Pako Ayestarán lanzó el aviso: «En Valencia tenemos ejemplos en los últimos años de jugadores que, en un momento determinado, se han ido, hemos pensado que no pasada nada y luego nos hemos dado cuenta que hemos perdido grandes jugadores». Los rumores insistentes sobre la posible salida de Dani Parejo, con el Sevilla como principal interesado, suenan a riesgo excesivo, a una peligrosa tendencia en la que el Valencia ha incurrido en los últimos tiempos: desprenderse de jugadores cuyo ciclo en el club se creía superado. Futbolistas sin la vitola de ídolos, con algún episodio de distanciamiento con la grada y que no despertaron ni lágrimas ni grandes titulares en su partida.
Ninguno de ellos era Villa, Mata o Silva, pero todos han acabado convirtiéndose en estrellas y ganando títulos en los clubes de destino, la mayor parte, además, rivales directos del Valencia. El mensaje de Ayestarán es claro: no quiere que Parejo se convierta en un nuevo Jonas, Aduriz, Banega o Rami, que han saboreado la gloria en el Benfica, Athletic Club y Sevilla, respectivamente, tras una despedida sin honores en Mestalla.
Jonas, el «crack» silencioso
A las estadísticas de Jonas (32 años) en el Valencia difícilmente se les veía mácula. Sus números como asistente y goleador (52 goles oficiales en tres años y medio) siempre fueron buenos, pero Mestalla no le perdonaba los aparentes episodios de indolencia en partidos puntuales, en los que parecía ausente. Hijo de un profesor de Matemáticas y de una maestra de Biología, su apariencia tranquila tampoco respondía a la de un futbolista estrella. La etiqueta de «rara avis», común en Brasil a los delanteros blancos, le acompañó. Su relación con la grada vivió su momento de mayor fricción en 2013 contra el Valladolid. Anotó el tanto de la victoria tras ser abucheado y explotó con un «chupadme la polla, carajo» que captaron nítidamente las cámaras. Con el Benfica ha explotado su vena goleadora y su nivel ha sido tan alto que el Barcelona ha planteado ficharle para tener un goleador de repuesto para su tridente.
Aduriz en Gelsenkirchen
Con un amplio recorrido por equipos de perfil medio, Aritz Aduriz (35 años) se comportó en Mestalla como un compañero ejemplar que aceptó sin rechistar su suplencia, con Roberto Soldado como ariete de referencia. Marcó 23 goles en dos temporadas sin ser titular habitual. La gran losa que marcó su destino en el Valencia fue la aciaga noche en Gelsenkirchen en octavos de final de la Liga de Campeones ante el Schalke 04. Aduriz falló varias ocasiones claras ante Neuer que precipitaron la eliminación blanquinegra. En el verano de 2012 marchó de regreso al Athletic como recambio de Llorente, ya con 31 primaveras. Le esperaban la mejor época de su carrera, mejorando con los años: 14, 16, 18 y 20 goles en Liga. Su fiabilidad goleadora se ha visto recompensada con su llamada a la selección.
Banega y Rami hacen historia
La historia en Valencia de Ever Banega (28 años) y Adil Rami (30 años) es la de dos talentos con una mentalidad y ambición intermitentes a los que tampoco se les rodeó del contexto necesario para explotar sus condiciones. Banega dio su mejor rendimiento en el Valencia de la mano de Ernesto Valverde, el técnico que vio la potencialidad del argentino como mediapunta y no como mediocentro. Entre polémicas extradeportivas, lesiones y rendimiento irregular, Mestalla se quedó esperando durante años una versión más constante del rosarino, que nunca llegó.
De la mano de Unai Emery, precisamente uno de los técnicos que no exprimió todo su fútbol en el Valencia, Banega ha sido el director de orquesta de los triunfos europeos del Sevilla y le ha permitido dar el salto, en plena madurez futbolística, al Inter de Milán. En el caso de Rami, en el Sevilla (tras un paso en falso por el Milan) ha logrado sentar la cabeza y mostrar sus condiciones como el defensa expeditivo de sus primeros días en Mestalla. Es el central titular de Francia.
La opinión del cuerpo técnico de Pako Ayestarán respecto a Parejo es incondicional, y creen que el mercado ofrece muy pocas alternativas para encontrar a un precio un futbolista de su calidad. La decisión es del jugador, afectado por los silbidos y por quedar despojado de la capitanía a mitad campaña.
