El primer movimiento del nuevo Valencia de Alemany, Voro y Marcelino será asegurar uno de los pilares sobre el que se debe levantar el club del futuro: la continuidad de Carlos Soler. Las negociaciones para la ampliación y mejora de su contrato avanzan a buen ritmo y podrían cristalizar la próxima semana. El canterano, de 20 años y convertido por derecho propio en uno de los jugadores más importantes del primer equipo, vería aumentado su salario acorde a su protagonismo. El club, por otra parte, ahuyentará a los grandes clubes con tentaciones de ficharlo, al aumentar exponencialmente su cláusula.

El crecimiento de Soler en esta temporada, al convertirse en el mejor jugador del Valencia en la segunda vuelta, ha dejado en insuficiente el primer movimiento del club. Esta misma temporada, la cláusula de Soler pasó de los 8 a los 30 millones de euros cuando el mediocentro pasó a formar parte, de manera oficial, del primer equipo. El Valencia, en un gesto de confianza, incluso se adelantó y formalizó el cambio antes de que el jugador cumpliese con el mínimo de partidos estipulado. El precio de Soler casi pasó a cuadruplicarse, pero aún así quedó una cifra asequible para el potencial financiero de los clubes que han pasado a espiar por Mestalla, como el Bayern de Múnich.

Soler quiere seguir cumpliendo etapas con la tranquilidad y normalidad que le ha caracterizado en toda su etapa en la Academia del club. El futbolista y su entorno entienden que se encuentra todavía en una fase de aprendizaje y crecimiento, pese a la prematura trascendencia de su fútbol en el césped. Carlos aspira a seguir progresando sin provocar una salida que asume que sería forzada en su carrera y también contraria a su marcada militancia valencianista. Su futuro inmediato es también el de un club al que quiere contribuir a restablecer su prestigio.

El club, por su parte, asume que Soler debe ser la bandera del proyecto regenerador. A pesar de la crisis y de la necesidad de vender, el canterano es intocable. Aparte de la importancia de su fútbol, representa la imagen de los valores que se pretenden recuperar. La del jugador criado en la casa que, además de calidad, desprende también un grado mayor de identificación, para combatir el desarraigo de dos años de proyectos fracasados con estrépito.