«Antimadridismo madridista». Así se titulaba. Lo escribió Rafa Lahuerta, lo publicó Levante-EMV el 18 de febrero de 2004 y lo utilizó Rafa Benítez para motivar al equipo y ganar su segunda Liga con el Valencia. El entrenador lo colgó en el vestuario de Mestalla y fue algo más que un talismán para el título. El artículo fue un manual de uso para enfocar las energías que se aplicó la plantilla y que le llevó a conquistar la Liga 2003-2004.

Eran tiempos en los que el equipo se codeaba con el Madrid en una vibrante lucha por el liderato. La disputa era encarnizada y traspasaba lo futbolístico. El Valencia venía de perder en el Bernabéu por un no-penalti de Marchena a Raúl. Y Lahuerta instó al Valencia a no caer en la trampa del antimadridismo. La dispersión se antojaba próxima. Y el objetivo podía escaparse. Quizás por ello y después de que el artículo de Lahuerta cayera en sus manos, Rafa Benítez, muy amigo de colgar consignas diversas en el vestuario, decidió usarlo para que nada distrajera al grupo. Y a fe que lo consiguió.

Han cambiado mucho las cosas, pero este manual de Lahuerta puede volver a servir de inspiración para un logro muy distinto: evitar el descenso.

Este es el texto íntegro:

Antimadridismo madridista

por Rafael Lahuerta

En realidad, el antimadridismo es la forma más sutil de hacer madridismo. La trampa suprema con que el marketing merengue se asienta en el mercado de las marcas futboleras. Dada por imposible la uniformidad absoluta, que provocaría el colapso de las competiciones, la estrategia del ministerio de la cosa consiste en crear dos bandos. A un lado el madridismo, y al otro el antimadridismo.

Es decir, todos bajo el signo que emana de Chamartín. Así las cosas, sería un grave error valencianista alargar en el tiempo la tentación de proyectarse como víctima. En el fondo, ese es el objetivo de toda mafia: desquiciar al oponente para que se estrelle en su propio rencor.

Y no hay que engañarse, nada seduce más al prepotente caballero del honor que erigirse en justiciero salvapatrias. Y hacer del lema solos contra todos, el leiv motive de sus actuaciones: el eterno retorno del héroe redentor en versión futbolística, que adopta la pose de víctima de las envidias provincianas.

En su espejito mágico, España es lo que le pasa al Real, y sólo existe en castellano. Los Relaño, Segurola, Roncero, Iglesias, y compañía ejercen el papel que Sánchez Mazas y los suyos ejercían en torno al fundador de la Falange. Pretenden dotar de lustre literario lo que sólo es prepotencia e impostura. Y lo hacen con el estilo falsamente poético que confunde épica con indigestión.

Prosa sonajero al servicio de la causa. Servilismo absoluto a ese par de cínicos sin fronteras que son Pérez y Valdano.

(«Creo vieja, que tu hijo la cagó» y desde entonces no hace más que chapotear en la mierda? perdón, caca).

Por todo ello, el valencianismo debe dar un paso al frente desde la inteligencia y el sentido común. A largo plazo, la estrategia de la tensión siempre favorecerá al Madrid, que cuenta con el respaldo de los poderes fácticos (PP), el progresismo fashion (Grupo Prisa) y la impunidad heredada del «usted no sabe con quien está hablando» grabado en la fachada del Bernabeu como si de un «you´ll never walk alone» se tratara.

Recientes en el tiempo están los casos de Atlético y Barça. Entidades desquiciadas por su antimadridismo. Rivales desactivados a fuerza de vivir siempre en el alambre de la queja permanente.

Con el Valencia van a intentar lo mismo, pero con otro plan. No puedes apelar a razones de tribu como con el Barça, ni ofrecemos el papel de equipo melancólico y perdedor que diseñaron para el Atleti. Al Valencia lo van a desacreditar hurgando en la falacia de su falta de juego. Y tachándolo de equipo sucio y destructivo (Las declaraciones de Queiroz y rabanito Valdano ya van por ahí). Seguramente echan de menos al viejo Valencia que tanto les divertía.

Ahora somos el gran rival, y es ahí donde les duele. Desde la ambición y la humildad, el Valencia ha de fortalecer su condición

de equipo grande y con personalidad propia. Y lejos de entrar en una guerra frontal contra el madridismo y su inmensa red

de apoyos, el valencianismo está obligado a volcarse con el equipo en lo que queda de campeonato, haciendo de Mestalla un fortín inexpugnable. Este club está creciendo, pero no para ser el portavoz del antimadridismo.

Nuestra grandeza consiste, ha de consistir, en crear un referente por si solo. Un club poderoso y único, hecho a la medida del pueblo de Mestalla y no al dictado e lo que la caspa galáctica determine. Perder el tiempo odiando al Real Madrid sería entrar en su juego. A fin de cuentas, las ligas no se ganan en el Bernabeu. Y este Valencia, ¡gracias Benítez!, huele a campeón