La decisión del Valencia con Mario Alberto Kempes marca un precedente inédito en la relación de los grandes clubes con sus máximos referentes históricos. Al igual que el Matador, otros ídolos se han mostrado críticos con sus equipos de siempre. Es el caso de Johan Cruyff con el FC Barcelona y Alfredo Di Stéfano con el Real Madrid. En los dos ejemplos, a pesar de la inevitable tirantez institucional, los dos clubes aguantaron las embestidas porque tanto Cruyff como Di Stéfano representaban algo más que la vitola de un exjugador y alcanzaban la categoría de tótems.

Di Stéfano, hasta su fallecimiento, fue presidente de honor del Real Madrid. Cruyff no mantenía ninguna vinculación contractual con el Barça desde que dejó de ser entrenador a mediados de los 90, pero mantenía intacta su influencia como ideólogo de la modernidad azulgrana, lo que le permitió criticar hasta poco antes de morir, por ejemplo, el «egoísmo» que veía en Neymar, Suárez y Messi. Otros clubes de rango, como el Bayern, hacen de la crítica un rasgo de normalidad. Gente como Beckenbauer, Matthaus, Effenberg o Kahn han criticado, sin miramientos, a Pep Guardiola en su etapa bávara.

El capítulo abierto en torno a Kempes pone de manifiesto el distanciamiento, cada vez mayor, entre Meriton y la hinchada. A la ausencia de autocrítica, evidenciada en varias declaraciones públicas de la presidenta Layhoon Chan o, esta pasada, del consejero Anil Murthy, se une la falta de sensibilidad en aspectos extrafutbolísticos. A pesar de los desaciertos deportivos, Meriton sí había mostrado una inquietud mayor que el de directivas precedentes a la hora de tratar temas referentes a la cultura y la historia de la entidad.