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La fidelidad de los hechos

Tras dos años de crisis deportiva galopante, el VCF ha querido asegurar el tiro con un entrenador fiable como Marcelino frente a la idea más romántica e imprevisible de Quique Setién. En ese cambio tan brusco de dirección ha tenido que ver, por supuesto la caída en picado de Las Palmas, pero también ha coincidido la opinión de la persona que más conoce el club de Mestalla por dentro de los últimos dos lustros: Voro.

El primero delegado, después entrenador y ahora número 2 de Mateu Alemany ha entendido que para crear una estructura de plantilla y de club la persona indicada es el entrenador asturiano, que ha sido bienvenido por casi todo el valencianismo, casi como un clamor. Ahora toca proporcionarle una plantilla sobre la que volver a ser competitivos (seguramente renovando el eje central de conjunto, punto débil de las dos últimas campañas: un central de jerarquía, un mediocentro de primera y otro delantero).

El Valencia no es un plantel empozoñado como lo fue en diciembre pasado, sino que hay una base sobre la que empezar la reconstrucción. Los dos chavales ascendidos, Carlos Soler y Lato, han reactivado el orgullo de la hinchada y la competitividad del grupo en el que hasta el inestable Cancelo ha querido sumarse a esta esperanza. El club ha querido ser generoso con el artífice de ese saneamiento y debería serlo también con su equipo de trabajo (Chema Sanz y José Manuel Otxotorena) sin cuya positividad no habría podido llegar a este punto de serenidad.

Voro ha demostrado sa través de la acción aquello que tantos manosean cuando les conviene: el sentimiento por unos colores. Lo hizo en el momento de la verdad, urgido a coger en el equipo del que había huido un entrenador (Prandelli) que había despreciado al grupo y puesto patas arriba la credibilidad de la entidad. Voro no podía dejar al Valencia en la estacada. Pasara lo que pasara, tiraría adelante. Esa fue al menos una decisión acertadísima del después dimitido director deportivo, JG Pitarch: dejar el equipo en manos de Voro y no de Curro Torres como pretendía el entonces director de la escuela y ahora director deportivo, JR Alesanco.

Tras tomar Voro las riendas del banquillo, la presidenta, Layhoon Chan, se quedó atónita al ver que el técnico no fue a pedirle dinero sino calma y confianza. Y también poder continuar en la entidad al acabar la temporada con el VCF.

Justo lo que el técnico transmitió a la plantilla y al público. Nada de besitos al escudo. Ni de celebraciones exultantes de los goles. Cero demagogia. La fidelidad demostrada con hechos. En su despedida como técnico, el domingo 21 ante el Villarreal, Mestalla le debe un homenaje. Es un grande.

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