26 de octubre de 1992. Usted corre solo hacia la meta de Roberto, en El Sadar, el portero lo derriba y el árbitro, Díaz Vega, pita el final. ¿Qué sintió?

Que no fue justo, deberíamos haber tirado el penalti y yo, lógicamente, lo habría marcado.

Ahora Díaz Vega es uno de los jefes de los árbitros españoles.

Sí, lo sé. Estoy seguro de que si lo viera ahora se daría cuenta de que debía haber dejado seguir.

Seis años estuvo en el Valencia, 77 goles en 184 partidos.

Fútbol de alto nivel en el que me pasaron muchas cosas: muchos goles, asistencias, mucha guerra con los defensas... Me quedo con mi primer gol, en Valladolid (0-2). Acababa de llegar y fue mi primer partido como titular.

¿Cómo fue su llegada al Valencia?

Me encontré con Arturo Tuzón, Roberto Gil, Rodri...Yo lo tenía muy claro: había tenido un año antes una oferta de un club alemán, pero quería jugar en España. Llegué a un club de un fútbol 100% profesional; el búlgaro no lo era tanto. Salí muy joven de Bulgaria, a los 22 años, en una época en que el régimen comunista no dejaba salir a los futbolistas hasta los 29 años. Rompí el candado. Después salieron Stoichkov, Kostadinov, Balakov...

¿Por qué le dejaron salir a usted y a los demás no?

Por el dinero, supongo, el Valencia pagó al CSK 1.100.000 dólares.

¿Siempre jugó en el CSK?

Sí, en los infantiles del CSK, mi padre y mi tío ya jugaron allí. Formaban pareja de centrales, salvo cuando uno de los dos tenía ganas de correr y pasaba al centro del campo. Seguí la tradición.

¿Cómo aprendió español tan rápido?

Soy un tío muy listo, hombre, muy inteligente. Lo tenía muy claro antes de venir al Valencia y lo preparé. Llegué a Mestalla con dos diccionarios bajo el brazo: uno de español-búlgaro y otro de búlgaro-español.

Vine empezada la Liga, en septiembre, y compartí habitación con Voro. ¿Conoces a Voro? Bueno, él tampoco me ayudó mucho con el español (jajaja).

¿Por qué le hablaba valenciano?

Claro, había una atmósfera muy buena en aquel equipo.

¿Pero no tuvo un pique con Fernando por la capitanía?

Ningún pique, yo estaba encantado de jugar con Fernando. Cuantos más jugadores importantes, mejor.

Aquel equipo de Guus Hiddink jugaba muy bien. ¿Qué le faltó para ganar títulos?

Nos faltó rematar la faena. Y ser más agresivos fuera de casa. Éramos un conjunto con un buen entrenador y buen ambiente. También había una estructura sólida por parte de la directiva.

¿De qué entrenador aprendió más?

De todos: Espárrago, Parreira, Hiddink... Puede que Hiddink fuera el más vistoso, practicaba un fútbol más estético.

¿El mejor jugador de aquel equipo?

El conjunto era lo más importante y cada uno tenía su obligación. Dos años después de mi fichaje, llegó Pedja Mijatovic, y la gente española era muy buena: Fernando, Voro, Giner, Nando, Roberto, Álvaro... También llegó el brasileño Leonardo.

¿Cómo consiguió ganarse a la afición de Mestalla? ¿Carisma?

Con mucho trabajo y sacrificio. La gente lo agradecía. Yo también quiero a esa afición y la conozco.

Sin embargo, ahora hay jugadores silbados por la grada. ¿A usted no le abuchearon?

Cada jugador ha tenido momentos más o menos irregulares. Supongo que algún día me habrán silbado. La afición del Valencia es muy crítica, pero lo da todo. Cuando a uno le silban debe tocarse la cabeza y preguntarse qué está pasando.

¿En qué parte de Valencia vivía?

En distintas partes. En la avenida Aragón (allí hay un restaurante muy famoso, Aragón 58), en el Monte Picayo...

