Esta es su tercera etapa en Mestalla. ¿Cuál diría que es la peculiaridad del Valencia como club?

La peculiaridad del Valencia es la inestabilidad.

¿Va intrínseca esa característica al club?

Sí, sí.

¿Es algo que vaya con el carácter de los valencianos, quizás?

No lo sé. Quizás por los años en los que había esas disputas de poder, que fueron mantenidas en el tiempo, y eso genera inestabilidad.

Pero ahora no hay disputas y la inestabilidad sigue ahí.

No, yo creo que ahora no hay disputas pero tampoco se ha encontrado el camino. Ahora hay condiciones que te pueden hacer pensar que se pueda generar, pero estamos todavía al inicio del camino.

¿Esa inestabilidad puede entenderse también como combustible del inconformismo?

Podría ser. La inestabilidad puede deberse también a que uno sea inconformista y autoexigente. Yo mismo tengo ese punto de insatisfacción permanente, que no sé si es una de mis virtudes o defectos. Me gustaría irme a casa con la mitad de la labor finalizada y sentirme satisfecho. Cuando existe la insatisfacción hay margen para la exigencia porque la gente piensa que se puede perder lo que ya se tiene.

Hay que saber convivir con el miedo, no ignorarlo.

Completamente. Hace poco, hablando con Carragher, me contaba una anécdota de Ferguson. Escribió una nota a un entrenador, del que obviaré el nombre, que había firmado por un equipo de Premier. La nota decía: «Nunca pierdas el miedo». Es muy importante. Se debe tener miedo a perder lo que uno tiene, eso te va a mantener despierto. A veces perseguimos sueños que se hacen realidad. Esa realidad se convierte en normalidad y esa normalidad nos lleva a acomodarnos. No, es un error. Hay que pensar que como no estés atento ese sueño lo puedes perder.

¿Con la permanencia por asegurar, cómo va a tratar la exigencia que Mestalla tiene con los jugadores?

Con los jugadores tengo claro que les debo generar un entorno de confianza. Hacerles ver que pueden ejecutar lo que trabajamos, que el error que cometan va a haber un compañero que lo sepa corregir. Por eso el posicionamiento en el campo es importante. Al público de Mestalla si le ofreces trabajo y esfuerzo, y una exigencia que se aprecie en la calidad del juego, estará alentando al equipo. A la afición hay que decirle que vamos a intentar que esté orgullosa de su equipo y que se ilusione. Hay que estar con los jugadores, sobre todo hasta el 30 de junio. Entonces ya llegará el momento de que se valore el trabajo de los jugadores y el mío propio, y se tomen decisiones. Pero mientras los futbolistas del Valencia sean los nuestros, hay que estar con ellos. Siempre y cuando el nivel de profesionalidad se cumpla.

No es fácil evitar el pánico en un club como el Valencia, que no está acostumbrado a batallas como evitar el descenso. Es un bloqueo que ya se ha visto en los últimos años en clubes como el Hamburgo, el Atlético...

Es indispensable hacer creer a los jugadores que se puedan expresar en el campo. Y que sean conscientes que tenemos calidad, unida a juventud. Cuando combinas ambas cosas, puede haber inestabilidad. No esperemos que los jugadores no cometan errores, o que estén al mismo nivel en todos los partidos. El Athletic es de los clubes que más apoyo tiene por parte de sus aficionados, y porque saben que los jugadores a los que pueden acceder son los que son. Esos futbolistas al final se convierten en grandes jugadores porque simplemente tienen la paciencia de dejarles mostrarse y aceptan que el error es parte de ese proceso.

¿En qué debe basarse el cambio de la «cultura de club» en el Valencia?

