Más que nunca en tiempos de crisis, el Valencia necesita referentes. Y ahí había dos al final del encuentro: Jaume regalando la camiseta a unos aficionados y Carlos Soler atendiendo en camiseta interior a la televisión. Por mucho que los distintos entrenadores apenas hayan contado con ellos, Jame y Soler recuerdan a los dueños del club el valor de los vínculos emocionales. Y de la calidad de la cantera. Por desconocido para el gran público, la aparición de Soler fue estelar anoche ante el Leganés, de una personalidad arrolladora. Entró en un momento delicado, nada más empatar el cuadro madrileño, en sustitución de un internacional como Enzo Pérez. Lo superó en todo. En la precisión de los pases, en la aceleración y en esa jugada final que facilitó el gol de la victoria. Dada la mediocridad del mediocampo valencianista, clama al cielo su escasa presencia hasta la fecha.

A la quinta fue la vencida. Rodrigo necesitó cinco ocasiones seguidas de gol para marcar en la última. La lectura positiva es la cuantiosa producción gracias a sus excelentes desmarques. La negativa, la ya arraigada falta de puntería. Al final, marcó con un disparo afortunado con la derecha tras rebotar en un defensa. El pase raso y en diagonal había sido de Medrán, el jugador más inspirado en la primera parte. En la portería local estaba Jaume, un portero que va más allá de sus condiciones técnicas, físicas o táctica. Transmite buena onda a pesar de participar tan poco. Se llama carisma.

La segunda parte arrancó con un córner a favor del Valencia y una desestructuración total del equipo de Prandelli al perder el balón. Machís se cruzó el campo en diagonal sin que nadie acertara a taparle. El primer disparo de Machís lo repelió Jaume en una notable estirada que no evitó el rechazo y el tanto de Machís.

La alegría de la noche para Mestalla fue la entrada de Carlos Soler (m. 57). Las ganas de descubrir un talento, mucho más si es propio. Le ayudó dar un precioso pase en profundidad a Munir en la primera acción. La segunda fue un disparo ajustado desde la frontal. Después salvó a dos rivales con sendos regates seguidos. Le quedaba la traca final. Atacó un balón suelto al borde del área y se lanzó a por el gol. Se deshizo en la aceleración de dos defensas y el tiro cruzado, muy intencionado, apenas logró Herrerín desviarlo para que Rodrigo embocara a gol. Mestalla se marchó feliz a casa, creyendo haber encontrado un tesoro hasta ayer escondido.