­Para Jim, su hermano. Con el afecto de siempre.

Es extraño. Uno se pasa la vida enfebrecido por el rumor de las temporadas que pasan, alimentando en sordina una lealtad que ya no se forja en el presente sino con los retales del pasado. Ni siquiera es el eco de la infancia, ni por supuesto el prejuicio de la identidad colectiva. Al final, el Valencia son unas pocas personas. Personas buenas, leales, desinteresadas. Siempre que pienso en romper el pase y dedicarme a lo importante me acuerdo de ellos. Y ellos son, finalmente, el motivo por el que persisto en la última fila de Mestalla temporada tras temporada aunque el fútbol ya sólo sea para mí un estercolero de intereses comerciales y mediáticos.

Entre esas pocas, necesarias y buenas personas siempre estuvo, está y estará Jorge Iranzo.

El respeto y el pudor me impiden ir más allá del testimonio de la pena. No éramos amigos pero siempre que nos veíamos afloraba el guiño y la complicidad. Nos sabíamos herederos de la misma tradición, unidos por encima de las maniobras del azar, sus caprichos y el palmarés que casi todo lo condiciona. De alguna manera, lo mejor del Valencia era Jorge y Jorge representaba lo mejor del Valencia.

En realidad, Iranzo viajaba por toda España con el impulso añadido de quienes nos quedábamos en casa. En su figura se daba el entusiasmo necesario, la lealtad extrema, la locura justa. No le animaba ni la vanidad ni el afán de reconocimiento. Su humildad no era la antesala del chantaje como en tantos otros. Eso le distinguía y le hacía tan especial. Su adiós es un mazazo más en la línea de flotación del Mestallismo. Nos deja más huérfanos de referentes sencillos y cotidianos, que son, finalmente, los que ayudan a mantener en alto la bandera del club cuando la gloria deportiva se desvanece.

Espero y deseo que su ejemplo no caiga en el olvido. En septiembre debe volver su calendario, el de la temporada 2017-18. Ya no será el calendario del triplete. Será, estamos obligados a ello, el calendario de Jorge Iranzo. Con Mayúsculas. Es un reto modesto pero asumible. Que cuando el Valencia CF cumpla 150 años en 2069, el calendario de Jorge siga siendo tributo y homenaje a uno de sus mejores y más icónicos hinchas. Es un acto de justicia, pero también una necesidad colectiva. Jorge era un irreductible. Un hombre de carretera y silencios aferrado a un sueño, ver ganar el próximo partido del Valencia CF. Estamos obligados a mantener su llama.