En el Nuevo Mestalla apenas queda rastro ya del lujo pomposo que auspició una estrategia cara y fallida, propia de una época anacrónica de excesos que ya no existe. La definitiva versión del estadio gana en luminosidad, comodidad y funcionalidad para el aficionado, convertido en el eje de un proyecto que, a su vez, pretende que rebaje cuantiosamente el coste de su remate final y el aforo, que no superará los 60.000 espectadores.

Los cambios afectan hasta en las formas en la que se presenta el rediseño. Del acto del descubrimiento de la maqueta de 2006, entre oropeles, en la Ciudad de las Artes y las Ciencias, al tuit de ayer en el que se adjuntaba un breve video con el resultado de la tercera versión a la que se somete el futuro recinto de Corts Valencianes, con las obras paradas desde febrero de 2009.

La novedad más palpable es la eliminación definitiva de la antigua cubierta de aluminio y vidrio que dibujaba los barrios de València bordeados por el viejo cauce del Turia. El club ha sustituido esa antigua postal por un techo más liviano, sostenido por una galería de columnas que rematan la nueva fachada exterior.

En la nota emitida, el Valencia se limitaba a apuntar que el estadio se asentaba «sobre un diseño renovado y sostenible con su entorno, que sitúe al aficionado en el centro del proyecto» para poder disfrutar del recinto «no sólo los días de partido». En este sentido, en el video se muestra una zona subterránea en la que iría ubicada el espacio comercial y de restauración.

Mark Fenwick, arquitecto del primer plan en la presidencia de Juan Soler y encargado del actual rediseño, describía ayer para Levante-EMV alguna de las pinceladas del nuevo proyecto: «No es el momento de dar detalles. Pero se puede ver que la fachada ya no es tan opaca, tan lujosa. Se ha convertido más permeable, luminosa, más humana».

En otras palabras, la prioridad reside desde la grada hacia afuera, hacia la ciudad, y no se detiene en la fotografía externa del estadio, al integrarse el estadio de manera más armoniosa en el barrio de Benicalap. «Ahora desde los pasillos del estadio se podrá vislumbrar la ciudad. Se mejoran a su vez los accesos, la seguridad y los servicios para el aficionado».

El fútbol gana espacio a la apariencia. El rediseño implicaba el sugerente reto de adoptar los cambios sobre la base ya levantada de los tres anillos de hormigón y conseguir que la grada se acercase más al césped. Esa era una de las exigencias personales del propietario del club, Peter Lim, que no quiere que se pierda la presión ambiental y la proximidad del hincha que se respira en el actual Mestalla.

Al mismo tiempo, se quiere lograr una reducción en el aforo. De los 75.000 espectadores de la primera maqueta a una capacidad más realista con las cifras de asistencia a Mestalla de la última década. La actuación será doble. Por una parte, está previsto eliminar parte del tercer anillo y compensar, así, el aforo que se incrementa eliminando la pista de atletismo. Por otro lado, los aficionados gozarán de butacas más amplias y distanciadas entre sí, así como más espacio entre las distintas filas. Estos trabajos dejarán la capacidad final del recinto entre 50.000 y 60.000 espectadores.

Reuniones con el Ayuntamiento

En el comunicado emitido ayer, el club explica que tiene previsto «iniciar a mediados de la semana que viene las reuniones de trabajo con los responsables municipales de tramitar las licencias necesarias para la finalización del nuevo estadio».

Aunque no se han fijado plazos para el reinicio de las obras, las obligaciones de cumplir de la Actuación Territorial Estratégica (ATE), exigen que el estadio quede inaugurado como máximo en 2021 y que el viejo Mestalla sea derribado en 2023 como fecha límite. Además, en el momento en el que quede inaugurado el estadio, el Valencia entregará un pabellón polideportivo al Ayuntamiento, en la esquina recayente en las calles Amics del Corpus y Doctor Nicasio Benlloch, para uso vecinal.

La tercera maqueta

El Valencia lleva invertidos alrededor de 150 millones de euros en la estructura actual, y se estima que serán necesarios otros 100 millones para finalizar las obras. La última maqueta es la tercera variación respecto al proyecto original de 2006. El primer retoque llegó con el Plan Newcoval, tumbado por Bankia en 2012, en el que no llegó a publicitar una maqueta que tenía como novedad una cubierta de vidrio azul. En la etapa presidencial de Amadeo Salvo se encargó una adaptación más económica, también a cargo de Fenwick, que respetaba la imagen original. Una idea descartada con el aterrizaje en la propiedad de Lim.