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Si Neville comentara a Neville

Si Neville comentara a Neville

En la era Twitter hay una necesidad inevitable de ejercer de comentaristas. Todos lo hemos acabado siendo, una deriva hacia el parloteo. Y blablabla. Los comentaristas profesionales son sometidos a la fiscalización atroz del tuitero. «Ponte tú, listo», debería arrearle alguno al tuitero, cesando de sus funciones en directo.

Míchel, el de «Suena Míchel», un entrenador que epata a Madrid sin que todavía sepamos los motivos, sentó las bases de su hiperactiva carrera como míster profiriendo frases en la televisión pública y en formato, de 140 caracteres. Un adelantado a su tiempo. Hay varias citas gloriosas que han acabado coleccionándose: «Yo creo que en este partido o empatan o gana uno de los dos», «ese cuerpo a cuerpo ha sido puramente físico», «es un partido de ataque voraz que se ha instalado en el cerocerismo», «una cosa es cortar el juego y otra cortar piernas». O el cénit de su fraseología: «El Valencia es incapaz de meter ningún gol porque hay un Toldo bajo la portería». Brillante, muy brillante.

Definitivamente ser comentarista profesional es una tarea ardua de la que se suele salir malherido. Por eso tiene más mérito que Gary Neville, analista consumado, fuera considerado un comentarista tan bueno para el pueblo británico, leyendo lo que otros no leían. Tanto que esa virtud fue el principal edulcorante con el que justificar su contratación incomprensible como entrenador del Valencia. Neville es un líder y un gran comentarista. Con eso, qué importará el resto.

Pero sí importa. El jueves, contra Las Palmas, un rival con un karma complicado para el Valencia, todo el relato de Neville comenzó a desintegrarse. Son esas citas decisivas por el que un amor posible deja de serlo. Neville, ojalá sea capaz de revertirlo, ya no resulta creíble para el ciudadano de Mestalla. El jueves los cuentos se acabaron. Se nos rompió el amor de usarlo tan poco.

Me pregunto qué diría el Neville comentarista de un equipo dirigido por el Neville entrenador. Y esa bicefalia seguramente acabaría descifrándose así? El Neville comentarista opinaría que el equipo de Neville está desconcertado, es previsible, con un logro insólito: es habitual que el efecto del entrenador nuevo empine el ánimo de los futbolistas. Pero aquí, ni eso.

El Neville comentarista vería que el Neville entrenador ha compuesto un equipo diferente al interior e igualmente plano, donde ni su supuesto liderazgo vale para que los futbolistas se atrevan. El vestuario no tiene sílabas tónicas, excepto Alcácer, y pronuncia los partidos sin ninguna fuerza. El Neville comentarista posiblemente anunciaría la poca culpa del Neville entrenador, escogido en un momento muy inoportuno, pero al mismo tiempo destacaría su nula influencia para provocar alguna variación en un grupo que se siente pequeño y acomplejado.

El Neville comentarista también reseñaría el intento del Neville entrenador por meterse en fregados geoestratégicos y acabar dándole la vicecapitanía a un delantero, Negredo, cuya representatividad debería tender al cero visto sus precedentes con el equipo. De estar excluido del grupo, a liderarlo. Las variaciones en el Valencia se notan más fuera que dentro del campo.

El Neville comentarista quizá creería que el Neville entrenador roza más la impotencia que la impericia.

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