El 8 de agosto de 1996, el entonces presidente del Valencia, Francisco Roig, vio colmado uno de sus grandes anhelos: ver a Romario, en Mestalla, con la camiseta del Valencia. Hace ahora 20 años del estreno del futbolista que más emociones enfrentadas ha provocado en el club de Mestalla. Llegó como una estrella y se marchó por la puerta trasera, después de dos años marcados por la irregularidad.

Los deseos de Roig por contratar a la figura brasileña venían de años atrás. En 1993, aún como directivo, intentó convencer al presidente, Arturo Tuzón, de ficharlo por 800 millones de pesetas. El dirigente, que había rescatado al Valencia de la quiebra y de la Segunda gracias a una gestión mesurada del club, se negó. Parte de la afición no lo perdonó, como quedó de manifiesto en la visita de Romario a Mestalla, con el PSV Eindhoven, con motivo del homenaje a Mario Kempes, en 1993. El delantero se fue al Barcelona, pero tres años después, en 1996, Roig, ya en el trono, consiguió su capricho. El club pagó cerca de 200 millones de pesetas (1,2 millones de euros). Debutó en la presentación ante su exequipo, el PSV Eindhoven, con las gradas de Mestalla rebosantes, el 8 de agosto. Saltó al campo tras el descanso en sustitución de Moya. Ganó el Valencia 2-1 con goles de Karpin y de Viola.

El brasileño sólo jugó 5 partidos de Liga. El entrenador, Luis Aragonés, reprendió su pasividad en los entrenamientos. En octubre fue cedido al Flamengo. Regresó en la temporada siguiente, reclamado por Jorge Valdano, otra de las efímeras apuestas de Roig. Una lesión provocada en una chilena forzada en el partido de presentación ante el Atlético le dejó fuera de órbita al inicio de Liga. A la vuelta se encontró con Ranieri, al que no convenció. Jugó 10 partidos y marcó 6 goles, antes de volver a Brasil definitivamente.