Cesare Prandelli debutó en el Valencia siguiendo la onda de Voro y haciendo que sus jugadores pisaran los pies en el suelo. Es decir, todos a juntarse y a trabajar con la máxima humildad puesto que no hay excedente de talento para ganar de otra manera. Así venció ayer en el Molinón, con un ejercicio de solidaridad y eficacia en las áreas gracias, sobre todo, a un bigoleador inesperado, el mediocentro Mario Suárez, y a la contundencia defensiva de Ezequiel Garay, aquí un central de peso.

Prandelli, además, ha estudiado muy detenidamente a sus jugadores en estas dos semanas y se notó en la manera de moverlos. Cancelo, como interior derecho, ofreció su mejor prestación de la temporada, con potencia y desborde toda la tarde (aunque un exceso de individualismo en los minutos finales). Mario Suárez, aparte de los goles, le dio el equilibrio necesario al equipo, jugando a menudo a un toque. Y Parejo, más liberado, le otorgó el aire de distinción. Bakkali, en el último tramo, alargó al equipo y le permitió descansar y recuperarse de las acometidas desesperadas del Sporting, que venía de cuatro derrotas consecutivas. Bakkali había entrado por Santi Mina, el más desentonado de los valencianistas. El cambio fue otro acierto de Prandelli.

El intento de chilena defensiva de Santos habría resultado cómica de no haber significado el empate del Sporting: Carlos Castro cabeceó a placer un centro desde la izquierda de Isma López, muy suelto ante un marcaje demasiado laxo de Montoya. El Sporting obtuvo el premio a su insistencia. El Valencia había sobrevivido gracias a la solidez defensiva de Garay y al gol de Mario Suárez (m. 6). El tanto fue impecable: el pase atrás desde la derecha de Rodrigo, Parejo que, majestuosamente, deja pasar el cuero, y el disparo enroscado de Mario Suárez, justo al palo del que se alejaba Cuéllar, pillado a contrapié.

El Valencia aprovechó la ventaja para darle la iniciativa al Sporting. Prandelli les ha hecho sentir a sus jugadores que no pueden jugar como si fueran estrellas (no lo son en absoluto). Les toca juntarse y bregar en un 4-4-1-1, alejados de las ínfulas del 4-3-3, un esquema solo reservado para cuando cuentas con excelentes futbolistas. Solo lo fue en el primer tiempo Cancelo, dueño de una aceleración y un dribling imparables para la zaga sportinguista.

El Valencia se fue al descanso pidiendo la hora, achicando agua como podía. Pero volvió con más ambición azuzado por Prandelli, que hizo un cambio con un mensaje clarísimo: Bakkali por Santi Mina significaba que el técnico italiano quería los tres puntos (m. 64). El efecto fue inmediato. Y en una falta de Parejo desde el rincón del 10 cayó botando, tras un rechazo, a merced de Mario Suárez, que la empotró en la escuadra.

Un excelente pase en profundidad de Parejo a Rodrigo merecía la sentencia, pero el disparo del delantero se escapó por poco. Al Valencia le faltó aplomo para cerrar el encuentro, pero sí tuvo amor propio para protegerlo, un bálsamo ante la visita el sábado del Barça, el mejor refuerzo a la serenidad y seducción de Prandelli.