¿Qué hay de cierto en su fama de juerguista?

Claro que no. Yo nunca me he escondido cuando he salido a fumar o a tomar una cerveza o a ver un partido con mis amigos...

¿La selección búlgara era muy fumadora?

Fumaban algunos pero siempre se ha fumado en los vestuarios, en la mesa de masajes, en los baños, pero no solo Bulgaria, en todos los equipos.

También hay una leyenda sobre lo mucho que cuidaba su cuerpo.

Sí, tenía un gimnasio en casa para el trabajo extra. Me he cuidado muchísimo: un menú deportivo, vitaminas... El resultado se ha visto en el terreno de juego.

Para quienes no lo hayan visto jugar, ¿cómo se definiría?

Un delantero (zurdo) no típico, porque me gustaba, más allá de meter goles, caer a banda, participar en el juego... Era rápido.

¿Algún delantero actual que se le parezca?

El Ibrahimovic de los últimos tiempos, el que trabaja más para el equipo.

¿Cómo llevó la enfermedad que sufrió en febrero de 1994 (cáncer de testículo)?

No pasa nada, tienes que ser fuerte mentalmente y todo se arregla. Depende todo casi de ti. Después de cuatro o cinco meses volví a jugar, a marcar...

Esa temporada salió del Valencia. ¿Se marchó por la puerta de atrás?

No, no, me fui por la puerta grande, nunca por la puerta de atrás. El club no me quería renovar y yo quería trabajar. Me tuve que buscar la vida, aunque mi prioridad había sido el Valencia.

¿Por eso llegó, tiempo después, a las manos con Paco Roig (el 21 de febrero de 1996, en un partido de Copa en Mestalla entre el Valencia y el Atlético, nuevo club de Penev, el jugador búlgaro y el entonces presidente valencianista se cruzaron e intercambiaron puñetazos)?

No, qué va, con Paco Roig fue por unas entradas de la Copa del Rey contra el Deportivo. Ahora nos vemos en Mestalla y tenemos buena relación.

Aquella «final del agua», ante el Dépor, en 1995, se les escapó por...

Si no se llega a suspender por la tromba de agua, íbamos a ganar el partido. En los 10 minutos restantes jugados unos días después no entramos concentrados al partido. Demasiado relajados. Y nos sorprendieron.

Y entonces ficha por el Atlético de Madrid que, curiosamente, ganaría ese curso el doblete, la Liga y la Copa, por delante del Valencia.

El Atlético fichó muy bien ese año y formó un equipo muy competitivo. Tenía mucho carácter: un equipo comparable al actual Atlético. Simeone era igual como jugador a como es ahora como entrenador. Tampoco me marché del Atlético por mi culpa.

De ahí, dos años al Compostela y, finalmente, al Celta, otro gran equipo.

Es el Celta de Víctor Fernández como entrenador, con maravillosos jugadores como Makelele y Míchel Salgado, que los traspasamos al Madrid. Además, Karpin, Mostovoi, el israelí Revivo... Estoy muy satisfecho de mis 11 años en España. Rendí al máximo y me perdí muy pocos partidos.

Tras entrenar tres años a la selección búlgara, ahora dirige a un equipo de Segunda búlgara. ¿Cómo es el Penev entrenador?

¿Me viste como jugador? Pues igual. Agresivo, exigente, me gusta que traten bien el balón, que tengan carácter, que juguemos lo más cerca de la portería contraria, cuidar la posesión de balón, la estrategia... intento ser un maximalista, abarcarlo todo.

¿Ha seguido al Valencia?

Claro que lo sigo y me duele mucho que lleve tanto tiempo sin irle bien las cosas. Mestalla es un campo complicadísimo para el contrario y luego para la gente de la casa que no está involucrada, desde el utilero hasta el dirigente. No todos sirven para jugar, entrenar o dirigir en una ciudad y en un club tan especial como el Valencia. No todos encajan. La afición del Valencia no es tonta y defiende a muerte al equipo.