La marcha al FC Barcelona de Paco Alcácer deja de nuevo huérfana a la grada de Mestalla. El adiós del «nueve», a quien la época de carestía y estrellas fracasadas había catapultado en apenas dos temporadas a la categoría de «murciélago» no hace más que situar al Valencia de nuevo ante su espejo. Ante la constante histórica de verse obligado a vender a sus mejores jugadores. Aunque el dueño de la entidad, Peter Lim, prometiera que mantendría a las estrellas, la realidad de su gestión es otra. Los mejores jugadores se marchan. Ocurrió el año pasado con el argentino Otamendi y se repite de nuevo con Alcácer o el portugués André Gomes. Pero realmente, Lim no hace nada que no hayan hecho ya antes sus antecesores, vender estrellas, aunque los anteriores gestores lo hacían por pura necesidad de supervivencia.

Lim no. Simplemente porque dijo que no lo haría. Con Alcácer se marcha el gran referente social de este club. Un jugador blindado a la crítica, que tampoco registró cifras goleadores apabullantes. Alcácer escribe una página en la historia que realmente tiene poco de novedosa. De hecho, la cíclica venta de sus futbolistas más valiosos ha sido una constante en la historia del club de Mestalla. En la retina de la afición están las salidas en su día tormentosas de Mijatovic o Penev rumbo a la capital de España en la década de los noventa o de Mendieta y Claudio López, que pusieron camino al fútbol italiano en la de 2000. Ni la de Paco Alcácer será la última.