Todos los ingredientes emocionales que rodean al fútbol, la euforia y la esperanza, la ira y el desánimo, desventajas y remontadas en el marcador, se han concentrado esta tarde en un Valencia-Barcelona que ha sido fiel a su trepidante relato y que confirma el regreso competitivo del equipo entrenado (y súbitamente resucitado) por Cesare Prandelli. Ni el castigo final del 2-3 marcado de penalti por Leo Messi en tiempo de descuento resta mérito al coraje de los locales, despedido con auna tronadora ovación por un Mestalla reconciliado con su escudo.

Undiano Mallenco acaparó el protagonismo que en los prolegómenos había concentrado casi en exclusiva Paco Alcácer, foco de las críticas de la hinchada en su regreso a Mestalla. El estadio despedía al colegiado navarro con un coro de 50.000 voces al grito de "burro, burro" al entender que había influído decisívamente en tres acciones puntuales: el fuera de juego de Luis Suárez en el gol de Messi, al obstaculizar el ángulo de visión de Diego Alves. También se le recriminó un posible penalti sobre Rodrigo, que tenía ganada la posición a Umtiti, que desplaza el brazo en el contacto con el delantero. Por último, el árbitro internacional no enseñó la segunda amarilla a Sergio Busquets, por una acción muy parecida a la que le había costado la primera amonestación. Mestalla multiplicaba su presión de forma casi ensordecedora. Hasta el «community manager» del club „se supone que obedeciendo órdenes„ no se pudo reprimir y emitió un tuit reprobatorio contra Undiano en el descanso.

Era el remate de una primera mitad que en el que el ambiente festivo del (inusualmente diurno) Valencia-Barça se había convertido en crispado y nervioso por los numerosos lances que accidentaron el juego, con especial atención a las lesiones de Iniesta y Gayà. El movimiento táctico de Prandelli al descanso „Munir por Montoya, para castigar la débil banda de Digné„ y la furiosa reacción local con dos goles en tres minutos, elevaron la temperatura del estadio, desatado y volcánico. Un estado de euforia colectiva que se enfrió a los seis minutos, con la igualada de Luis Suárez.

Con un Barça dominador y un Valencia tenso y vigilante avanzaba el partido, con sucesos casi de ciencia ficción, como la contundencia „rabiosamente aplaudida„ de Abdennour como lateral izquierdo. Era tanto lo que estaba en juego, tan precioso el partido, que el rencor acumulado hacia Alcácer había pasado a un plano marginal. Solo en los minutos finales se reprodujeron cánticos como los de «Sal del banquillo, Alcácer sal del banquillo» y «Alcácer, canalla, fuera de Mestalla». Cuando el estadio soñaba con el tercer tanto, con una contra torpemente abortada por Santi Mina, Messi decidía desde el punto de penalti. Los puntos volaban de Mestalla pero quedaba la reconfortante sensación de haber asistido al regreso del Valencia.