El Valencia se marcha hoy de Évian-les-Bains con la sensación de estar asistiendo al inicio de una nueva época. Queda un largo trecho por recorrer y muchos cambios por efectuar, pero Marcelino García Toral ha sentado las bases de una armonización que tiene su origen en la pronta ejecución de una línea roja. La salida de Enzo Pérez y Aderlán Santos, además de la inminente marcha de Diego Alves, ha eliminado los vicios del pasado, el bucle errático. Ha permitido volver a empezar.

El proyecto de retornar el prestigio al Valencia pasaba indefectiblemente por aplicar transformaciones estructurales que afectasen al elenco de líderes y pesos fuertes en el vestuario. El caso de Alves, muy próximo al Flamengo, y de Enzo Pérez, de regreso a Argentina con River Plate, ha propiciado que sí se pueda asistir a una regeneración real. El ejemplo de Santos es distinto. Su marcha era urgente, pero por no cumplir con los mínimos preceptos de calidad futbolística para un equipo de las aspiraciones del Valencia.

Marcelino quiere un grupo que trabaje con la honestidad y el compromiso que él mismo otorga a su cometido. Al técnico asturiano le gusta comparar a un equipo con una familia, en la que deben primar valores como la solidaridad, el compromiso y la ambición por querer mejorar las cosas. Esos son los argumentos que reclamará al líder que acabe llevando el brazalete. En estos días en Évian-les-Bains, en los que la intensidad de los entrenamientos ha sido altísima, ninguna estridencia ha alterado el trabajo de un equipo obediente, al que el técnico la implicación por querer hacer todo lo que les pide. Para el cuerpo técnico, los resultados son solo un buen indicador, que se asienta sobre esa base irrenunciable.

Las zonas innegociables

La concentración francesa ha servido también para constatar el estilo de Marcelino. Un técnico metido en los entrenamientos, con una comunicación muy directa y cuidadoso con los detalles hasta la obsesión. Su ideario empieza a quedar claro. La importancia de saber ocupar los espacios como primera piedra de una identidad. Marcelino es muy claro a la hora de exigir a cada futbolista una función determinada. El que juegue en una posición y no haga lo que se le pide, no volverá a actuar en esa demarcación. Hay zonas del campo innegociables, los centrales y el mediocentro, donde tienen que venir las incorporaciones, en las que quedan prohibidos los atrevimientos y las frivolidades. La libertad queda reservada de tres cuartos hacia adelante, a la hora de definir, como hizo el joven Nacho Gil contra el Sporting. De hecho, el 4-4-2, rígido en defensa, se destensa en ataque, donde el segundo punta (Rodrigo, Santi Mina) tiene más movilidad.

Nani, esencial por su calidad

En la libreta de Marcelino hay también esbozos de lo que tiene que venir. Hay muchas esperanzas en Nani. Se le considera que su calidad (virtud difícil de encontrar) es fundamental en el último pase, y que así se comprobó en su primera campaña, pese a las lesiones y la mala racha general. El cuerpo técnico duda si ponerlo de segundo punta o cayendo desde la banda. Marcelino decidirá viéndolo en acción en los entrenamientos. Así se dilucidará el encaje de Soler junto al mediocentro que debe venir y Parejo, el guía al que se ha acogido el míster.

El mercado español, caro

Una sola frustración pesa sobre Marcelino: la imposibilidad de momento de españolizar el equipo, una de sus aspiraciones. El Valencia no puede igualar el precio, a partir de los 12 millones, que la Premier está pagando por los Roque Mesa, Iborra. Pero la realidad es que la escasez de dinero fue la causa por la que no vino Albiol, por quien suspiraba el técnico. Marcelino mantiene la calma y aspira a que se fiche a los mejores acorde con el dinero que se disponga.