La tranquilidad en la pretemporada valencianista en Marlow, una bucólica localidad que parece sacada de una novela de Jane Austen, ha durado más bien poco. El conflicto entre el Valencia y Dani Parejo se ha vuelto irrespirable. El enfrentamiento es total y es el propio club quien se encarga de escenificar públicamente un distanciamiento que, a estas alturas, ya parece muy difícil de reconducir. Ayer se produjo el capítulo decisivo de un divorcio que se ha estado incubando lentamente desde finales del año pasado, cuando estalló la crisis de resultados con Nuno Espirito Santo aún en el banquillo y a Parejo, recién renovado, comenzaron a asaltarle dudas sobre su continuidad. Ayer, a ojos de sus propios compañeros y de la prensa desplazada a Inglaterra, Pako Ayestarán apartó al excapitán del entrenamiento matinal del conjunto blanquinegro. Horas después, antes del entrenamiento vespertino, Parejo se dirigió con el resto del grupo a una charla técnica en el hotel. Fue directamente enviado al autobús, donde esperó 10 minutos en la más absoluta soledad.

Eran las 10 horas y el primer equipo, Parejo incluido, esperaban que el encargado de mantenimiento de los campos de entrenamiento de Bisham Abbey cortase el manguerazo con el que estaba regando generosamente el césped, respetando los cánones ingleses. Ayestarán reunió al grupo en el centro del campo para dar una breve charla con las instrucciones a seguir. Segundos antes de que el equipo empezase a calentar, el técnico se dirigió al jugador de Coslada. Fueron pocas pero elocuentes sus palabras. «Dani, tú al margen». Parejo, tras unos segundos de aparente confusión, ya que se prestaba a iniciar los ejercicios, se marchó caminando al banquillo. Allí intercambió algunas palabras con Pepe de los Santos y con el asesor del consejo Juan Cruz Sol. A los cinco minutos, Parejo comenzó a realizar carrera continua en solitario, mientras el resto de los jugadores empezaba a tocar balón. Parejo acabó la sesión con un circuito físico, siempre sin compañía.

El Valencia había logrado su propósito. Hasta el mismo domingo por la noche estaba previsto que el entrenamiento matinal fuera a puerta cerrada. Finalmente se abrieron a la prensa los primeros 15 minutos, en los que se concretó la foto buscada por el club, con Parejo repudiado. El mensaje quedaba enviado. Al jugador, a sus agentes que creían en ejecutar una operación rápida, al Sevilla y también a los propios aficionados valencianistas, para dejar patente cuál será la posición de fuerza ante la clara pretensión del jugador de marcharse a la entidad hispalense, origen de todo este pulso. La doble respuesta del Valencia ha sido contundente. Por un lado, que Parejo no se vende. Es un futbolista necesario al que se intentará, pese a todo, reenganchar para la causa. Y no se vende sobre todo a un rival directo como el Sevilla y con la oferta muy a la baja y por debajo de la cotización real del jugador presentada por los nervionenses.

Una nueva línea roja

Por otro lado, el club traslada que no piensa tolerar la actitud pasiva e indolente con la que el jugador ha estado entrenándose en las últimas semanas, con la clara intención de forzar el traspaso. Un desafío precipitado, ya que el Valencia se ha mantenido en su sitio. No se alterará lo más mínimo la meritocracia del vestuario que Ayestarán aplica a rajatabla y sin excepciones, por mucho que el técnico sea uno de los más firmes defensores del jugador dentro del club. Si Parejo no rectifica, sencillamente no jugará. Así se ha visto en los encuentros de pretemporada, y así se sucederá, con casi total probabilidad, esta semana ante el Bournemouth y Crystal Palace. Como máximo, minutos residuales. «Si no juega Parejo, alguien vendrá en su lugar para hacerlo, pero el jugador ya sabe que no se va a ir al Sevilla».

Con Parejo se marca una línea roja, una medida ejemplarizante que debe servir de mensaje para el resto de la plantilla. Una manera de decir que es el club quien manda y el que debe salir reforzado, como sucedió en su día con el enfrentamiento entre Fernando Llorente y el Athletic Club, que no dio su brazo a torcer. Ese es el símil que se utiliza de puertas para adentro para trazar las intenciones con el jugador. Una comparación solo aproximativa en la práctica ya que, a diferencia del delantero riojano, que acababa entonces contrato, a Parejo aún le quedan cuatro campañas de blindada vinculación laboral con la entidad. En el fondo subyace un anhelo. Después de una de las peores temporadas de la historia, el club pretende regenerar los valores del vestuario en el inicio del proyecto de Ayestarán.

Desde el Valencia no se entiende la posición del futbolista cuando hace poco más de un año renovó en unas condiciones lo suficientemente privilegiadas para como para asumir las riendas del equipo, para ser una de las referencias del proyecto. Capitanía y ampliación hasta 2020 con un sueldo de 2'5 millones anuales, el segundo más alto del equipo, solo por debajo, entonces, de Álvaro Negredo, y el tercer salario más elevado de la historia desde el listón marcado en su día por Villa. La apuesta del Valencia fue decidida a fiar su suerte con Parejo como ideólogo del equipo, de ahí el desencanto que el madrileño ha despertado no solo entre compañeros de equipo sino también en varios empleados del club.

Los argumentos del jugador, sin embargo, van hacia el desgaste personal que ha sufrido en su último año en Valencia. En una temporada muy deficiente desde el punto colectivo, Parejo cree que ha sido criticado con excesiva dureza por la afición. Una opinión que se une a la pérdida de capitanía a mitad temporada el curso anterior. Un hecho que no despertó en el futbolista el más mínimo gesto de contrariedad, sino más bien de resignación, casi como si hubiese sido un alivio.

La situación no tiene vuelta atrás. Por mucho que el Valencia traslade que nada corre prisa, que no se alterará si el jugador pasa un tiempo prolongado en la grada, la presentación del equipo el próximo 13 de agosto puede ser la fecha límite para evitar que se agrande más la bola de nieve.