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Patrimonio

Los guardianes de la memoria

Pepe Roca y Fernando Rius, entre otros coleccionistas, han recuperado una gran parte del material histórico que el Valencia no ha sabido proteger

Los guardianes de la memoria

Si el Valencia, en algún futuro, llega a albergar un museo a la altura de su casi centenaria historia será por la invisible labor de conservación de gran parte de su patrimonio a cargo de coleccionistas como Pepe Roca y Fernando Rius. Mientras las sucesivas directivas del club, sin excepción, han tratado con indiferencia y desdén la custodia de toda esa memoria, ocasionando casos como el robo de la primera bandera oficial o la desaparición de los banderines de las finales de la Champions, revelada por Levante-EMV, estos dos aficionados llevan desde hace décadas invirtiendo esfuerzo y mucho dinero para recopilar todo tipo de material. Incluso han recuperado tesoros que fueron robados de la propia entidad.

Roca era un niño cuando, a principios de los 70, se gastó los ahorros de unas navidades en un abono de media temporada del Valencia, sin avisar a sus padres. Y ya en los 80, cuando abrió el Café Infanta en el barrio del Carmen, la afición se extendió al coleccionismo futbolístico. «Mi socio coleccionaba fotos antiguas de la ciudad, y en los lotes empezaron a aparecer fotos deportivas. Eso, unido a mi afición por el Valencia, me incitó a coleccionar. Hace treinta años. Ahora se me conoce y la gente viene a ofrecerme objetos y saben que tengo devoción», relata.

Desde entonces, ha acumulado casi tres mil fotografías de gran valor histórico, entre las que destacan documentos inéditos de la procesión de la bandera del 1924, imágenes del campo de Algirós -primer estadio del Valencia, hasta 1923- o la ampliación de Mestalla en los años 50. Pero la joya de la corona descansa entre cajas de refrescos. Es la maqueta de la remodelación de Mestalla para el Mundial 82. Una ampliación que jamás se llegó a culminar. Roca desempolva, antes de las fotos, la voluminosa estructura. La maqueta, presumiblemente robada en la caótica mudanza posterior al derribo de la sede social que el Valencia tenía en el mismo estadio de Mestalla, pasó por múltiples manos antes de ser comprada por Roca. «Los coleccionistas hemos sido decisivos en el Valencia. Somos de las pocas personas que se han preocupado por mantener vivo su recuerdo histórico y patrimonial. Mientras otros clubes tienen museos y centros de documentación, el Valencia no tiene nada ni se ha preocupado tampoco. Solo a partir de la iniciativa en los últimos años de la Fundación, hay algo de interés, hay más conciencia de recuperar la memoria», afirma Roca, que acaba de invertir 4.500 euros para adquirir un lote de fotos de Antonio Fuertes, mítico atacante del Valencia de los años 50. «Ojalá hubiese un museo», ansía Roca. Un proyecto bloqueado con el parón de las obras del nuevo Mestalla: «No tiene sentido que tenga todo este material escondido en mi casa ni en el almacén de mi bar. Mi colección ayudaría a enriquecer la historia conocida de nuestro equipo», asegura Roca, mientras muestra caricaturas de la «delantera eléctrica» dibujadas por Artur Ballester, conocido cartelista durante la Guerra Civil.

Los banderines de Rius

Fernando Rius se ha visto obligado a habilitar una de las plantas de su casa para organizar su particular museo valencianista, que empezó a tomar forma hace más de medio siglo «coleccionando cromos, como todos los niños». «Solo que yo continué, y, aunque llega un momento en la vida en el que te da vergüenza seguir comprándolos, cuando ya tienes hijos, seguí haciéndolo. Primero eran los cromos de mis ídolos, y luego ya me fui yendo atrás en el tiempo, hasta encontrar las imágenes de los años 20 que se vendían con los chocolates Batanga», prosigue. La adquisición de cromos fue un hobby tan trascendente que hizo posible que estudiase «cinco años de farmacia y seis de medicina», detalla con humor. «Me permitían desconectar para poder retomar con más ahínco las lecciones de cirugía y farmacología», añade.

En ese proceso, Rius acabó acudiendo a ferias y rastros. «Te llaman, te guardan cosas. Te dicen que aparte de cromos también carteles de los Danones de los años 60, banderines, dominós, abanicos, pins, cajas de cerillas, pesabásculas con la imagen de Puchades€ Antes podías encontrar de todo porque no estaba sujeto a ser, como ahora, producto oficial del club. Casi sin buscarlo, fui ampliando la colección».

Entre los miles de objetos que decoran su casa, destacan los banderines oficiales de los partidos, de todas las décadas, desde giras exóticas de clubes extranjeros a Mestalla hasta los emblemas de las finales de Copa de 1967 y 1979, que ha cedido al Valencia. Rius prefiere que no se fotografíen «porque fue material que compré y recuperé tras ser robado del club». Rius achaca la posible causa de los extravíos de material histórico «a los constantes cambios de sede que ha tenido el club. Artes Gráficas, Senda de Senent, calle Lauria, todo embalado en cajas... Han podido suceder mil cosas». Preguntado por los banderines de la Champions, no cree que nadie los vaya a vender. «Se delataría, y más aún con el rastro de Internet».

El Valencia ha recuperado sensibilidad para conservar su memoria patrimonial. Un giro que, más que a un plan institucional, sigue respondiendo a la iniciativa individual de los empleados. No hay olvidos, ni extravíos en el protocolo creado entre el utillero Txemanu, que traslada el material a Voro González (decisivo, también, en este ámbito), que acaba entregando cada objeto al departamento de Patrimonio de la Fundación, encabezado por Loles Ruiz y que, desde 2011, ha vuelto a promover en muestras y exposiciones todo el poso histórico acumulado en 98 años de vida del murciélago.

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