra el CSKA, el tercer y cuarto puesto contra el Hércules. En cada partido erré un penalti. Luego fuimos a Alicante a devolverles el favor. Peor todavía fue aquel partido. Después vino el primer encuentro de Liga, contra el Celta. Me acuerdo que con ellos estaba Fenoy, el arquero argentino. En la portería que da a la calle Juan Reglá le hice dos goles. Y a partir de ahí ya vino (levanta los brazos y suspira) una comunicación, entre Mario Kempes y el estadio. Ya empezó a mejorar todo.

Ya hubo una química...

Sí, una mayor complicidad. Ya empezaba a conocer mejor a los compañeros, habíamos tenido más entrenamientos juntos y salió bien.

Por fin le daba la razón a Pasieguito, que creía firmemente en usted.

Pasieguito era el único que me conocía. Ni Ramos Costa, el presidente, sabía quién era. Fíjate que Pasieguito empezó a seguirme leyendo noticias mías en El Gráfico. Leía las puntuaciones y los numeritos que salían de mi cada semana. Leía las crónicas de Central. Para él todo empezó como un experimento, se la jugó conmigo. Y creo que le retribuí.

En aquella época que un chico como usted, cordobés, del interior, tuviese predicamento en la prensa especializada de Buenos Aires sería como una señal de buen augurio.

Es posible. De Córdoba pasé a Rosario. En Córdoba jugábamos el campeonato Nacional y el Metropolitano. Había dos torneos. El Metropolitano lo jugaban los equipos de Buenos Aires, Rosario, Santa Fe... y el Nacional lo disputábamos los equipos del interior. En el 74 pasé a Central tras dos años en Instituto. Y ahí es cuando el Valencia empieza a seguirme.

Este club no se entiende sin un gen albiceleste. ¿Qué le ha aportado la argentinidad al Valencia?

Buenos resultados, sobre todo buenos resultados, porque en caso contrario no habríamos venido. Rendimiento, compromiso. Nadie se portó mal, no se ha faltado casi nunca al respeto, hemos sentido este escudo como nuestro, los argentinos. Cada nacionalidad da identidad a un club. El Barcelona ha sido más holandés. El Madrid tuvo alemanes pero ahora, uff, son las Naciones Unidas, allá cabe todo. Pero lo normal es haber tenido un referente por país.

Los argentinos parece que aportan, sobre todo, identidad.

El Valencia siempre se ha identificado más con Argentina. Cuando yo vine acá ya estaban Jesús Martínez, el Negro Valdez, el Ruso Adorno. Luego vinieron tantos. Ariel Ortega, el Piojo, Aimar, Kily, Pellegrino. Ahora De Paul, Enzo, Orban... No venimos ni por lindos ni por amables. Venimos para rendir, para ganar. Somos competitivos, queremos ser los mejores, salimos antes del caparazón del huevo.

¿Y cómo explica el fenómeno, generacionalmente tan fuerte, que significó Mario Alberto Kempes?

Lo que yo hice acá ya lo hice antes en Rosario y Córdoba. Yo no cambié mi forma de jugar. Pero le caí bien a la gente. Gracias a Dios apenas me lesioné. Y si en realidad estaba lesionado y tenía maltrechos los tobillos, al domingo siguiente igualmente jugaba. Un par de inyecciones y adentro de la cancha. En esto siempre hay dos partes: el que está jugando y el que está fuera, el ciudadano. Yo creo que lo compaginé bien. No fui renegón.

Ese impacto sigue hoy. Le continúan parando aficionados de todas las edades.

Hay hinchas del Valencia de 20 años que me dicen «no cambies nunca». Y sólo me han visto por Internet y en blanco y negro. O por lo que les han contado sus abuelos, sus padres... De alguna manera te haces querer. No porque sea algo que yo haya perseguido. Le nace así a la gente.

Es un síntoma de inmortalidad. De esos jugadores hay realmente pocos.

