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Testimonio

Ximo Forner: "El fútbol me hizo desconfiado"

Estrella juvenil del Valencia, ahora en el Castellón, es un centrocampista que ha vivido de todo

Ximo Forner: "El fútbol me hizo desconfiado"

En Hoop Dreams, esa fábula noventera y documental sobre los sueños deportivos adolescentes, hay un momento brillante. Lo protagoniza William Gates, promesa del baloncesto estadounidense y uno de los dos protagonistas de la película. «La gente», comenta, «me dice que cuando llegue a la NBA no me olvide de ellos. Yo les contesto que, si no lo consigo, ellos no se olviden de mí». Cuando escucha la escena, Ximo Forner asiente y entorna los ojos en la media sonrisa. «El fútbol a mí me ha hecho desconfiado», admite curtido y resabiado quien fuera capitán de la selección española campeona de Europa sub 17, promesa de un juvenil campeón en el Valencia y actual futbolista del Castellón en Tercera, «y sí», añade, «me gustaría no tener que decirlo pero es así, es verdad, incluso pasa con compañeros que tuve. Hay mucha gente alrededor que absorbe a los futbolistas».

A sus 26 años, Forner apura el final del parón navideño. Saborea la calma que da la madurez. Busca en Castalia una estabilidad que ha faltado en su carrera, y espera que el fútbol le premie aún con una alegría buena, «la recompensa que no ha llegado», de instalarse en el fútbol profesional, («por qué no con el Castellón»), pese a los problemas de la institución albinegra, a base de subir peldaños en el fútbol patrio.

¿Le molesta que le pregunten siempre por aquella selección de Bojan, De Gea, Fran Mérida o Iago Falque?

No molesta, pero por una parte jode haber estado ahí, haber sacrificado tanto, para que aún a día de hoy no haya llegado la recompensa que te gustaría. En el fútbol influyen muchos factores. Hay miles de futbolistas, e igual que en la vida , aparte del talento hay que tener suerte. Estar en el momento. Tengo los videos del Mundial y el Europeo en casa, pero igual hace cinco años que no los veo.

¿Cómo descubrió el fútbol?

Estuvo ahí siempre. En mi primer recuerdo ni siquiera podía andar solo. Me iba apoyando por las paredes del pasillo de casa. Esperaba a que mi padre llegara de trabajar por las noches para jugar un rato con la pelota. Los domingos por la mañana me llevaba a un campito junto a la Corona, en mi pueblo, Almenara. Me ponía alcohol en las rodillas para suavizar el frío, y allí nos pasábamos horas. Yo soy hijo único y para mí la figura de mi padre es vital. Mis padres hicieron un esfuerzo muy grande. Trabajaban en un almacén de naranjas y me llevaban como podían tanto a Vila-real a entrenar como a Valencia, antes de entrar en la residencia.

¿Había tradición futbolística en casa?

No, mi padre era aficionado, pero no jugó a nivel profesional ni parecido. Simplemente le encantaba el fútbol, y a mí también. Hay jugadores que no ven ni el Barça-Madrid, pero a mí me apasiona. Siempre que puedo voy a ver partidos, y me estoy formando como entrenador y director deportivo, aparte de porque me gusta, porque cuanto más formado estés, mejor te irá en el futuro.

Estando en el Villarreal se empieza a hablar en serio de Ximo Forner.

Primero jugué en el Almenara, al principio incluso sin tener ficha porque por edad no se podía. Fui a un campus de verano en Jérica y ahí los monitores del Villarreal me ficharon. Tenía 8 años y al principio no quería, porque prefería jugar con mis amigos, pero fui y estuve hasta cadete.

Su marcha al Valencia fue polémica. Se habló de un pago de 300.000 euros al Villarreal y de 150.000 al representante.

Pasaron cosas que sinceramente aún a día de hoy no termino de saber. Lo que se dijo no sé si es verdad. Fue una cosa entre clubes y yo no firmé nada al respecto. Está claro que me señaló desde un principio. Quizá por un lado me vino bien, para darme un nombre, pero para otras me vino mal. He sentido siempre más presión de la normal. Tener una temporada digna, una temporada buena, no era suficiente para mí. La expectación creó una etiqueta que arrastras y a la larga te resta.

Pese a ello, en el Valencia luce en un gran juvenil.

Ganamos la Liga, la Copa de Campeones y fuimos finalistas de la Copa del Rey. Creo que no se ha vuelto a repetir. El entrenador era Óscar Fernández. Había estado en el Burjassot de Tercera y nos enseñó los valores del fútbol amateur pero adulto, en un grupo de juveniles, que éramos unos niños. Eso nos hizo ser más competitivos y entender que el fútbol no era solo tocar sino ser también agresivos. Éramos en ese sentido atípicos, mordíamos, podíamos jugar cualquier tipo de fútbol.

¿Qué jugador le impresionó más en esos años en el Valencia?

