Nuno sigue siendo el protagonista. El técnico desconcierta al equipo y su proyecto va sin freno hacia la derriba. Sus decisiones son, todas y cada una de ellas, inexplicables. A los jugadores los está enloqueciendo. Ayer se acabó jugando con nueve y la semana se aventura movidita. Con la alineación, movimientos en el dibujo, cambios y reflexiones trastorna a los futbolistas. Faltaban pocos minutos para las 19,15 horas cuando comunicaba a los jugadores la alineación. Sorpresa. Y mayúscula. Mat Ryan, lesionado desde el 31 de agosto, recuperaba la titularidad. Jaume Domènech, elegido mejor portero de la Liga, se iba al banquillo. Inexplicable. El cambio no obedecía a ningún problema físico del valenciano. Decisión técnica. El portero, el segundo menos goleado de la liga, el que ha salvado al equipo de muchas derrotas, miraba al suelo y asumía la decisión. No le quedaba otra. Desde el banquillo, el futbolista trataba de dar normalidad a la situación.

Nuno, una vez más, focalizaba la atención. ¿Juegan los que mejor están? A juicio del técnico sí. Sin embargo, la decisión de reemplazar a Jaume descolocó hasta a sus propios compañeros que, por méritos, consideraban que Jaume debía jugar. Pero Nuno decide y, con cada elección, se mete en un nuevo charco. De inicio, jugó con cuatro centrocampistas (Enzo, Danilo, Fuego y Parejo), y por acumulación defendió bien, pero ofensivamente la creación fue nula. Sin embargo, con la temprana expulsión de Cancelo, el dibujo cambió. Y empezaron las broncas y los reproches. Barbosa pasó a jugar en el lateral derecho y el centro del campo se ordenó con Parejo y Fuego en el doble pivote. Pero fue insuficiente.

El Valencia estuvo a merced de un Sevilla muy superior; de un equipo que presionaba con intensidad, que quería jugar, que buscaba el gol. Pero al Valencia la suerte, en esta ocasión, le acompañó ya que el equipo de Emery aunque se asentó sobre el área de Ryan pero no supo, o pudo, sacar renta a su total dominio. El Valencia, sólo defendía, no creaba. Un partido más, Paco Alcácer se convertía en una isla. El valenciano, constantemente reclamando el balón, apenas entraba en juego. Desquiciado se convertía, por el diseño de equipo hecho por Nuno, en un mero espectador. El Valencia, atemorizado, trataba de aguantar el chaparrón mientras Ryan se ganaba el suelo. El portero, que no evidenció el largo tiempo de inactividad, fue el mejor en unos primeros cuarenta y cinco minutos en los que el Sevilla le probó hasta en seis ocasiones. Sergio Rico, por su parte, ni tocó el balón.

En el descanso, Nuno consideró que con Vezo en el lateral derecho el Valencia defendería mejor. Para anoche, su idea era jugar con un centro del campo defensivo y decidió, prescindiendo de Santi Mina, recuperar su plan inicial con Enzo, Parejo, Fuego y Barbosa. Con diez, había que protegerse. Aguantar como fuera mientras el Pizjuán empujaba a su equipo hacia la victoria. Y en el minuto 50 llegó el gol. Sergio Escudero, libre de marca, tras recibir un pase perfecto de Ever Banega, chutó con la zurda y batió a Ryan. El partido ya no podía pintar peor. El Valencia, de nuevo, tenía que remar contracorriente dando la sensación de no llevar palas.

Nuno, desde la banda y con las manos en los bolsillos del pantalón, trataba de buscar una solución. Creyó encontrarla en Feghouli „al retirarse Enzo no quiso saludar al técnico„. El argelino, que ha venido jugando infiltrado por la fascitis plantar que aún padece, trató de dar más velocidad al juego desde la banda, pero corrió mucho y tuvo poca participación. El Valencia, mientras Emery se desgañitaba y corría de un sitio a otro de su área técnica tratando de ajustar a su equipo, entraba en depresión. Se intentaba pero no salía nada. El criterio había desaparecido. Ni una jugada trenzada. En cada falta, la imagen era la de los valencianistas con los brazos en jarra mirando el suelo, y la de los sevillistas compartiendo ideas para ir a «matar» el partido.

Con la expulsión de Fuego, y al tener que aguantar con nueve, el equipo desapareció. Y un dato: el Valencia no tiró a puerta.