Es muy reconfortante. ¿Cómo lo puedo explicar? En Argentina la gente te puede llegar a odiar, con que te vayas de un equipo. Acá, el valencianista te quiere, te toma como algo propio, no creo que se llegue a odiar a nadie. «Mirá lo que hemos hecho por este jugador, lo que ha aprendido creciendo con nosotros, lo que ha hecho por nosotros...».

¿Qué recuerda de su vestuario? De los Arias, Subirats, Bonhoff, Carrete, Saura, Solsona...

Que éramos diferentes. Esto era otro pueblo. Ahora hay lujo. Antes todo era mucho más simple. Estaban las perchas todas juntas, no había divisiones, nos sentábamos en un banco normalito de madera. Teníamos atrás un cuartito con una mesa de masajes y pará. En el túnel jugábamos a fútbol-tenis antes de empezar. Entrenábamos a veces en la parte de atrás del estadio, en un campo abandonado lleno de piedras. Si te doblabas un tobillo, tenías para años de recuperación (bromea). Pero así era ese fútbol. No había excusas.

¿Cómo era ser entrenado por Di Stefano?

A Alfredo le gustaba ganar hasta a las bolitas. Se metía con nosotros en los partidillos. Tenía ese temperamento que a veces lo traicionaba, incluso. Como jugador y también como entrenador. Cuando se enojaba nos hablaba en lunfardo.

Haría usted las veces de traductor

Ni incluso yo lo entendía a veces. Los muchachos me decían «¿ché, qué nos dijo?» y yo no sabía qué decirles. Hablaba con expresiones de 40 años atrás. Otras sí las entendía, pero era mejor no decírselas a los compañeros. Alfredo fue un fenómeno. Un fenómeno social, adentro y fuera de la cancha. Hasta el día de hoy, y van a pasar 100 años más, Alfredo va a ser el mejor, siempre.

¿El mejor?

Es más, el único gran ídolo del Madrid que no salió por la puerta de atrás, fue Alfredo. Porque después, que yo conozca, ni Sanchis, ni Hierro, ni Raúl, ni Casillas han tenido una despedida apoteósica. Sólo Juanito, tal vez.

¿Di Stefano va más allá del debate Maradona-Messi?

A ver. Diego hizo lo que hizo. Y lo único que le falta a Messi es un Mundial. Pero para mi ya no le falta nada. Cruyff no ganó un Mundial y en esa misma mesa está. Messi ha ganado tantísimo, pero se compara cómo lo ganaron. Diego tenía un equipito, dicen, en comparación con el equipazo que tiene Messi con el Barcelona. No tiene nada que ver. Messi está siendo demasiado criticado con Argentina. Yo de él ya estaría cansado, con el sacrificio de que le puteen tras jugar 80 partidos acá. Si contra Alemania en la final no se ganó por mala suerte... Con el Barcelona de 50 disparos marca unas 51.

Se dice que Kempes fue el primer jugador que consiguió que un estadio coreara su nombre.

Sí, no fui el único. También lo experimentó Lubo, o el Piojo López cuando jugaba contra el Barcelona, que siempre era un festival. Sacaba el violín, Claudio...

Sí, pero usted fue el primero.

Es posible que fuera el primero. No le había pasado ni a Pelé ni a Cruyff. A Maradona sí, pero más tarde, en Nápoles. A veces todavía me resuena esa musiquita, la de los tiros libres. Keeeempes, Keeeempes... (emocionado).

De partidos memorables con el Valencia, ¿con cuál se queda?

Tengo una memoria selectiva errática. La final de Copa del 79 es uno de esos momentos lindos. Era la cuarta vez o así que jugábamos con la senyera. No es la senyera de ahora, más livianita, aquella pesaba, era algodón del duro. Pero sobre todo pesaba por lo que llevaba a la espalda. Llevaba a toda Valencia detrás, a toda mi hinchada. Demostramos, reafirmamos, que el Valencia siempre había sido copero. O remontarle al Barcelona en la Copa en semifinales fue más histórico, para mi, que salir campeón. O marcarle dos goles al Atlético que me llevaron a ser Pichichi. Le gané a Marañón.