La cultura depende de los valores que quieras instaurar en el club. Muchas veces pensamos que esos cambios surgen a partir de los listados que se hacen a la hora de generar estructuras, y no es así. Hay que tener claro qué valores quieres instaurar, qué tipo de estructura se precisa para habilitar esos valores, pero sobre todo qué tipo de personas necesitas para ponerlos en práctica. Los valores en un papel son muy fáciles de escribir, pero lo importante es ponerlos en práctica. Que todos trabajemos, seamos respetuosos, ambiciosos, que todos los detalles que apunten a la profesionalidad, se den. Y además, generar unos procesos adecuados. Podría poner muchos ejemplos, y dependen de las personas que estén dentro de los clubes.

Ponga ejemplos, para que la gente lo entienda.

Uno de los ejemplos más simples: que el peso y el porcentaje de grasa de los jugadores sea una exigencia máxima. Y que eso lo cuiden con esmero todas las personas dedicadas a ello. La preocupación debe ser del club. Lo dije en mi presentación: que aunque yo, o cualquier otro empleado, esté o no esté, se tenga la certeza de que esos aspectos se estén cuidando.

La cultura de club suele asociarse a conceptos románticos, retóricos, no tan específicos...

No, no, no. Son valores que tienen influencia directa con el rendimiento de los jugadores y que tienen que ver con los procesos que funcionan en el club, y que están al cuidado de todo el personal del club, no solo de uno o dos empleados a los que se les tacha de exigentes. Todos deben ser exigentes y trabajadores. Os puedo contar el caso de un jugador que se fue de aquí a otro club. En el Valencia le costaba hacer algunas cosas. Posteriormente nos encontramos y le dije: «Oye, ¿sabes que lo que tanto te costaba hacer, ahora sí lo ejecutas?». Y me contesta: «Es que en este club, todo el mundo lo hace». Eso es cultura de club.

¿Y cómo es la cultura del Liverpool, otro club clásico?

Es una familia. Ahora ha cambiado muchísimo, porque se ha convertido en una macroinstitución y eso al final enfría un poco las relaciones. Cuando llegamos lo que más se diferenciaba era la convivencia existente en el club. Y sobre todo la unión entre la afición y el equipo. Independientemente de cuál sea la situación del Liverpool, la hinchada está detrás.

La de Anfield es una realidad social y cultural difícil de aplicar a la Liga.

Hay un factor cultural. No sé si fue Shankly o Paisley (técnicos míticos del Liverpool) quien dijo aquello de «se puede cambiar de pareja, de coche o de ciudad, pero jamás cambiarás de club de fútbol». Ese es el sentimiento. Os puedo contar una anécdota del señor que me arregla el jardín en mi casa en Inglaterra. Es un forofo a muerte del Liverpool. Me gusta cachondearme un poco de él diciéndole que no van a entrar en Champions, y él siempre me contesta que seguirá yendo a Anfield. Da igual donde estés, porque el campo siempre estará lleno.

¿Se ha reconciliado con Rafa Benítez?

Sí. La verdad es que me alegro mucho. Vivimos y conseguimos muchas cosas juntos, crecimos juntos. Nos apreciábamos y nos seguimos apreciando. Y no tenía sentido estar enfrentados. La vida es muy corta para tener un mal final después de todo lo que habíamos compartido.

¿Se ha mitificado la charla de Benítez al descanso de la final de Champions de Estambul en 2005 (el Liverpool remontó un 3-0 ante el Milan)?

Sí, sobre todo porque todo aquel que conoce a Rafa sabe que no es muy emocional. Es frío y pragmático a la hora de analizar el juego. Que nadie espere de Rafa un mensaje intenso. El mensaje fue claro, todo fútbol. ¿Por qué estamos perdiendo 3-0? ¿Qué errores hemos cometido y qué hay que corregir para marcar un gol pronto y tener opciones? Algo tan sencillo, y tan difícil de hacer, como eso.

Aquello fue un milagro.

