El Valencia encara una semana en la que Marcelino García Toral acaparará toda la atención. El técnico asturiano será presentado después del partido de este domingo en Mestalla, en una tarde cargada de alicientes. El Valencia se medirá al Villarreal, último equipo al que dirigió Marcelino, y el palco ofrecerá una interesante fotografía, con Fernando Roig y el resto de consejeros del «submarí groguet».

Marcelino se presenta como un entrenador de conceptos muy diáfanos, que convierten a sus equipos en claramente identificables. El defecto que más se le ha achacado al Valencia, la ausencia de un patrón de juego definido y convicente en los últimos años, quedará cubierto con el nuevo técnico. Estos son los mandamientos innegociables del fútbol de Marcelino.

El 4-4-2 es irrenunciable, tanto en casa como a domicilio

El Villarreal hizo gala de ser un equipo con una marcada personalidad, con independencia de que se jugase como local, a domicilio, o del potencial o las singularidades del rival de turno. Marcelino tiene una fe casi religiosa en ese dibujo y, desde esa convicción, sus equipos acaban asimilando rápidamente conceptos, juegan de memoria, lo que repercute en una mayor fiabilidad en el rendimiento final.

Automatismos en los que los extremos son decisivos

Cuando hay que atacar, la velocidad de circulación de la pelota es rápida. Los movimientos en el centro del campo responden a automatismos en los que se trata de aprovechar la velocidad de los extremos. Una jugada clásica en la temporada en la que el Villarreal contó con el Cheryshev más inspirado.

Los delanteros arrastran a los marcadores y el atacante de banda aprovecha esa diagonal libre. El Valencia actual acumula jugadores atacantes con cierta polivalencia (Santi Mina, Rodrigo Moreno, Munir si acaba quedándose), pero pocos especialistas específicos de banda. Un perfil como Bakkali, pero mucho más consistente.

Marcelino recogió un Villarreal delicadamente esculpido en el juego de posesión, primer toque y tocarla por dentro. Sin renunciar a esa filosofía de juego, el técnico afiló los colmillos del equipo con un talento más vertical, agresivo y directo. Marcelino llega a un Valencia muy necesitado de resolver partidos mediante una clase de resortes que no tiene instalados.

Defensa: seguridad con dos líneas de 4 que no se deshacen

Los extremos no tienen una incidencia solo atacante, también pesa sobre ellos una responsabilidad defensiva. Además de ir a la aventura para crear peligro, también vuelven a ayudar en el repliegue, sin que se descompongan en ningún momento las dos líneas de cuatro. Esa obediencia hace que los equipos de Marcelino encajen pocos goles, sin necesidad de tener que encerrarse atrás. Una virtud que emparenta los equipos de «Marce» con el Valencia de Rafa Benítez. En ese esquema es vital que haya jugadores que actuen como un termómetro para que no se altere ese orden. El Villarreal tenía a Bruno y el Valencia necesitará definir a otro ideólogo.

Exigencia: Jugadores exprimidos y gran forma física

Con Marcelino nunca se baja la guardia. El control alimenticio, la báscula y la forma física son otra de las claves. Se necesita un gran estado de forma porque el rendimiento exigido desde el cuerpo técnico siempre rozará la perfección, las máximas facultades del futbolista. Esa es la razón por la que el rendimiento de los equipos de Marcelino es alto, pero que también impide que sus proyectos se instalen en el largo plazo, por los inevitables roces que provoca una demanda tan alta de exigencia. La permanencia de Marcelino en los banquillos no suele pasar, en los casos exitosos, de los dos años y medio.