El Valencia ha regalado las tres primeras jornadas de Liga, está en el fondo de la tabla, y ha entrado en una especie de malditismo por el que lo tiene todo en contra, también la suerte.

Lo primero es asumir los errores propios: la pésima planificación, sin hoja de ruta, a golpe de impulso del dueño, Peter Lim y su asesor Jorge Mendes, fichando a dos centrales decentes poco antes del cierre del plazo (Garay y Mangala); dándole ayer la titularidad al portero del que se ha intentado desprender todo el verano (Diego Alves); privándose de un mediocentro de rendimiento inmediato tras permitir la fuga de Javi Fuego; quedándose con un solo delantero específico, Munir, que apenas ha sumado un par de entrenamientos con sus nuevos compañeros; vendiendo al símbolo (Alcácer) tras haberlo declarado intransferible...

Después de tanta improvisación y despropósito, la suerte suele dar esquinazo. Es lo que ha sucedido en los tres primeros partidos de Liga, ante Las Palmas, el Eibar y ayer el Betis, tres rivales en principio asequibles convertidos en gigantes ante la endeblez estructural del Valencia. Ante los tres mereció al menos puntuar. El entrenad0r tampoco ha estado afortunado. La alineación de ayer ante el Betis (y un calor asfixiante) invitaban a huir de Mestalla. Y cuando rectificó Ayestarán en el descanso, dando entrada a Medrán por un Mario Suárez insustancial, Enzo Pérez los dejó en la estacada.

Expulsión de Enzo Pérez

El nuevo capitán del Valencia, ya con una tarjeta amarilla en la mochila, entró con los pies por delante a Durmisi y se fue a la ducha, expulsado, en el arranque del segundo periodo. Un jugador tan experimentado como el argentino, de quien no sabemos todavía si es un centrocampista defensivo o de ataque, había sido elegido por el técnico para representar los valores del grupo.

El Betis olió la sangre. Adán, toda la tarde perdiendo tiempo, sacó muy rápido de puerta y lanzó una contra culminada por Joaquín, quién si no. El 0-1 lo había marcado Rubén Castro, a quien Gustavo Poyet colocó en la punta izquierda a fin de buscar las cosquillas de Cancelo. Pan comido. Con dos centrales de verdad, el Valencia siguió siendo un desastre defensivo. El problema es, por tanto, más grave, es de funcionamiento colectivo.

Munir cambia la dinámica

Ayestarán había querido reservar a Munir para la última media hora, pero, visto lo visto, debería haber jugado más. Todo lo que hizo tuvo sentido: el disparo al larguero, las caídas a banda, el cabezazo al primer palo en el gol de Garay...

La calidad de Munir metió al Valencia en el partido. Una excelente triangulación de Parejo dejó solo a Rodrigo ante Adán, y lo batió por bajo. Mestalla despertó del bochorno y puso el estadio al rojo vivo. Los jugadores se dejaron el alma en la última media hora. Munir despertó la ilusión de la remontada. Puso en órbita a Nani y a Rodrigo. Y Adán salvó al Betis de una derrota humillante.

Pero de nuevo el Valencia dejó patente su fragilidad defensiva: un avance por la derecha del conjunto sevillano, un centro raso al área y un remate a bocajarro de Rubén Castro, ya en el tiempo de descuento.

Ante los próximos partidos, el Athletic en San Mamés y el Alavés en Mestalla, el Valencia tiene la obligación de ser optimista: por las buenas maneras de Munir, por la fortaleza de Garay y Mangala y porque, algún día, la suerte se dará la vuelta. Pero los deberes debió hacerlos durante el verano y no ahora, con la angustia de los resultados, y una caída libre de la que solo se sale con mucha paciencia y mucha personalidad.