Con el primer equipo, Baraja y Edu eran tremendos. Además eran mediocentros como yo, y me aconsejaban bastante. En la cantera el mejor era Dani Olcina, que ahora está en el Torre Levante. Tenía unas cualidades extraordinarias, para jugar en Primera de sobra, pero no le dieron la confianza que necesitaba. O mejor dicho, en lugar de dársela se la quitaron.

¿Y a usted?

El fútbol hasta División de Honor juvenil es una cosa, y después otra. Yo venía de la selección, de eso que llamaban tiki-taka, y de repente te ves en Tercera, que te dan hostias por todos lados, y que además te estaban esperando. Me tocó una época en la que no subían tantos jugadores, no estaba de moda. Había decisiones que se contrarrestaban: en lugar de hacer una pretemporada con Quique Sánchez Flores me fui con la selección. Luego con Ronald Koeman, con 18 años, sí entrenaba a diario con el primer equipo, pero terminó la temporada y llegó Unai Emery, que cambió a los cuatro o cinco que solíamos subir. Pasaba eso: cambian entrenadores, directores deportivos, representantes... Y cambian a los jugadores. Van rodando.

Su ciclo en las inferiores es excepcional. También en la selección española.

Ganamos el Europeo sub 17 y perdimos la final del Mundial luego. Era uno de los capitanes, con Jordi Pablo que es de Vinaròs y coincidí en el Villarreal con él. Éramos de los pocos internacionales desde el principio, desde la sub 14. A aquel Europeo fui gracias a un podólogo de Castelló, Miralles. Estuve meses sin poder jugar por un problema en la espalda y él lo corrigió con unas plantillas. Con apenas una semana recuperado me vio Iñaki Saez en la Copa de Campeones, y la tuve que abandonar a la mitad porque me fui con la selección. Nos reunimos con el club y el míster me dijo que aprovechara la oportunidad. Para suplirme bajaron a Montoro, que estaba en el filial. Aquel Europeo lo jugué entero, con Ignacio Camacho en el centro del campo. En el Mundial hubo rotaciones y jugué hasta los cuartos de final.

Ahí es donde me acuerdo de la frase de Hoop Dreams.

Hay jugadores que llegan a Primera o Segunda, con los que me llevé muy bien, y ahora no es lo mismo. Yo pienso que no sería así, en mi caso, pero es la forma de ser de cada uno. Hay mucha gente en ese mundo que absorbe a los futbolistas. En el Valencia, por ejemplo. Cuando vas de fiesta tienes a cinco buitres detrás. Con el tiempo desconfías de quienes se acercan, y prefieres quedarte al margen. A mí el fútbol me ha dado esa desconfianza, me ha hecho ser desconfiado. Solo puedes fiarte de tus padres porque son los únicos que estarán a las buenas y a las malas. Solo la familia.

Después del Mestalla empiezan las cesiones.

Paco López conocía mi caso y me lleva al Alcoyano, a Segunda B. Yo había debutado en la categoría con 16 años, pero un filial es distinto. Era adolescente y aprendí muchísimo de un grupo veterano. Es otra historia un vestuario así. Se valoran otras cosas, debes dar el callo no solo por ti, sino por el resto. En el juvenil vuelves andando tras una pérdida y no pasa nada, ahí en el Collao, jugándote un play-off, como no vuelvas a tope el capitán te pega un bocado en el cuello o te canta las cuarenta luego en la caseta.

Otro mundo.

En la vida hay que reinventarse. A mí me acusaban de tener calidad pero no meter la pierna. Con el tiempo, para sobrevivir, vas aprendiendo. Al final ves que si te lo dice mucha gente será por algo e intentas corregir. Con los años he ido retrasando mi posición en el centro del campo. Me gusta conservar el toque, pero mezclando. En lugar de tocar diez balones igual solo tocas cinco, pero mejor. Progresas a la hora de leer los partidos, de posicionarte, y nunca dejas de saber más. Tengo 26 años, aún me queda muchísimo.

También pasó por Grecia.

Años atrás había surgido una posibilidad similar que se truncó y me quedó la inquietud. En Grecia también aprendí un montón. Me atrevo a decir que el 70 % de lo que sé de la vida. Fue después de la primera etapa en el Castellón. Era una oferta que no podía rechazar en ese momento. Era un equipo de Segunda, el Larissa, con aspiración de subir y, bueno, los griegos son un poco especiales. El presidente era un personaje, rodeado por cuatro de seguridad, un caso aparte. Ahora me dicen de irme al extranjero y mucho dinero tendría que ser, o no me voy ni muerto.

Ese primer año en el Castellón, rozando un descenso a Regional Preferente, se asemeja a la situación actual del Valencia, salvando distancias.

