El Valencia de Marcelino suma 17 goles en las últimas cuatro jornadas. Alguna tecla tocó el técnico asturiano para que el equipo austero de los cuatro primeros partidos, solo cuatro dianas, se haya convertido en el vendaval de las últimas fechas. Ningún milagro, seguramente lecciones sencillas como tratar de llegar al ataque con un mínimo de tres hombres, pero el caso es que el equipo se ha desatado frente al Málaga (5), la Real (3), el Athletic (3) y el Betis (6).

La felicidad se ha instalado en el banquillo del Valencia, que sonríe incluso cuando recibe tres goles en cinco minutos (un relajamiento tras retirar a dos de los pilares, Murillo y Soler) porque le sobra pegada para remachar al final con una goleada de otro tiempo.

El centro del campo se convirtió en terreno minado para ambos equipos en la primera media hora, sin espacio para construir en ataque. Marcelino se rebeló contra eso. Hizo un gesto que cambió el partido: con el brazo en molinillo hacia adelante mandó a sus jugadores al ataque, los interiores (Carlos Soler y Guedes) empezaron a pisar el área y cayeron las ocasiones en cascada.

Un disparo de Carlos Soler repelido por Adán, otro remate fuera de Rodrigo tras magnífico servicio de Gayà y una jugada de tiralíneas frustrada por Durmisi adelantándose al disparo de Guedes tras la dejada de Rodrigo. El recital tuvo su recomensa en el córner desde la derecha de Parejo, muy templado, cabeceado con furia por Kondogbia, marcando todos los tiempos y girando la trayectoria del balón.

El Betis notó el golpe y el Valencia disfrutó de unos minutos de exaltación torpedeados por un error arbitral, al no apreciar un penalti clarísimo de Durmisi a Carlos Soler (lo trabó con ambas piernas cuando se disponía a marcar). Esa acción impulsó al Betis y Joaquín, el mejor de los verdiblancos, centró desde la izquierda sin encontrar rematador.

Serenó el juego el cuadro de Marcelino a la espera del descanso. Pero otra vez Carlos Soler se descolgó en zona de remate, envió un voleón a poca altura despejado por Adán, aunque el cuero fue lentamente hasta el balcón del área, donde esperaba Guedes. El extremo portugués amagó, Guardado se tragó el regate y un derechazo fabuloso desde unos 30 metros se marchó a la escuadra. Sabíamos hasta ayer que Guedes era un jugador velocísimo y profundo. Su disparo, además, es delicioso.

El Betis salió decidido tras el descanso. Lo protestó todo y obtuvo un regalo del árbitro, un penalti tras una mano involuntaria de Kondogbia. Neto le paró con las piernas el disparo por el centro, a media altura, de Sergio León. El portero brasileño frenó así el ímpetu del Betis, impulsado por un Benito Villamarín con un ambiente de triunfo. Echó un bidón de agua sobre el fuego bético. Del resto se encargó Rodrigo, tal vez cansado por el viaje con la selección española, pero feliz. E inspirado para cabecear el centro de córner, esta vez desde la izquierda de Parejo (qué guante). Rodrigo se está revelando como un magnífico cabeceador (de sus cinco tantos, tres ha sido de cabeza).

Marcelino, de los nervios

Marcelino entendió que el partido estaba cerrado y decidió dar descanso a algunos de sus jugadores importantes: retiró a Rodrigo, Murillo (una roca) y Carlos Soler. Marcó el cuarto Santi Mina tras un rebote y el VCF se echó a la bartola en cinco minutos que pusieron el partido en vilo.

Un mal pase atrás de Parejo abrió despertó al beticismo. Marcó Campbell, volvió a anotar Tello (dos recién ingresados) y Marcelino se puso de los nervios. Lo resolvió Zaza al unirse a la fiesta en una contra tras cuyo remate a gol se resintió de la rodilla maltrecha. Guedes coronó una noche espléndida con una carrera de 70 metros antes de ceder a Andreas Pereira, que marcó de otro derechazo.

El Valencia, para sorpresa de todos, es imprevisible. Y golea como un equipo de otro tiempo.