Aunque solo fuera por la insistencia de probarlo todo, Gary Neville se congratuló del punto obtenido en el descuento de Riazor como si fuese oro. Un cabezazo de Negredo para frenar la caída libre del Valencia, ese viaje a ninguna parte. Un empate que es muy poco en sí mismo (cinco puntos de 28 para Neville), pero un mundo en el aspecto anímico, necesario para afrontar de otra manera la vuelta de la Copa el próximo jueves ante Las Palmas en el estadio de Gran Canaria. El vestuario celebró el punto como un gran triunfo porque, de otro modo, se veía camino del destierro.

Neville le ha dado mil vueltas al Valencia desde su llegada. Desde su fugaz enamoramiento de «Little Silva» (Fran Villalba) hasta su apuesta por un perfil contrario (Zahibo, superado ayer por la madurez de Mosquera). Desde el entusiasmo por Rodrigo hasta su suplencia en las últimas jornadas. Desde la recuperación de Rodrigo de Paul hasta su desaparición de las alineaciones. Desde el castigo por bajo rendimiento a Abdennour hasta su rehabilitación en los dos útimos partidos (ayer salvó con varios cortes la sentencia del Deportivo a la contra). Y lo mismo ha sucedido con los sistemas. Es cierto que ha estado muy condicionado por las bajas, pero sería conveniente agarrarse a unas ideas claras. Las ha tenido en el brazalete. Advirtió la tibieza de Parejo en los momentos de dificultad y optó primero por Alcácer y después por Negredo. Este va afilándose poco a poco: ayer cruzó demasido el disparo al principio del choque y cabeceó a gol al final un centro desde la izquierda de Parejo.

Liberado de la responsabilidad de la capitanía, el centrocampista madrileño recordó una de sus señas de identidad: un magnífico centro combado que acabó en las redes. Parejo tiene mala prensa en Mestalla, se ha convertido en una especie de tiro al plato, pero es el único capaz de inventar un pase de gol. El Valencia lo necesita para recobrar la compostura tanto en la Liga como en la Copa. Y Neville lo sabe.

Después de un cuarto de hora equilibrado, con un Valencia suelto en ataque y firme en defensa, Mosquera, el mediocentro del Depor, descubrió el punto débil valencianista: la salida de balón de Zahibo. Bastaba con presionar al joven mediocampista francés para desestructurar al conjunto de Neville. Y encontrarle las cosquillas. Fue a la espalda de Zahibo, precisamente, donde recibió Luis Alberto. El elegante mediapunta sevillano, con tiempo y espacio, solo hubo de trazar un pase en diagonal hacia la carrera de Lucas Pérez por el centro de la zaga visitante. El delantero gallego se coló entre los dos centrales, dribló a Ryan y marcó a puerta vacía, su decimotercer tanto. Vaya pareja de atacantes: Luis Alberto y Lucas Pérez. No son grandes nombres, pero sí dos futbolistas de primera con trayectorias duras que han sabido superar. Futbolistas en su madurez, eso que tanto echa de menos el Valencia. Abdennour le echó la bronca a Zahibo por haber permitido el pase de Luis Alberto.

El Valencia volvió a ser el equipo indefinido de las últimas citas. Se lastimó Barragán en el arranque del segundo tiempo y, descartado Cancelo por molestias musculares, su sustituto fue Vezo. El desconcierto era tal que Abdennour se atrevió a sacar un córner desde la derecha del ataque valencianista. El cambio de ritmo de Lucas Pérez dejó en evidencia a Mustafi y Abdennour, por esta vez, tapó las carencias de su colega alemán.

Sin desborde por ninguna de las dos bandas (otra vez Santi Mina chocando contra los defensas), Neville probó el último cuarto con Bakkali y Rodrigo. El primero fue el más incisivo por la izquierda. Víctor Sánchez cambió toda su banda derecha para pararlo. La insistencia de Bakkali tuvo premio. No por su parte, pero sí por su lado. Allí acudió Parejo, cuando agonizaba el encuentro, para meter un centro enroscado, a pie cambiado, que fue agua bendita para Negredo. Y un cambio de perspectiva para este Valencia tan limitado.