La mejor noticia de los últimos meses ha llegado gracias al equipo de restauración de la Universidad Politécnica de València. El abanico XXL del valencianisno, nuestra retablo de gloria, ha sido restaurado por unos técnicos que le han devuelto el esplendor de sus paseos por la primera Barcelona de los setenta. El abanico de Bonico Ortí, también llamado abonico para economizar, es de la Peña Valencianista de Aldaia. Su restitución supone un aviso para los enemigos. Ahora que la maldición de Koeman (sin mí estaréis cinco años dormidos) se consumió demasiado despacito, ahora que el abanico vuelve a poder desplegar sus alas con galantería, todo está preparado para el lucimiento. Solo falta un equipo. Pequeños detalles. Estoy convencido de que el abanico de Ortí no fue tan solo una consecuencia estética de que el Valencia campeonara tan consecutivo después de palmar una final de Champions tras otra (el otro día el Cholo Simeone, corto de memoria, decía que ningún equipo se hubiera recuperado como el Atlético después de perder dos finales europeas tan seguidas; en fin?). El abanico de Ortí fue causa, una de las causas de aquella bacanal de títulos. Que un club amenace con sacar un palmito gigante por los campos si gana es tan suculento que incluso los que llamaban Ortiz a Ortí deseaban en silencio que el VCF triunfara para ver la performance. Ortí estuvo presente estos días en el acto de la Fundación para revivir el palmito. Ortí, si hoy fuera accionista mandamás, sería tildado de exótico propietario capaz de desfilar por los campos con una peluca naranja. La extraordinaria normalidad con la que ingerimos todo aquel despliegue estético demuestra la amplia capacidad de adaptación de nuestro pueblo. ¿Qué hace un hombre paseándose con peluca naranja y un abanico gigante? La virtud imprevisible del Valencia es su gran ventaja competitiva. Cuando Kempes -leyenda modulable a la que algunos aprecian más cuando calla, como si debiera ser un busto; deben preferir el rol de Sol, reducido a glosar las vestimentas del rey cuando el rey va desnudo- escribe a golpe de tweet que echa de menos valencianía en la estructura, no hace más que advertir de la necesidad de recuperar el chute sentimental, tan intangible, tan irracional. Fuimos víctimas de este sistema binario que, tras soportar tanto canallismo casposo y local, confundió la parte por el todo y admitió que se podía surcar prescindiendo de valencianistas sentidos. Cuando el meritonismo busca adquirir un aporte sentimental está reconociendo el problema: no lo tiene y debe comprarlo al peso. No es probable que Mateu Alemany se ponga peluca ni exhiba palmitos, pero su conversión en portavoz mayor del reino contribuye a la búsqueda de una normalidad mediterránea echada a perder. Su frase, en este periódico, de «hi ha diferents maneres d´agafar una figa d´una figuera» -con enjundia botánica tal que la del gato y la palmera- es más expresiva que decenas de declaraciones rimbombantes. Un poco de proximidad, aires cercanos. Un mínimo consuelo.