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El Valencia que viene

El Valencia que viene

Desde su presentación en sociedad hasta la última rueda de prensa de la temporada tras el partido contra la Real, Pako Ayestarán ha evidenciado en numerosas ocasiones que le molesta soberanamente vivir con la etiqueta de novato a cuestas. Que no desea pasar a la historia del club como un simple entrenador interino. Mucho menos como el preparador físico que formaba parte del cuerpo técnico campeón de Liga y Copa de la UEFA.

Siempre ha dado la impresión que reaccionaba peor a las preguntas en las que era considerado como un simple telonero invitado al concierto de a los Rolling Stones que a aquellas en las que el Valencia recibía críticas por su juego sin alma desde que se materializó la permanencia. Con la excepción del partido en el Gran Canaria, nunca se ha esforzado lo más mínimo por disimular las evidentes carencias de sus jugadores.

En cualquier caso, la línea que separa la seguridad en uno mismo de la soberbia es tan delgada que, incidiendo tanto en ese mensaje de capacitación, uno corre el riesgo de hacerse empalagoso. Y si además solo consigue ganar uno de los últimos doce puntos, le pueden partir el pecho a poco que lo saque a pasear.

Pero estos arranques de sinceridad a cargo del mister tienen su parte positiva para el entorno. Desnudan la realidad interna de la SAD y dibujan el guión de los próximos meses. El pasado viernes, consumado el drama y en el epílogo de la peor temporada en la historia del club desde que se instauraron los tres puntos por victoria, Ayestarán se animó con la siguiente proclama tras recibir una pregunta en la que se le cuestionaba si merecía seguir en el cargo: «No hay merecimientos. Os comenté ayer que tengo el perfil perfecto para entrenar al Valencia con el proyecto que va a tener».

Más allá de la suficiencia -o no- que entrañe considerarse el entrenador perfecto y además decirlo públicamente, quisiera que prestaran atención a la parte final de la frase. El proyecto que va a tener el Valencia. Ya no es ningún secreto que, tras sus numerosas reuniones con agentes e intermediarios durante las últimas semanas, Jesús García Pitarch está obligado a contemplar la venta de un porcentaje muy considerable de la primera plantilla. El mercado, con permiso de Jorge Mendes, dicta sus propias leyes y es muy posible que las mejores ofertas que lleguen a la Avenida de Suecia tengan como objetivo precisamente a esos 3-4 jugadores que un director deportivo al uso se esforzaría por no traspasar. Es muy plausible que la entidad se marque como objetivo recuperar parte de la inversión realizada por Abdennour, Negredo o Enzo Pérez (80 millones en total), pero ni Mestalla es Fantasía ni Suso tiene demasiado que ver con Walt Disney.

La cruda realidad (además de las informaciones desatadas en Italia y Alemania desde finales del mes de abril) indica que Andre Gomes y Shkodran Mustafi siguen siendo piezas muy codiciadas por equipos más potentes que el Valencia desde el punto de vista deportivo y societario.

El proyecto que viene, a menos que Kim Lim indique lo contrario en sus comunicados oficiosos a través de Instagram o Peter Lim se digne a comparecer para dar alguna explicación en sentido contrario a los accionistas de su sociedad, no tiene demasiado que ver con los 194 millones de inversión en fichajes realizada hasta la fecha. Va a ser difícil, por no decir imposible, que venga un jugador si antes no salen tres. La frase no es mía. Tiene narices. Ahora que el club cuenta con un departamento de dirección deportiva que podría sacar partido a la chequera del propietario, el grifo se cierra. Ahora que hay alguien para atender a (casi) todos los representantes que se dejan ver por la ciudad, faltan recursos para acometer los numerosos cambios que requiere la plantilla. Son los efectos colaterales de la primera incursión -en solitario- del magnate en el mundo de la planificación deportiva.

Además de las eliminaciones prematuras en Champions y Europa League, la paupérrima clasificación en Liga de esta temporada condena al Valencia a una cifra de ingresos previstos en el presupuesto de la próxima que condiciona de forma absoluta su política de fichajes. Seguimos a la espera, por cierto, del tan cacareado sponsor. Ni siendo Lim accionista de McLaren, ni trayendo a la ciudad al ¿gurú? Dowens, ni clasificándose el equipo para jugar la Champions ha habido una sola marca en todo el mundo que apueste por la camiseta del murciélago. Ojalá Peter Draper, entre green y hoyo, sea capaz de obrar el milagro. Porque estamos a un café de ver a Kim Koh apagando luces en la Ciudad Deportiva de Paterna para estimular el ahorro.

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