Gary Neville se sentará en el banquillo del Benito Villamarín el próximo domingo. El Valencia ha decidido no prescindir de él, de momento, pese a la humillante goleada del Camp Nou (7-0) y tampoco lo va a hacer hoy, ni mañana. Teniendo en cuenta la premura del partido ante el Betis, el club de Mestalla ha condicionado el futuro del técnico inglés a lo que acontezca sobre el césped ese día. Una victoria le daría vuelo para la semana siguiente, a la espera de mejores noticias; una derrota o un empate supondría su sentencia. No tiene, por tanto, margen de error. Los motivos para no confiarle el equipo para lo que resta de temporada se multiplican: a sus desaciertos en la pizarra y su corto recorrido en los banquillos, se une su falta de habilidad social con el vestuario. Más allá de que un intérprete ha de traducir las instrucciones que imparte a los futbolistas, sus lazos con los jugadores son extremadamente finos. Es lógico que el miércoles, al regreso de Barcelona, medio aislado del resto con la música de los auriculares, buscase miradas de complicidad desde la primera fila del avión. Su postura forzada, los ojos vidriosos y una sonrisa nerviosa mostraban a un Gary Neville inseguro y solitario. Al niño asustado, pero orgulloso, que todos llevamos dentro.

Las lesiones tampoco han acompañado al técnico inglés, que ha perdido a Alcácer y Enzo Pérez, dos piezas fundamentales del equipo, en momentos decisivos. A Feghouli lo recuperó el domingo pasado y no ha podido disponer, aún, de Javi Fuego, futbolistas clave en la temporada pasada. Con todo, un hilo muy fino, casi invisible, sostiene a Gary Neville como «míster» del Valencia. Su balance al frente del equipo es decepcionante: no conoce la victoria en los 8 partidos de Liga que lleva en Mestalla, con sólo 5 puntos sumados de 24 posibles. Pese a haber clasificado al equipo para las semifinales, la actuación en la Copa no pasa de discreta. Sólo ganó al Barakaldo, de Segunda B,al Granada y a la UD Las Palmas. Sólo lo hizo con solvencia ante el conjunto andaluz (7-0 en el total de la eliminatoria).

Las pocas luces que mostró el Valencia con la llegada de Gary Neville se apagaron muy pronto. Un segunda parte aseada en Villarreal, pese a la derrota, y poco más. Sus limitaciones para dirigir al tercer equipo con más títulos de la liga española han quedado al descubierto domingo tras domingo. Si otros entrenadores que llegaron en situación de urgencia consiguieron mejorar en su día las prestaciones del equipo, con Gary el rendimiento individual y colectivo ha ido a la baja. Ni ha encontrado una alineación tipo que dé resultados ni ha dado con la tecla en los aspectos tácticos. No existe un patrón de juego que le identifique. A eso se suman las pobres prestaciones varios futbolistas, llamados a tener peso en el equipo. Es el caso de Parejo, André Gomes, Piatti, Rodrigo y el más flagrante, el de Negredo, al que el técnico inglés no ha podido recuperar. Su insistencia con los jóvenes Santi Mina y Danilo merecen otro apartado. Al primero, muy inmaduro, decidió dejarlo fuera el domingo pasado. Con el brasileño continúa insistiendo, pese a que está muy lejos del perfil que se le exige a un mediocentro del Valencia.

Tampoco hay un criterio claro con los chavales del filial. Ha probado a Zahibo sin éxito, después de borrar del equipo a Fran Villalba y a Diallo tras la victoria copera en Granada.

El desconcierto que vive el Valencia con Mister Neville se vivió en el viaje del martes a Barcelona. Un equipo con muchas desconexiones en el vestuario, donde ni siquiera los galones están bien definidos. Hasta cuatro futbolistas han lucido el brazalete en sus dos meses de estancia: Parejo, Alcácer, Negredo y Mustafi.