Sí, es parecido. Una situación complicada e inesperada. El Valencia necesita que la afición, que lógicamente se entiende el enfado, el club y los jugadores sean uno, porque ahora van cada uno por un lado, y que todos miren por el objetivo principal, a corto plazo, que es salvar la categoría. Los equipos de abajo en las segundas vueltas aprietan mucho y no va a ser fácil. Lo de Simeone del partido a partido no lo ha inventado él, y parece un tópico, pero es así. Aquí ese año con el Castellón teníamos las cuentas en la pizarra, las hacía Ramón Moya, el entrenador, y marcar y cumplir un objetivo para cada partido fue clave. Sacar puntos como sea, y si no es así no nos salvamos.

Aquel año debió ser durísimo.

Yo puedo hablar por los jugadores, y te puedo asegurar que fue así. Pasaron 42 futbolistas, 4 entrenadores... Yo particularmente lo pasé mal. Mal de verdad. Aquello fue muy jodido. Dábamos el callo tanto o más como este año, pero la dinámica era la que era. De esas se sale haciendo fuerte el vestuario, sabiendo que tu compañero va a correr por ti, y a partir de ahí logras que los detalles que deciden partidos caigan de tu lado.

Mediocentro, interior, mediapunta... Jugó de todo con Moya.

Empecé de mediocentro, ya con Jorge Peris, pero después se fue complicando y la prioridad era el trabajo. Partía de la derecha para irme de mediapunta, ahí jugué mucho tras la lesión de Yagüe. No sé, al final era una temporada para hacer lo que hiciera falta para salvarse y ya está. Fue dura. Me hizo falta tomarme un tiempo para desconectar después, porque afectaba incluso a nivel familiar. Peor que esa temporada no lo he pasado nunca.

¿Le gusta la presión?

La presión es buena hasta cierto punto, siempre que no se falte al respeto. La presión es buena si te exige, si te hace sacar el máximo rendimiento. Castalia, como Mestalla, es uno de esos sitios que te aprieta cuando las cosas van mal, porque hay mucha gente que lo siente. Nosotros lo entendemos como futbolistas que somos, y creo que a nosotros en particular este año también los aficionados nos están entendiendo. También me tocó el peor año. Estuve en el pasado play-off contra Málaga y Gavà, y el anterior contra el Linares, y ves la otra parte, la buena. Cuando he podido he venido y he apoyado, aún estando en Grecia o en la Balompédica Linense.

Estar segundos, con los primeros impagos y con el conflicto alrededor, no es fácil.

Vine al Castellón porque es un gran club que, por circunstancias, está en Tercera. Hay clubes que en dos o tres años pasan de esta categoría a Segunda, y es difícil, pero por qué no puede pasar aquí. Lleva tres play-offs en poco tiempo y no ha subido, no quiero gafar el tema pero este año tiene que ser sí o sí. Además tengo una teoría, porque con el Alcoyano subimos de esa manera. Estos años se hacía proyecto en el Castellón para subir, pero este año a nivel económico no era para subir, en principio, sino para estar ahí. Mi teoría es que a menudo subes cuando menos te lo esperas. En cierto modo me gusta ir de tapado.

No sé si este año, con una dinámica deportiva opuesta, se está quitando una espina.

Después de lo que pasé aquí en mi anterior etapa, aprendí a valorar otras cosas. De cada experiencia que he tenido he intentado extraer un aprendizaje. Creo que ahora soy un futbolista más maduro, y la gente lo está valorando. A nivel personal llegué sin hacer pretemporada. Desde el primer día Frank Castelló tuvo confianza ciega en mí, y con el paso de los partidos he ido creciendo. Aún puedo dar más.

¿Cómo ha caído en el vestuario una destitución tan insólita?

Es complicado. Lo sabemos todos. Todo lo fue, también lo que pasó con Arturo en noviembre. Vino sin esperarlo. Aparte del tema deportivo, que los resultados están ahí, Frank había unido muchísimo al grupo. Para mí es un gran profesional y una muy buena persona. No esperaba que lo echaran. Esa misma mañana hablé con él sobre la recuperación de la lesión del último partido. La situación es difícil de llevar y como grupo es difícil de responder. Somos un equipo que sabe diferenciar lo que pasa fuera de lo que pasa dentro del campo, y eso aquí es importante.

¿Qué tal la primera impresión con Manu Calleja?

Para el nuevo entrenador es una papeleta complicada. Estar arriba es lo que queremos todos. Lo nuestro es intentar centrarnos, unirnos más si cabe como equipo y acabar entre los cuatro primeros. De momento las sensaciones con el míster son buenas. A día de hoy no ha dicho que quiera dar bajas. Nos comentó que confiaba en el grupo y que nos irá conociendo poco a poco.

En el centro del campo, Armando ha crecido a su vera una barbaridad.

Con él estoy muy a gusto. Aparte nos entendemos bien en lo personal. Vino cedido del Mestalla y le he intentado ayudar. Creo que le faltaba confianza. Hablé mucho con él, sobre todo al principio. Cosas que a mí los veteranos me decían al principio, cuando el cedido era yo, consideré que a él le podían valer. También está Marenyà, que se lesionó cuando yo entré y ha estado recuperándose. Es un gran futbolista, con calidad, y que además pone su trabajo al servicio del resto.

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