­Mestalla asistía en el minuto 35 a una escena inédita. La pelota estaba en juego en el campo del Getafe y Aymen Abdennour levantaba los dos brazos durante diez largos segundos dirigiéndose a la grada. Un gesto de carácter con el que pedía ayuda y clemencia, y que también trasladaba el cabreo contenido por los silbidos y el reconocimiento del pecado que colgaba en el marcador como momentáneo 1-2. Era la forma con la que el central tunecino pedía perdón por la colección continuada de errores defensivos que permitían al Getafe soñar con lo que este año todavía no había podido alcanzar, una victoria a domicilio.

Mestalla, que tras el despido de Nuno está en una de esas fases de ánimo positivas, aplaudió la actitud. Antes del descanso, Abdennour arrancaría otra ovación tras ganar un duelo a Stefan. La indulgencia ambiental no obviaba que el partido del defensor estaba siendo de espanto. El relativo máximo provecho que de momento se han sacado a los 25 millones invertidos por él en verano se ha reducido a intentar sacar de sus casillas a Luis Suárez en la visita del Barcelona. Como heredero de Nico Otamendi sólo tiene el dorsal, el 23. Entre todas las imprecisiones destacó la que provocó el segundo tanto visitante, en el minuto 22: un arriesgadísimo pase centrado hacia el borde del área a Danilo, con el equipo estirado en la salida de la jugada. El mediocentro brasileño perdió la pelota en la presión y Lafita definió a placer.

Con concesiones tan grotescas, el Getafe, un rival trabajado con la paciencia de orfebre por Fran Escribá, obligaba a nadar a contracorriente al Valencia. Ante sus visibles deficiencias estructurales los locales reaccionaban con individualidades. La mano de Gary Neville se está notando en una de sus primeras apuestas, como la exuberancia atacante de Joao Cancelo. En unos tiempos en los que la tendencia es la de reciclar a extremos en laterales, para aprovechar su explosividad atacante con más metros por delante para sorprender las marcas rivales (casos de Bernat, Jordi Alba o Juanfran en el Atlético), el proceso con el lateral lisboeta es el inverso. Neville adelanta su posición para que, sin ataduras defensivas, se centre en las habilidades atacantes. Un envío suyo permitió recuperar una conexión perdida esta campaña, la de los goles con desmarque al primer palo y remate al primer toque de Paco Alcácer. Cancelo arrastra defectos de juventud, como cierta precipitación e individualismo, pero sus detalles „disparos desde la frontal, regates, pases al espacio, una chilena frustrada„ alegraban la tarde a los parroquianos. Con la lesión de Gayà se desplazó al lateral izquierdo, en el que fue igualmente decisivo, al iniciar la jugada del segundo tanto. En la reanudación se veía un Valencia algo más coordinado y constante, que se acercó a la victoria como al 2-3 de las contras del Getafe, en las que Lafita desafiaba la leve mejoría que experimentaba Abdennour. Es la realidad de un equipo instalado en una permanente montaña rusa.