Una variable insospechada juega también en el debate del futuro entrenador del Valencia. Los méritos deportivos indiscutibles acumulados por Voro González, y resumidos en la completa rehabilitación de un equipo condenado a sufrir, parecen relativizados con la imagen que proyecta su personalidad. La «buena persona», el discreto «hombre de club» que acepta agradecido todo cometido, argumentos trasladados incluso desde la propia directiva, dibujan un perfil menor y condescendiente de Voro respecto a otros candidatos, tratados al 100 % en su categoría de entrenador.

Una consideración no del todo justa ante la que Voro respondía ayer, como siempre, con normalidad: «No me importa, soy así ¿Que sea Voro buena persona? Es que soy así. Intento hacer bien las cosas en el cargo en el que estoy, y hacerlo de la manera que soy. El club tomará la decisión cuando la tenga que tomar, pero no me siento agraviado por eso. Cuando el club se defina, me parecerá perfecta y ya está. No hay debate».

El técnico no esconde su cansancio por tener qué responder siempre a un debate que ahora solo responde a hipótesis, como su futuro. Del mismo modo, no se pronunció sobre la posibilidad de que Mateu Alemany, director general, le ofreciera un cargo en cualquier otra área: «Si llega ese momento, lo valoraremos. De momento estoy implicado al 100% en acabar la temporada lo mejor posible. Ahora no me preocupa en exceso. Ya he dicho mil veces que no me preocupa mi futuro, no voy a pensar ahora en cosas que son una hipótesis».

Por encima de los nombres, de los cargos o de la procedencia de las personas, Voro lanzó un mensaje de los fundamentos en los que se debería asentar el Valencia en el futuro. Unos principios irrenunciables que recuerdan a aquella aspiración que Pako Ayestarán popularizó como la «cultura de club». «Sean o no de aquí los empleados, al final lo que queremos es que el Valencia quede lo más arriba posible. Si es con los máximos jugadores de aquí, mejor. En el fútbol esa página [en alusión a la procedencia geográfica] ya la hemos pasado. Lo importante es que desde el club las cosas se hagan bien, que los futbolistas dignifiquen el escudo jugando y compitiendo bien, que la afición esté al lado del equipo y que todos seamos una piña. Lo que es palpable es cómo trabaja ahora el equipo, cómo se esfuerza. Al final con independencia de dónde sea el presidente o el entrenador. Tenemos que ponernos el mono de trabajo para recuperar ese club con aspiraciones».