El 10 salió el último (el club le otorgó ese honor) y se llevó una de las ovaciones más cálidas de la noche. Mestalla, por fin, parece reconocer la figura de Parejo, futbolista discutido por muchos sectores del fútbol, pero nunca por los entrenadores. Lo valoraron la mayoría: desde Valverde pasando por Nuno, Ayestarán y, por supuesto, Marcelino. El capitán es un mediocampista capital se mire por donde se mire y ya supera a Mario Kempes en número de partidos con el Valencia CF. Se ha ganado un respeto.

La emoción embargó al estadio cuando la banda de L´Ollería interpretó el himno regional. Allí, en el centro del campo, se juntaron toda la plantilla del Valencia, con el numeroso cuerpo técnico, flanqueados por sendas filas en diagonal de los aficionados más veteranos y también de los más jóvenes, homenajeados por el club.

Antes, habían desfilado los componentes de la plantilla. Y el más querido, aparte de Parejo, fue Carlos Soler. Su ascenso en el imaginario del valencianismo ha sido meteórico. La seguridad y el aplomo que transmite, tanto dentro como fuera del campo, auguran un largo recorrido en Mestalla. Al grupo de los preferidos por la grada se unió el carismático Jaume Doménech así como los laterales izquierdos Gayà y Lato, los otros dos canteranos consolidados.

De los foráneos, Zaza se ha ganado el corazón de la hinchada. Su llegada, en invierno pasado, sirvió para despertar de la atonía al equipo, más por lo que proyectó desde el punto de vista anímico que futbolístico. No es un fino estilista, pero se deja la vida en cada intento.

En un ambiente un tanto desangelado al principio, que no llegaba ni a media entrada, Mestalla recibió a los primeros jugadores del Valencia sin mucho entusiasmo. Tímidos aplausos para casi todos y pitos para Adennour, sorprendido por el recibimiento hostil. La grada quiere que se marche el central tunecino. La relación entre lo que costó (22 millones) y su rendimiento está muy desproporcionada.

Hubo división de opiniones con el portugués Cancelo, que quiere marcharse a la Juve. Y la gente no sabía cómo reaccionar ante la presencia de Garay, que entró parsimosiosamente en el campo sin saber si se va o no al Spartak de Moscú. Nani salió renqueante, todavía convaleciente de un esguince en la rodilla.

Y Marcelino fue recibido como un héroe casi antes de empezar. Mestalla está en sus manos.