En la final de la Recopa, en cambio, Di Stefano le sacrificó tácticamente.

¿En Bruselas? Sí. Me dijo «Mario, te necesito. Vas a tener que jugar de 9». Pero hacía como cinco años que no jugaba de 9. «No importa, te necesito ahí. Con vos, tres de rojo te van a marcar». Yo no iba a jugar, pero tampoco lo iban a hacer los tres defensas del Arsenal que estaban pendientes de mi. No hice nada, pero liberé a compañeros. Pasé hasta frío en aquel partido. Pateé un penalti y lo fallé.

¿Porque Mario Kempes de qué jugaba, exactamente?

Yo era un 10. Arrancaba de atrás, mantenía controlada la pelota. Era lo que me gustaba. Si no me venía la pelota en cinco minutos, me desesperaba. Aparte dentro del área yo tenía la desenvoltura del Lobo Diarte o, quizá, Negredo. Son grandotes pero se mueven bien. A mi me compraban a veces con Batistuta. Es de locos. Gabi deshacía los nudos dentro del área, yo los hacía.

¿Cómo interpretó los pitos de Mestalla, antes de irse? ¿Como un proceso natural?

Estaba lesionado, no me encontraban lo que tenía, pero salí por la puerta de atrás porque así lo quisieron los directivos. Simple y llanamente eso. O te vas por la puerta de adelante o la de atrás, así funciona el fútbol. Por eso hay que intentar irse cuando estás mejor, en la plenitud.

Sus compañeros hablan de usted, además de ser el jugador que tiraba del carro, como un tipo muy humilde.

No era lo mismo dentro que fuera de la cancha. Dentro era la estrella, pero nunca se me subió el humo a la cabeza. Yo viví con mi familia hasta que me casé. Con la fama eres la misma persona, con un par de insultos más. Yo tenía un R5 verde, no un Mercedes Benz. Con ese cochecito iba a todos lados.

Este Valencia es un equipo joven. ¿Le recuerda al Mario que vino aquí, con 22 años?

La juventud es algo relativo. En Argentina muchos chicos con 17 y 18 años están jugando en Primera y se ve normal y con 21 ya tienen experiencia. El Valencia necesita esa clase de jugadores para ir incorporándolos poco a poco y mezclarlos con gente experta. Esa mezcla de hambre y veteranía es lo más aconsejable.

¿Desde su experiencia les daría algún consejo?

Les diría que la desesperación no es buena, que debes respetar a los compañeros y al público como primera norma de convivencia. Cada vez que entras al campo debes darlo todo. Y cuidado con la noche. Ya no sólo en Valencia. Buenos Aires es grandísima y tienes un fotógrafo en cualquier esquina. Hay días para salir y para descansar.

¿Ve al Valencia como una realidad de presente?

El Valencia está intentando traer jóvenes para asegurarse el futuro de mañana. Pero estos jóvenes deben crecer rápido porque los objetivos son de presente. Nos jugamos ir a la Champions este mes. Todos han jugado ya en estadios de 50.000 personas. Los argentinos y brasileños son jóvenes pero en sus países cualquier cancha se te llena. No vienen novatos. Deberán adaptarse a la exigencia, al ambiente del calor húmedo de Valencia. Hay que acostumbrarse.

¿Se reduce la diferencia con Madrid y Barça?

El Atlético de Madrid abrió el camino. Esta temporada pasada la distancia no ha sido tan abultada y el Valencia ha ganado partidos a Madrid y Atlético. Se ha emparejado todo. El Barça no podrá usar en medio año sus fichajes, al Madrid lo veo de capa caída. Insisto en el Atlético, que ha estado dos semanas concentrado en la montaña. El resto se ha ido a jugar bolos en puntos dispares por los patrocinadores y eso no es bueno, ante una temporada larga. El Sevilla ha comprado bien.

Compartir el artículo

stats