El Valencia siempre ha sido un adversario con mayúsculas para el Barcelona y la afrenta del penúltimo capítulo (el 7-0 de la Copa) había que borrarla con grandeza. Lo consiguió anoche en el Camp Nou Pako Ayestarán, que ha activado el gen competitivo del equipo en un par de semanas. Asombroso el efecto tan inmediato del técnico vasco al frente de un grupo moribundo hasta hace unos días, lo que admite diversas interpretaciones. Primero, sus antecesores (Nuno y Neville) fueron una calamidad. Y segundo, él, como proclama sin falsa modestia, está preparado para el reto de dirigir el club de Mestalla.

El resultado ha sido sacar al Valencia de la penumbra, recuperar la autoestima de los jugadores y enfrentarlos sin complejos a los rivales más complicados. Entre el Parejo, por ejemplo, fantasmal hace unos meses en la Copa, y el Parejo de ayer, soberbio tanto en defensa como en la salida del balón, media un abismo. Curiosamente, Ayestarán lo proclamó tras la primera toma de contacto con la derota en Las Palmas: «Parejo nos sacará de esta».

Ayestarán edificó anoche el triunfo en el centro del campo. Allí montó la guardia pretoriana con Enzo, Javi Fuego, Parejo y André Gomes. Se cerraban sin el balón y se abrían con él tratando de cortar las vías de pase de los excelentes mediocampistas azulgrana. Contaron con la colaboración de todos, claro. El portero, Diego Alves, volvió a obrar los milagros del pasado curso, sobre todo en una mano con la que despejó el disparo de Rakitic en el segundo tiempo. La novedad fueron los centrales. Mustafi y Abdennour se emplearon con una contundencia poco vista esta temporada. Sin contemplaciones. Los laterales, Barragán y Siqueira, empezaron titubeantes: les ganaron la espalda los atacantes tras los largos pases en diagonal de Mascherano y Busquets. Pero se resarcieron a partir del primer gol valencianista. Esa penetración de Siqueira acompañada por el premio del gol en propia puerta de Rakitic cubrió de confianza a los futbolistas de Ayestarán. Todos empezaron a sentirse mejores jugadores.

Un minuto de gloria

El último minuto de la primera parte fue el mejor minuto de la temporada para el Valencia, balanceando al Barça de lado a lado de su área, meciéndolo hasta darle el golpe definitivo. Guardando el balón como un tesoro y sirviéndolo con precisión. Comenzaron por la derecha, con un Enzo Pérez pletórico, capitán en todas las plazas, enviando hacia la frontal del área a Parejo. El madrileño mandó detener el tiempo e intuyó el pase por dentro a Santi Mina, que llegaba desde el pico izquierdo del área.

A la creatividad de Parejo respondió el atacante gallego con un remate al palo alejado de Bravo. El meta chileño rozó la pelota en su vuelo, pero no evitó su viaje hacia las redes. El Valencia firmó esta obra de arte cerca de cumplirse el minuto añadido de la primera parte, como si hubiese medido cada segundo para llegar justo entonces hasta allí.

El cuadro de Ayestarán se fue al descanso con una ventaja increíble tras la media docena de ocasiones clarísimas erradas por el Barça. Rakitic había desviado a gol un centro desde el extremo izquirdo de Siqueira. El mérito de ese tanto fue haber llegado el lateral izquierdo brasileño a la línea de fondo, como mandan los cánones. Y haber desdoblado a André Gomes, que solo hubo de lanzar a Siqueira en profundidad.

El Valencia supo sudar y sufrir en el segundo tiempo. No podía ser de otra manera ante un Barça tan apremiado. Acompañó también la destreza en los cambios de Ayestarán. Acostumbrados al desastre en las sustituciones de Gary Neville, causó cierta perplejidad ver cómo el equipo mejoraba con la presencia de Alcácer, sobresaliente en el juego aunque pifiara la puntilla en un gran centro de Rodrigo. Y hasta se entendía la entrada de Cancelo para acabar de encajonar a Neymar e incluso los minutos finales de Gayà por un agotado Rodrigo. Sí, Pako también ha conseguido que Rodrigo trabaje a destajo, arriba y abajo en la banda, con esa punta de velocidad tan necesaria para el equipo. El Valencia aprovechó el mejor escenario posible para recuperar la grandeza.