El Eibar ha devuelto esta noche al Valencia a su dura realidad: la de un equipo frágil, mal construído desde la pretemporada y espiritualmente muy pobre. El paseo triunfal del equipo vasco en Mestalla fue histórico. Humillante. Es cierto que el equipo de Voro pagó las ausencias de Parejo, Nani, Enzo Pérez y Munir, los tres primeros protagonistas en la rehabilitación del grupo en las últimas dos jornadas. Pero su presupuesto, su estatus, su condición le obligan a ofrecer los mínimos argumentos para competir ante un club al que casi triplica en potencial económico. Tampoco vale como excusa la expulsión injusta de Carlos Soler antes del descanso, cuando el Eibar ya gobernaba en todos los frentes. Su hoja de servicios fue, otra vez, desastrosa. Mario Suárez, Cancelo, cambiado en el descanso por Voro, retrataron sus miserias. Zaza, debutante ayer como titular, fue un naúfrago en el océano.

Que el Valencia tardara 15 minutos en crear su primera ocasión, en un testarazo de Zaza a la grada a un preciso centro de Gayá, el mejor de su equipo, no fue una casualidad. El Eibar mandó de principio a fin. Bloqueó tácticamente al Valencia en el medio campo y entró por las bandas con una insultante facilidad. Carlos Soler, esta vez, se sintió pequeño, con todas las vías de comunicación cerradas. Detrás, Mario Suárez, lideró el desconcierto general. La fragilidad defensiva del Valencia quedó al descubierto, otra vez, en el primer gol del Eibar. Escalante centró al área pequeña y por allí apareció Sergi Enrich, mal marcado por Montoya, para fusilar a Diego Alves con un remate en plancha.

En contra de recular unos metros, el Eibar siguió a lo suyo. Un martillo que golpeó a su rival sin descanso. En el Valencia no había nadie para dotar de rigor táctico al juego. Sin Parejo, en la grada, Soler y Medrán resultaron insuficientes. El colmo de los males llegó con la expulsión del canterano. En su intercambio de manotazos con Escalante, a la espera de un córner, el argentino se tiró al suelo. Soler, no. El árbitro pitó penalti y expulsó al canterano.

Con 0-2, solo con Medrán para gestionar el fútbol en la zona de creación, Voro apeló a la verticalidad y a la chispa de Orellana, al que le tocó debutar en un mal día y en un mal momento. Cancelo se quedó en la ducha...y Mario Suárez continuó en el campo. Resultado: un equipo desnortado, roto, a merced de un equipo al que casi triplica en presupuesto. A la fiesta del Eibar se unió Dani García con un gol de bandera. Enganchó un rechace fuera del área, de volea, para anotar uno de los mejores goles de la temporada. La gente comenzó a desertar de Mestalla, harta de tanto desconcierto. Luego llegó el cuarto, cuando la grada ya estaba medio vacía. La luz roja está otra vez encendida.