Ya lo advertía Lubo Penev en una entrevista en este periódico, como si fuera premonitorio: «No todos sirven para jugar o entrenar en el Valencia. Es un club especial». Y a tenor de tantos fracasos acumulados en la presente temporada, el ídolo búlgaro apuntaba directamente a los protagonistas de la actual plantilla de Mestalla. Neville volvió a malinterpretar lo que necesitaba el equipo en el tramo final y el Celta acabó arrollándolo.

El Valencia volvió a jugar una hora aceptable, como ante el Athletic en Liga o el Atlético de Madrid, pero también volvió a desfondarse en el trecho decisivo. Cuando el equipo necesita la intervención del entrenador para que le dé el impulso definitivo, se le ve el cartón al técnico inglés. No es un lince Neville para los cambios. Primero retiró a Rodrigo, el único con capacidad para desbordar, por un Feghouli desmotivado (sigue sin renovar y pide cuatro millones limpios por temporada). Y poco después, al enseñar el dorsal de Alcácer para que entrara Negredo, Neville desató la tormenta: el público, que quería juntos a los dos delanteros, arremetió contra el técnico. El Celta, oliendo la sangre, puso en marcha a su trío de ases: centro de Nolito, dejada espectacular de Orellana y disparo de Guidetti. Y la lesión de Gayà, con los tres cambios hechos, completó el hundimiento. Solo Ryan evitó la goleada.

La gente quería a Alcácer en el campo no por capricho, sino porque transmite sensaciones de poder marcar, justo lo necesitaba a toda costa el Valencia (de hecho ya marcó en la primera parte y el árbitro invalidó el gol por un inexistente fuera de juego). Mestalla ha sido infinitamente generosa con este entrenador, Gary Neville, y con el propietario, Peter Lim. Tras los goles celestes, una parte del estadio arrancó el cántico contra el técnico y, levemente, contra el dueño.

Neville, en porcentaje de puntos, es el peor entrenador en Liga de los 97 años de historia del Valencia: ocho derrotas, cinco empates y solo tres victorias. Pero no parece muy afectado. Entiende que él ha puesto toda su pasión y conocimientos al servicio de la entidad en estos tres meses. Y es cierto. El reto le ha venido muy grande, pero no por falta de interés ni de entusiasmo. Simplemente no ha podido con esta plaza. Sin embargo, Peter Lim no está dispuesto a despedirlo. A pesar de que un cambio podría resultar catártico: con Voro o Pako Ayestarán en el banquillo, Mestalla volvería a soplar a favor.

El calendario se empina cada vez más: el próximo duelo, ante Las Palmas, en Gran Canaria, pilla al conjunto de Quique Setién en el mejor momento de la temporada, convertido el partido por parte del club en «el día de los aficionados». De los otros siete rivales, cuatro están clasificados entre los cinco primeros: Barça, Madrid, Sevilla y Villarreal.

El Valencia entró ayer al partido con la misma disposición del pasado jueves ante el Athletic en la Liga Europa. El once era el mismo salvo Siqueira en lugar de Gayà y Alcácer en el de Negredo. Pero la adrenalina no era la misma. Y las prestaciones de los jugadores, tampoco.

El Celta, poco a poco, fue imponiendo su telaraña de pases en la zona de tres cuartos. El Valencia achicaba agua como podía, exprimiéndose Javi Fuego, guardián de los errores defensivos de sus compañeros. Respondió Ryan con agilidad para repeler con los puños los disparos de Orellana.

Al Valencia le quedaba el contragolpe. Le salió uno a la perfección entre Santi Mina, Rodrigo y el remate con la zurda de Alcácer, mal anulado por el juez de línea. Los delanteros viven siempre al límite. Al límite del fuera de juego. Al límite de sus fuerzas y de su estado de ánimo. Y últimamente a Alcácer la moneda le sale cruz.

Danilo dejó detalles espléndidos tras el descanso (un regate a Wass con la espuela y un zurdazo ligeramente alto), pero le falta estar a la altura de sus condiciones (quizá un entrenador que supiera explotarlas, alguien que le diga a escasos centímetros de la cara lo bueno que podría ser). Javi Fuego también se creció en ataque en el segundo periodo. El gol estaba cerca. Y eso pensaba Neville cuando preparó la entrada de Negredo. Pero una vez más el entrenador inglés tocó la tecla equivocada. Giró el aliento de Mestalla en un huracán y el Valencia se fue a la deriva. En pleno proceso autodestructivo, Gayà hubo de marcharse lesionado. El Celta encontró una autopista para la goleada. Se interpuso Ryan, aunque no evitó la enésima frustración de la temporada. El Valencia se acerca al abismo y ni Lim ni Neville parecen darse por aludidos.