Por supuesto. En esas circunstancias no creo que se vuelva a repetir. Recuerdo estar en el segundo tiempo de la prórroga en el banquillo en la jugada de Shevchenko. Despeja Dudek y le vuelve a quedar al pie. Me giré y le dije a Otxoto: «Esto se acabó». Y de repente veo que se levanta, saca la mano, despeja, rebota en el larguero... Entonces le dije a Otxotorena que sí que ganábamos la final.

Tenía usted mucho «feeling» con Carragher y Gerard.

Sí, primero por el respeto que nos profesábamos. Y porque eran personas con las que me identifiqué por su pasión por el fútbol, su nivel de profesionalidad, por la amistad que te transmitían. Es muy difícil encontrar jugadores de ese nivel de rendimiento durante tanto tiempo.

¿Por qué el Valencia ganó el doblete en 2004? Visto en perspectiva parece otro milagro.

¿Qué pasó? Al nivel de aquellos años, con aquellos recursos, había una cultura de club. La cultura de trabajo, esfuerzo, sacrificio, humildad y cuidado por el detalle estaba instaurada en el club.

¿Ya venía de Cúper y Ranieri?

Existía. Ranieri era un entrenador con método, que venía de Italia. Todos los aspectos, no solo los futbolísticos, sino también de fuera del campo, condicionales como la nutrición y el nivel de exigencia, estaban ya instaurados. El departamento médico ya tenía esos mismos valores. Coincidió lógicamente con un nivel de jugadores en su madurez futbolística y una calidad importante, con hambre. El cuerpo técnico igual, estábamos ansiosos por conseguir objetivos.

Un paisaje muy distinto al actual.

La diferencia en la plantilla es obvia. Pero estoy convencido de que muchos de los futbolistas que tenemos ahora se van a convertir en grandes jugadores, pero no están en esa fase de 27 o 28 años en los que explota ese rendimiento.

¿Por qué abandonó la zona de confort de ser el mejor preparador físico del mundo para ser entrenador?

Las zonas de confort no me motivan. Me motivan los retos. Es una evolución natural, aunque yo comencé como entrenador y ya cambié cuando me relacioné con Rafa Benítez. He sentido que tenía cosas que expresar futbolísticamente y en la visión global de los clubes.

¿Qué valor le da a la palabra?

Se lo doy todo. He rechazado ofertas porque ya había dado mi palabra de que no iba a entrenar ese año en ningún lado. Por ese motivo no fui al Chelsea como segundo de Avram Grant.

¿Muchos recuerdos de Atotxa?

Cuando estaba en las categorías inferiores de la Real Sociedad teníamos un pase que nos daba el club a los jugadores, y lo tirábamos desde la Tribuna al exterior para que pudiese entrar más gente.

¿Qué hacía especial a ese estadio?

Atotxa tenía un aroma propio. Venía el olor de la fruta del mercado, pasaba justo por al lado el tren. Atotxa era especial.

¿Por qué le pidió un autógrafo a Kortabarria?

Yo iba para mal lateral derecho y por aquel entonces me gustaban los centrales que tenían un buen trato con la pelota. Y la Real Sociedad tenía defensas como Gorriti o Martínez, muy fuertes y agresivos. Y surgió Kortabarria, el primer jugador que, joder, tenía calidad con la pelota, salía con ella controlada. Me llamó mucho la atención.

Usted estuvo a punto de fichar por el Athletic. ¿Eso se puede entender en un «errealista»?

Soy un errealista cuya madre y hermano mayor son del Athletic, y que el primer partido al que le llevó su madre fue un Athletic-Atlético... ¡pues todo puede ser! (risas).

Es un derbi que tiene la convivencia amistosa del Liverpool-Everton.

Sí, quizá se ha perdido algo de la familiaridad en los últimos años, pero junto con el Real Madrid-Real Sociedad, es el partido que siempre esperábamos en Donosti.

¿La capitanía en el Valencia va a seguir igual?

No tengo intención de cambiarla. Tenemos cuatro capitanes y en su momento ya lo valoraré.