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Se viene llorado de casa

Se viene llorado de casa

Qué frenesí, qué involución, qué descrédito cuando Peter Lim aparece por foto, poniendo su rostro junto al de las nuevas adquisiciones del club, con una furgona improvisada como photocall. Antes ocurría que cuando Lim posaba ante el mestallismo suponía todo un chute proteínico para el proyecto, aunque solo fuera de forma simulada. Ahora ves a Lim con Marcelino y la imagen tiene regusto al rehén con el periódico del día, como si Lim se tomara la foto para certificar que sigue siendo propietario y sigue existiendo en relación con el valencianismo.

Por lo demás la foto de García Toral y de Lim, a sonrisa batiente, es un guantazo a los intentos del resto del club por emanciparse de la gestión amateur y distanciada. La visita para rendir pleitesía vestida de enviado asturiano que llega a Singapur para reclamar inversiones. Un mensaje lanzado: el patriarca está tan lejos que para que reciba cachitos de realidad hay que viajar a él. Mientras, Anil Murthy sigue disfrutando de la felicidad de la vida. Cuán absurdo. Hubiera ayudado a los intentos del segundo escalón por ganar credibilidad el que fuera Lim quien visitara a García Toral.

Anecdotillas intrascendentes, señalan los hagiógrafos. Pero cuando se trata de descifrar si hay un cambio real o es solo parche o maquillaje, los detalles hablan. Ya clamó Mendieta, el proyecto del club es como el Brexit: nadie sabe nada.

Me preocupa más discernir si el propósito de enmienda va en serio antes que el lento fluir en los fichajes: la carestía obligará a depender de cesiones y de operaciones rocambolescas de última hora. Me gustó Mateu Alemany reconociendo dificultades. «Las cosas están complicadas. Paciencia». Por fin un tipo mirando a los ojos al aficionado y contándole loque hay, en lugar de sortear la evidencia vendiendo motos.

Ante las recurrentes fantasías sobre el riesgo de que Marcelino y Alemany deserten antes de tiempo al darse de bruces con la realidad, un recordatorio: los antecedentes eran lo suficiente crudos, las evidencias previas demasiado claras, los incumplimientos de promesas tan evidentes, como para no haber lugar a la duda. Ellos dos tenían claro cómo se ha venido gestionando el club y han venido aceptando la misión a cuestas de transformarlo. No hay lugar para el quejido, vienen llorados de casa, ¿no?

Llámame rarito pero la frase que más me ha ilusionado en lo que llevamos de verano es la de Alemany: «Las cosas están complicadas. Paciencia». Sin excusa, se llama realidad.

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