En una velada que parecía destinada a las liberaciones y reivindicaciones, una de las más destacadas fue la de Jaume Doménech. El portero de Almenara ganó la titularidad a Mat Ryan y volvió a sentirse importante, útil para una causa, la del Valencia CF, en la que no ha dejado de creer. La única lástima para el guardameta, la de no haber podido evitar dejar la portería a cero, un objetivo convertido ya en utopía desde el 4-0 en Mestalla al Eibar, en un 20 de abril cada vez más lejano. Poco se le puede reprochar en el gol de Machís con el que el Leganés redujo distancias.

Cesare Prandelli recupera así a uno de los pilares fundamentales del equipo. No solo por una cuestión de rendimiento deportivo, sino también por la implicación y la buena onda que transmite en el vestuario, en el día a día de un equipo que aspira a ser de nuevo bloque.

El de anoche era el quinto partido oficial que Jaume jugaba en 2016, un año especialmente duro. Hasta el duelo de Butarque, Jaume había jugado solo cuatro partidos oficiales en este año. Desde el 10 de enero, con Gary Neville en el banquillo, había perdido la batalla de la titularidad en favor de Ryan y Alves. Desde ese momento, solo tuvo minutos en dos partidos intrascendentes: la vuelta de Copa contra el FC Barcelona, sin nada en juego tras el 7-0 de la ida, y el último encuentro de Liga en Mestalla ante la Real Sociedad, sin emoción clasificatoria alguna.

El partido fue plácido para el Valencia, desde que en el minuto 2 Munir adelantara a los visitantes y toda la tensión que agarrotaba mente y piernas desapareciera, pero aún así Jaume tuvo ocasión de lucirse. Lo hizo con una palomita, muy estética, para desviar a córner un cabezazo con mucha intención de Insúa, y que permitió que el equipo se marchara al descanso con 0-2.

Por momentos, el Valencia llegó a divertirse, a reencontrarse con sensaciones que creía olvidadas, a recordar que el fútbol se trata, en definitiva, de un juego. La chilena de Nani que casi acaba en gol o las internadas de Montoya con alma de extremo. Mención aparte merecía Munir, primera vez titular con Prandelli y con 73 minutos en el campo. Su gol, en el primer balón que tocaba, le dio alas para exhibirse, a veces hasta con algún recorte efectista de más que no gustó a los rivales. Síntomas de relajación de los que el Valencia, un equipo en plena fase de definición, no tardó en acusar. El gol de Machís fue la confirmación de la fragilidad mental en la que se instala un equipo que debe aprender a sufrir y a gestionar a su favor los momentos en los que el viento le sopla a favor. Anoche se acabó sufriendo con un holgado marcador favorable. Pero, además, ya se arrastraban los precedentes de las derrotas ante Las Palmas, Barcelona y Celta en los que el equipo llegó a ir ganando. En tiempo de descuento, Bakkali marcaba y se unía al club de los rehabilitados.