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Nos quedan dos meses de aguantarnos

Charlotada en prime time

Un reality show. No sé si a la altura del de Las Campos, madre e hija, pero definitivamente un reality show en el que al arbitrio de un ser superior empleados variopintos deben sortear infinidad de pruebas con las que demostrar o bien su entrega total a su eminencia o bien su capacidad para exhibirse independientes, sin ser nada de eso ellos.

Un escenario medio esquizofrénico en el que están al caer los reportajes de la prensa futbolera europea. «Hinchas se revuelven contra la gestión tiránica de dueño asiático», «Caos en el Mediterráneo» (ese clásico), «Peter Lim vende a todas las estrellas del Valencia» (como si las hubiera?). El desgobierno es tan épico que todas las convicciones se nos extravían y el trazo grueso vence a los matices.

Y es en medio de ese contexto donde se desarrolla el reality. Imagino que a Suso, a Pako, por supuesto a Layhoon, les compensará ser parte activa del show y protagonizar uno de los mayores paripés de la historia local. Ellos no tienen culpa, nunca nadie tiene culpa de nada, se ve, pero son capaces de admitir que la realidad desacredite uno por uno sus argumentos y que sus profecías se vean rebajadas a la mala broma.

Sí, ya conocemos al dedillo las justificaciones entregadas para maquillar el esperpento. «Las otras ofertas para comprar el Valencia hubieran sido todavía peores» (varias de ellas desde luego); «los vencidos» no soportan ver a Lim como dueño»; «a Lim se le exige más que a nadie» (como si no hubiese sido él quien situó la altura del listón). O directamente la apelación al buen rollito humanitario: «no les ha salido pero lo intentan».Nada de eso da razón para sostener esta charlotada por mucho que estén nuestros corazones llenos de buenas esperanzas. O hay una verdadera transformación en la manera de gobernar el club o tendrán a Mestalla en su contra. A veces es desagradable coincidir en la crítica con opositores arribistas y piratas, pero peor es mantenerse de espaldas a la evidencia.

Resulta lastimero que profesionales de amplia experiencia como Ayestarán o Suso (cualquiera diría que han sido elegidos a conciencia debido a sus perfiles dúctiles) se pongan en evidencia tan descarada, utilizados como cobayas humanas de un experimento societario. Es difícil imaginar que entrenadores contrastados aceptarían que su jefe se los tomara tan a broma. Hace tan solo siete días Ayestarán tenía el atrevimiento de decir que Mustafi y Alcácer se quedarían. Todavía recuerdo el tono desafiante de Suso cuando se le pidió que matizara si era lo mismo «no querer vender» que «no vender» a Alcácer. «Ya he contestado a esa pregunta», dijo negando por tres veces. No, el hecho es que no podía contestar a esa pregunta.

Sería más sencillo que todo el club unificara su mensaje e igual incluso así lo podriamos digerir: «el Valencia hizo una inversión muy fuerte pero los resultados no fueron los deseados. Ahora toca apretarse el cinturón y vender a aquellos por quienes más nos pagan, se llamen como se llamen». Ajá, sería un pequeño baño de realidad en lugar de tanta falsedad. Como el club es incapaz de contarle a sus aficionados sus verdaderas intenciones, el relato lo siguen escribiendo los demás por ti. Por eso cuando Alcácer hace un Soldado lo único que sale a flote son las razones del jugador para marcharse en lugar de su desidia y su falta de vocación para liderar un proyecto que reclamaba como nunca su brío.

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