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El flechazo de Prandelli y Florencia

La gran obra del ciudadano Cesare

El entrenador italiano tiene la gran aspiración de revitalizar al Valencia resucitando el carácter pasional con el que Mestalla vive el fútbol, tal como ya hizo en Florencia

Cesare Prandelli, en un entrenamiento con el Valencia. m. á. montesinos

Una pancarta que cada domingo anidaba en la Curva Fiesole del estadio Artemio Franchi simboliza el grado de conexión entre Cesare Prandelli y su Fiorentina, hace ya una década: «Siamo spettatori del Prandelli show» —Somos espectadores del show de Prandelli—. El nuevo entrenador del Valencia fue el artífice del renacimiento del equipo toscano, el responsable de que la ciudad volviera a enamorarse del balón después de años muy difíciles. La institución que tenía en sus filas a Batistuta y Rui Costa quebró en 2002 y tuvo que empezar desde cero en las catacumbas de la tercera división italiana. Prandelli aterrizó en Florencia en 2005 con el equipo de regreso a la Serie A pero con una realidad precaria, con problemas para afianzar la categoría. Con todo por hacer. Un ambiente parecido al que se respira hoy en Mestalla, el de un club grande y con tradición reñido con los desengaños del presente. Prandelli aspira, ahora, a repetir su obra.

Los paralelismos entre los dos casos abundan, hasta en el plano sociológico, con dos ciudades históricas a la sombra futbolística de urbes como Madrid y Barcelona, Turín y Milán. No era sencilla la tarea para Cesare. De hecho no era ni la primera opción de los «viola» —que intentaron fichar sin éxito a Francesco Guidolin—. Además se añadía otro hándicap: el pasado juventino de Prandelli. Una de las rivalidades modernas más fascinantes del Calcio es la que enfrenta a Juventus y Fiorentina, y que empujó a los aficionados incluso a no comprar coches de la Fiat, empresa ligada históricamente al club piamontés. La fricción tiene su origen en 1982, cuando Juventus y Fiorentina llegaron empatados a una última jornada que acabó condicionada por la moviola. Los juventinos, con Prandelli como centrocampista, vencieron al Catanzaro y la Fiorentina no pasó del empate contra el Cagliari, en medio de una gran polémica arbitral. Las malas lenguas aseguraban que, en vísperas del Mundial 82 —ganado a la postre por Italia— no convenía alargar el campeonato con un «spareggio» —el desempate—, la modalidad con la que entonces se decidían los torneos que llegaban igualados a puntos. La enemistad aumentaría con otros capítulos: el paso del ídolo Roberto Baggio a la Juve y la victoria de la Vecchia Signora en la final de la Copa de la UEFA de 1991 entre ambos clubes.

Un aterrizaje delicado

Esa memoria dolorosa estaba aún tierna cuando Prandelli desembarca a orillas del Arno. Pero el técnico logró cambiar ese recuerdo con su contagiosa personalidad: «La historia entre Florencia y Prandelli fue un flechazo a primera vista», asegura a Levante-EMV Andrea Giannattasio, periodista que cubre desde hace más de una década la información de la Fiorentina. «Cesare consigió entrar en las venas de la 'fiorentinità'. Pasó a convertirse en un habitante más, en una cara conocida y amable. Visitaba los museos, los palacios, se sentaba en las terrazas a tomar café... Se abrió a la ciudad y no es algo habitual en el carácter frío que se atribuye a los del norte» —Prandelli nació en la brumosa Orzinuovi, cerca de Brescia—. Una mentalidad que ya se ha visto en sus primeras horas en Valencia, con guiños continuos a la pasional y mediterránea manera de ser de los valencianos.

Otro factor indispensable afianza la relación entre Prandelli y la «tifoseria» local: el deportivo. La Fiorentina empieza la campaña 2005-06 como un tiro. Con un fútbol combinativo y alegre en el que toman protagonismo tres jugadores: Stefano Fiore —cedido por el Valencia—, el joven Montolivo —gran apuesta personal de Prandelli— y sobre todo Luca Toni. El delantero, máximo goleador de la Serie B con el Palermo, eclosionó definitivamente aquella temporada con 31 dianas. El equipo acaba cuarto pero, salpicado por los pecados anteriores del escándalo de Calciopoli, es apartado de las competiciones europeas y arranca el curso siguiente con una sanción de 19 puntos, reducida tras la apelación a 15. Con unas perspectivas de media tabla, los toscanos acaban quintos. Sin esa sanción habrían sido terceros.

Sintonía con los jugadores

El idilio con Prandelli siguió intacto en los años posteriores, con las semifinales de la Liga Europa en 2008 —el Rangers pasó en la tanda de penaltis— y con participaciones muy meritorias en la Liga de Campeones. Con los jugadores mantuvo una relación privilegiada, especialmente con los más jóvenes, con los que siempre ha tenido buena sintonía. Su único desencuentro lo protagonizó con el delantero Pazzini, uno de los valores a los que había aupado, como Montolivo.

Prandelli abandonaría la Fiorentina pero ya pasó a ser un habitante más de Florencia, donde ha fijado su residencia. Su actual compañera sentimental es toscana e incluso le favoreció, una vez nombrado seleccionador italiano, que la Nazionale tenga su sede en Coverciano, en una de las idílicas colinas boscosas que rodean a Florencia.

Giannattasio no tiene dudas de la capacidad de Prandelli para reescribir su propia historia, esta vez en Valencia: «Tendrá exigencia y presión, como ya la tenía en Florencia. Son clubes y ciudades muy parecidas y en esa atmósfera de vivir por y para el fútbol Cesare se siente cómodo, es una cultura de vida muy parecida».

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