Visto en perspectiva, el triunfo del Valencia es para enmarcarlo en el deseado museo del valencianismo. El equipo más joven del campeonato está invicto en siete jornadas. Y la plantilla completada in extremis al cierre del mercado sigue volando y cerrando las heridas abiertas en Mestalla tras dos temporadas autodestructivas.

Nadie, ni siquiera Marcelino, esperaba a estas alturas (y tras haberse enfrentado al Real Madrid y al Atlético) volver a codearse con los grandes. El técnico confiaba en este plantel y estaba seguro de poner velocidad de crucero, pero ¿tan pronto? El mérito, por supuesto, es del entrenador y de las ganas de los futbolistas por agradar y ganarse por fin el sueldo.

Visto en la distancia corta, el Valencia firmó el partido más inestable de este arranque de Liga. Lo sostuvo, por un lado, la actuación de Neto, autor de cuatro paradas de alto voltaje. El brasileño, sin alharacas, está dando puntos a sus compañeros. Y, por otro lado, el estado de gracia de los delanteros, convertidos en goleadores por Marcelino.

Rodrigo, tan desatinado otras veces, provocó el segundo gol en el penalti de Parejo (al recibir un golpe en la cara de Kepa) y marcó el tercero de cabeza a centro de Montoya tras un fallo en la salida de Kepa. Después de haber sufrido tanto, Rodrigo se está relamiendo. Se atreve con todo: ¡hasta un caño de espaldas, dejando correr el balón, a Laporte! Parecido a Zaza, que ha descubierto la economía de los esfuerzos para decidir: el remate del precioso primer gol, enroscado y a media altura, como en Anoeta, tras un centro atrás de Gayà.

El tanto vino precedido de un robo de Carlos Soler, de menos a más en el eje en sustitución de Kondogbia, pletórico en la segunda parte junto a Parejo. El equipo sufrió cuando Marcelino lo desplazó a la banda tras dar paso a Maksimovic. El colmillo de Raúl García y Aduriz trató de morder en la bisoñez de Maksimovic y en una defensa frágil ayer por los despistes de los centrales y por la laxitud de Montoya a la hora de cerrar los centros de su banda. Por ahí llegaron los dos goles del Athletic. Esas cosas que, de cerca, debe corregir Marcelino.