La tremenda bronca que cayó sobre Joao Cancelo no se limita al gesto de callar a la grada tras marcar el tercer gol del engañoso 3-0 sobre el Deportivo. La explicación del estallido de ira en el lateral portugués de la grada tiene un mayor recorrido, responde a un hartazgo más hondo. Cancelo representa el perfil de apuesta de futbolista que enmarca el proyecto de Peter Lim. Un prototipo de jugador con proyección pero demasiado joven, caro y experimental, y con una inmadurez que no se domestica ni con tres temporadas de permanencia en el club. El caso de Cancelo resume la frivolidad en la percepción de una idea de club. Ayuda a entender el desarraigo, maldición que comienza a encepar fuerte en una entidad desnaturalizada. Toda esa irritante realidad se condensó en el grito «Cancelo vete ya».

Alertado por sus propios compañeros, Cancelo se percató de la falta de respeto que implica hacer callar, en tu estadio, a una afición que continúa acudiendo al campo en buen número pese a la resignación de soportar dos temporadas de decadencia sin frenos.

El club, hábil de reflejos, desplegó un operativo urgente para mitigar el efecto del feo gesto de su futbolista. Disculpas en declaraciones a pie de campo para la televisión que retransmitía el encuentro y en redes sociales. Una actuación necesaria pero que se queda corta. La relación entre Mestalla y el futbolista está muy deteriorada y la posibilidad de congelar la polémica, aumentando la suplencia de Cancelo, sobre todo en los partidos como local, también salta por los aires. Martín Montoya está sancionado por acumulación de tarjetas para el próximo encuentro, que será en Mestalla, en apenas tres días, contra el Celta de Vigo.

Empeora su venta

El próximo jueves será complicado evitar la escenificación de un conflicto cuyo perjuicio salpica incluso la tasación de mercado de Cancelo. Las grandes ventas del pasado verano dejaron al equipo con un fondo de armario muy limitado. Sin André, Mustafi o Alcácer, Cancelo aparecía como uno de los pocos jugadores de los que se podía sacar un provecho económico en el caso, como ha acabado sucediendo, de que se repitiera el desastre de la temporada anterior y el equipo volviese a quedarse fuera de Europa. En la primera vuelta llegó a filtrarse un posible pacto con el Barcelona por 30 millones de euros para prolongar el fértil trasvase de jugadores instalado entre las dos instituciones en los últimos años.

Eran meses en los que Cancelo, situado como extremo derecho, parecía haber encontrado su posición idónea. El bajón del jugador en las jornadas siguientes ha sido tal que no solo ha desaparecido del «once» valencianista, sino que también parece haberse evaporado el interés barcelonista en su contratación. La salida del jugador está cantada, y más con el episodio de ayer. Pero para sacar un precio que supere los 15 millones que el Valencia pagó por él cuando era un perfecto desconocido, Mateu Alemany tendrá que arremengarse la camisa. O confiar en un truco de magia de Jorge Mendes.

El esperpento vivido con Cancelo tiene precedentes. No es la primera vez que la grada de Mestalla fricciona con sus jugadores en un teórico momento de felicidad, como es el de un gol a favor. Salvando las distancias, en la memoria reciente queda un tanto del brasileño Jonas Gonçalves o, más atrás en el tiempo, el desencuentro que durante algunas semanas enfrentó a una leyenda como Fernando Gómez Colomer con el público, en la celebración de un tanto contra el Cádiz, en los tiempos de Guus Hiddink.

La polémica con Cancelo minimizó el resto de matices que tuvo el encuentro. Si el Valencia ganó al Deportivo fue porque Diego Alves volvió a mostrar su arte hipnótico en los penaltis. El que le detuvo a Fayçal Fajr, nada más iniciarse el partido, embellece una estadística asombrosa. De 50 penaltis que le han lanzado, ha detenido 24. Otros 24 han sido gol, uno rebotó en el poste y otro se marchó fuera.

Otro de los protagonistas fue Simone Zaza. Es un caso radicalmente contrario al talento estéril de Cancelo. El italiano suple sus visibles carencias con un inagotable esfuerzo por el beneficio colectivo. En tiempos de crisis de valores en el valencianismo, la voluntad solidaria de Zaza es un bálsamo para olvidar aquellos fichajes, con pólvora de rey, del dueño ausente.