­Amante del buen juego que él mismo practicaba „algo que en el Levante pudieron comprobar„, trabajador meticuloso e incluso excéntrico. Quique Setién es un hombre poco común dentro del mundo del fútbol. Desde Santander a Las Palmas pasando por Guinea, una experiencia en África que sólo duró un partido pero que aportó muchas cosas a un entrenador que ha recibido demasiado tarde su gran oportunidad en Primera (a los 57 años).

Se ganó a pulso un puesto en la élite de los banquillos. Con el Lugo realizó un máster y allí le agradecen cómo cambió la filosofía de un club que esperó casi 20 años para volver a estar en Segunda División. Con el técnico cántabro volvieron a disfrutar de la categoría, pero la exigencia de Setién provocó que incluso se pensara en el ascenso a Primera. Ese es el reflejo de un hombre que está lejos de la palabra conformismo.

En Las Palmas pensaron en él rápidamente tras el cese de Paco Herrera. Meses después la clasificación todavía no evidencia el cambio que ha dado un equipo que disfruta del fútbol técnico y que se sitúa como si fuera un tablero de ajedrez. Esa es la gran pasión de Setién y en ella invierte muchos momentos que le ayudan a sosegar la presión de su cargo.

Del ajedrez Setién se ayuda y lo lleva al fútbol. La estrategia, el orden y las ganas de llevar la iniciativa son algunos de los axiomas de la UD Las Palmas. Araújo y Jonathan Viera son sus piezas más importantes, pero, alrededor de ellos, ha creado un equipo que ya en Mestalla realizó un fútbol de lujo. Con el entrenador, Vicente Gómez y Roque Mesa se han convertido en líderes de un centro del campo que se divierte y entretiene. Otra de las recetas de Setién es la de fomentar el grupo. En la Copa lo ha demostrado y ahora está preparando cómo hacer un jaque mate ante Gary Neville Neville.