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Un manager inglés descansa en paz en Valencia

Blackpool es una ciudad costera del oeste de Inglaterra, cercana a Liverpool. Sus vecinos siempre han convenido que su nombre, black black, tiene que ver con un canal de drenaje que atravesaba la población, una mina de turba. Liverpool en negro, les maldicen. Su equipo de fútbol sin embargo tiene un color que exclama. Visten de naranja pleno. Reciben el apodo The Tangerines, las mandarinas. En algunos episodios de su historia los peores rivales les terminaron lanzando naranjas como al actor malo acribillado a tomatazos.

El Blackpool es un club mediocre que en los años 20, tres décadas después de fundarse, conseguía logros pioneros. Avanzaba bravo en la FA Cup y ganaba la Division Two quedando por delante del Chelsea. En esos años el club estaba gobernado por un hombre puntiagudo llamado Albert Hindley.

El Blackpool en estos últimos tiempos es un club masacrado. Tras ascender a la Premier en 2010 ahora languidece entre los últimos de la tercera división inglesa y no parece levantar cabeza. Sus accionistas está inmersos en una gresca preocupante. Un empresario letón con el 20% de las acciones ha denunciado a los propietarios principales, Karl y Owen Oyston, padre e hijo, por desviar fondos del club a cuentas privadas. "Sin comentarios", respondieron las fuentes oficiales del Blackpool ante el escándalo.

En Valencia hay un cementerio protestante, el cementerio británico, a unos pasos del general. Están enterrados cerca de 350 cuerpos, ilustres british de los que apenas se ha sabido nada. Es un recinto habitualmente cerrado y casi siempre enmudecido. Es el principal testimonio funerario en la ciudad del desarrollo industrial y la construcción del puerto, participados por destacados ingenieros ingleses. En 1850 comenzaban vía marítima las exportaciones de naranjas desde Valencia a Liverpool y pronto sería evidente que la ciudad necesitaba mejores instalaciones portuarias para aprovechar ese dorado.

Albert Hindley, que en los años 20, siendo treintañero, había dirigido al Blackpool, un impulsor para el club, solía pasar parte de sus veranos en la ciudad de Valencia. Visitaba furtivo Mestalla cuando podía. En 1962 estaba nuevamente de vacaciones en la costa cuando un ataque al corazón lo fulminó de repente. Tenía 70 años. Lo llevaron al cementerio británico. El que fue jefe de Las Mandarinas de Blackpool descansa aquí desde entonces. Es probable que lo haga eternamente.

En alguna ocasión Blackpool y Valencia CF, mandarinas todas, deberían encontrarse y recordar la anónima presencia de Albert Hindley.

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