El domingo en Mestalla se enfrentan dos equipos en permanente agitación. El Valencia-Granada es el partido de la inestabilidad, dos proyectos basados en el continuo movimiento de mercado. El rival valencianista ha visto desfilar en su primera plantilla a la friolera de 80 jugadores en solo tres temporadas, junto a seis entrenadores. Con menos intensidad, en el mismo intervalo de tiempo por el Valencia han pasado 49 jugadores, el equivalente aproximado a dos plantillas, y cuatro técnicos, Nuno Espirito Santo, Gary Neville, Pako Ayestarán y Cesare Prandelli. El resultado de ese cóctel desemboca en la triste realidad de ambos contendientes: el Valencia, con la cuarta plantilla más cara del torneo, se encuentra a un punto del descenso y medirá fuerzas con el colista Granada, que todavía no sabe lo que es ganar un partido.

El trajín incesante en la configuración de cada plantilla tiene un doble efecto en el Valencia y el Granada: tanta renovación, en ocasiones con criterios técnicos discutibles, dificulta que los entrenadores puedan consolidar un bloque sólido y, por lo tanto, competitivo. Bajo ese guion cambiante el Granada sobrevive a duras penas en primera división. Con solo 11 jornadas, el club nazarí ya es destacado farolillo rojo y en los cursos anteriores se ha salvado de forma milagrosa. La campaña pasada quedó a únicamente un punto del descenso marcado por el Rayo Vallecano, y en la temporada anterior, la 2014-15, conservó la categoría empatado a puntos con el Eibar, en la plaza 18.

El Valencia, con una transformación menos aguda, pasó de ostentar plaza de Liga de Campeones a tener que pelear por no descender. El cambio de temporada no ha evitado, para cabreo de Peter Lim, que los blanquinegros regresen a la órbita europea.

La segunda secuela visible de esa política de mercado es social. Sin el sostén de los buenos resultados, ese tipo de plantillas aumenta el desarraigo entre la grada, poco identificada con un equipo poco representativo, y la entidad. La ausencia de referentes con liderazgo acentúa el desencanto. El Valencia ha vendido a la mayoría de sus estrellas y a jugadores con calado simbólico, criados en la casa, como Paco Alcácer. La desnaturalización del Granada es más acusada. En los 80 futbolistas que han pasado por Los Cármenes se incluyen un total de 24 nacionalidades.

Entre medias, el Granada ha cambiado de propietario. La familia italiano Pozzo vendió el club este verano por 37 millones al empresario chino Jiang Lizhang.