Con otra tremenda pitada y con la megafonía a tope tratando de maquillar los silbidos, se retiró Nuno al vestuario. Mestalla la ha tomado con el técnico. Ni la victoria, la primera de la temporada en casa en Liga, aplacó la tensión. La relación está rota y ayer se evidenció. El técnico había pedido a la grada que aplazara al final del partido sus reproches y los aficionados así actuaron. Durante el partido, Mestalla empujó, recriminó, sufrió y disfrutó pero fue, cuando Clos Gómez pitó el final del partido, cuando los aficionados volvieron a expresar su malestar. A Nuno, tal como se vio cuando sentó a un lesionado Negredo para que saliera Rodrigo, se le mira con lupa.

El año pasado los resultados tapaban las críticas pero ahora ya no. Mestalla sí ensalzó el trabajo sublime de Mustafi. El alemán, autor del único gol del partido, se erigió en el líder de la defensa y desde ahí trató de liderar a un equipo al que, en la recta final, le volvieron a atenazar los nervios y las dudas. Desesperado, ya en tiempo añadido, el internacional trataba de arengar a la grada para que ayudara al equipo con su fuerza a mantenerse por arriba en el marcado.

La victoria, que debería ser balsámica, permitirá trabajar con una base diferente. La de la tranquilidad. Relativa. Nuno, que dejó a un lado los experimentos para apostar por la lógica, comprobó que con el 1-4-4-2 el equipo funciona mejor. Entre otras cosas, se reconoce así mismo. El técnico, al que las rotaciones están penalizando, alineó a sus mejores jugadores para tratar de ganar y recuperar la credibilidad perdida. En parte lo logró.

Con concentración y actitud, el equipo dio la cara y desde los primeros minutos conectó con la grada y recibió su empuje. Nada de reproches. Mestalla sabía su papel y lo desempeñó. «En las buenas y en las malas, contigo yo voy a estar», aparecía en una gran pancarta mostrada por la Curva Nord, el pulmón del equipo y quien orquesta los cánticos en Mestalla „no contra Nuno que sólo agradeció a ellos los apoyos al final del partido„.

Con Alcácer y Negredo en el ataque, el equipo tuvo mucha más mordiente, aunque fue Mustafi quien abrió el marcador tras rematar un gran centro de Bakkali. El Valencia, por fin, se ponía por delante en el marcador mientras desde la grada, en una pancarta, se recordaba que el éxito se consigue estando unidos. «Afición +Equipo=objetivo». Mestalla, con el gol del alemán, se olvidaba de lo ocurrido días antes. En el futbol se vive y se disfruta del momento y los más de 38.000 aficionados que anoche acudieron al estadio así lo hicieron. Una diversión de la que también participó un Alvaro Negredo que, en la recta final, se retiró con rampas en la pierna izquierda. Al delantero, sus botas nuevas, le ayudaron a reencontrarse con las buenas sensaciones.

El vallecano, tras dos partidos inédito, demostró su personalidad y jerarquía en un equipo que, con una presión adelantada y con Parejo y Enzo en el doble pivote, tuvo más verticalidad que en partidos anteriores. Sin embargo, en la primera parte, fue Jaume Domènech quien se llevó la ovación de la grada. El portero, en el tiempo añadido, voló a la escuadra derecha para despejar un chut de Rochina. Con aplausos, el Valencia se iba al descanso.

Este equipo, mucho más compacto, sí era reconocible. Con un explosivo Bakkali, quien por la mañana reconocía que con 19 años, tiene «mucho para crecer» porque aún no está «completo», el Valencia se lo pasaba bien. Un pinchazo en el muslo, cuando el cansancio era más que evidente, obligaba al belga a ceder su puesto a Piatti.

Lo que sí sacó a la grada de sus casillas fue la actuación de Clos Gómez. Sibilina. El árbitro interrumpió constantemente el juego y no dejó jugar ni a unos ni a otros, mientras los jugadores del Valencia le recriminaban su actuación. Y ahí, al ver correr las agujas del reloj, afloraron los nervios. Y las dudas. Y la rabia por ver que el Valencia no imponía su jerarquía.