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El borde del área

El sistema

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Por encima, o a la altura, de lo ocurrio ayer en Mestalla, la realidad del Valencia CF nos sitúa en esa «Radiografía de una crísis anunciada», como pude leer días atrás en estas mismas páginas.

Guste o no, todo se ha hecho tan mal por parte de la propiedad que por encima de un resultado puntual, muchos aficionados comienzan a tener en la cabeza la campaña de hace dos años con Pizzi en el banquillo. Comienzan a albergar esperanzas en las competiciones por eliminatorias, porque en las de la regularidad este equipo se ha empequeñecido a tal velocidad que no llega a hacerse sombra a si mismo cuando hacía un año le plantaba cara a los mejores y lo hacía tanto en Mestalla como fuera.

Llegados a este punto, he decidido partir de la autocrítica para pasar al factor externo (que en buena medida es interno también, y luego me explicaré).

El sábado en Cornellá volvió a pitar González González. Para quienes no conozcan al ínclito muchacho, les diré que es el colegiado que se inventó un penalti y una expulsión en Ipurúa y que con la dictatorial anuencia de los Comités dejó una semana a Orban fuera de combate (justamente el partido que hizo lesionarse a Gayá, el del Getafe). Es el mismo que dos semanas más tarde, el día del Boxer Day (sí, sí, no «Boxing», es España es el «Boxer day» o día del gallumbo. Porque poner futbol en días laborables toca los ...) masacró a la Real Sociedad en el Bernabeu. Y su premio es seguir pitando.

Como el premio es seguir pitando para Vicandi Garrido que masacró al Betis en el Camp Nou hace dos jornadas, o para Iglesias Villanueva que machacó al Rayo en el Bernabeu.

Los colegiados se sienten protegidos e inmunes a la crítica (sanciones para Jémez y Mel por atreverse a levantar la voz) y saben perfectamente qué hacer para vivir cómodos en primera división e incluso llegar a la internacionalidad (donde se rasca un buen dinero). A final, los colegiados son los que el sistema da. Entran dentro del circo montado de una liga a la que le interesan diecisiete pobres, una anomalía en el Matrix (el Atlético) para justificarse, y dos clubes inmensamente ricos para ser atractivos a la TV. Esa TV que da los dineros que tanta falta hacen en los clubes ahogados. Esa condición de limosneros arrastrados les hace vender su alma al diablo por unas migajas sobrantes del pastel.

Es un sistema bien pergeñado por «Súper Javi». Como se decía en la transición española, «todo está atado y bien atado». Y mientras la clase media alta (Valencia, Villarreal, Sevilla, At. Madrid y Ath. de Bilba) sigan callando y defendiendo sus intereses personales por encima de los globales van a ser tan cupables por omisión como el cerebro del sistema. Por cobardes, y por cómplices.

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